A lo largo del año hay varias fechas destinadas a inculcar la cultura de la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. A escala internacional podríamos considerar el 21 de septiembre, un día propuesto por la ONU en 1981 para hacerlo coincidir con la apertura de la Asamblea General. También están el 1 de enero, que Pablo VI instituyó en 1968 como Jornada Mundial de la Paz, y el 27 de octubre, un día especialmente significativo en el que, tomando la referencia del espíritu de Asís, se apela a las religiones para buscar y potenciar lo que une y no lo que separa, de manera que la oración se transforme en un instrumento para la paz.
En España tenemos una celebración entrañable, la del 30 de enero. Es el Día Escolar de la No Violencia y de la Paz, que nació con anterioridad a las mencionadas, en 1964, a partir de la propuesta del poeta mallorquín Llorenç Vidal. Con el tiempo, esta iniciativa se ha ido extendiendo a otros países. En este día, todos los escolares detienen un momento su actividad académica para reflexionar sobre la necesidad de construir la paz erradicando la violencia de su entorno. Alegatos, canciones y todo tipo de actividades lúdicas sirven para inculcar en los niños y adolescentes la apuesta por la paz.
Le fecha elegida tiene su sentido, pues el 30 de enero de 1948 fue asesinado en Nueva Delhi Mohandas Gandhi, el líder espiritual de la India que impulsó su independencia con la propuesta novedosa de la resistencia pacífica y la no violencia. Una revisión crítica de la vida de Gandhi desvela algunos puntos oscuros, pero al final nos quedamos con su gesta de derrotar al Imperio Británico sin recurrir a la violencia. Resultaría, por tanto, improcedente cuestionar la oportunidad de elegir al Mahatma como referente de esta conmemoración, aunque sí considero que en España, y especialmente en Salamanca, tendríamos otros modelos igualmente válidos, más incluso, para esta celebración en torno a la paz.
Estoy pensando, evidentemente, en Francisco de Vitoria. ¿Por qué sistemáticamente escondemos la trascendencia histórica del hombre que con su pensamiento tomista anticipó la ONU con sus relecciones sobre la guerra justa, el poder civil y de los indios? En estos discursos, sobre todo, encontramos los fundamentos doctrinales sobre los que se fue construyendo el derecho internacional y la defensa de los derechos humanos. Entre el convento de San Esteban y la Universidad de Salamanca, con Vitoria y sus seguidores constituidos en Escuela de Salamanca, se articulan las bases morales e intelectuales que con el tiempo sirvieron para dar consistencia a las grandes gestas en favor de la paz. In principio erat… Siempre Vitoria.
Con frecuencia me he preguntado cómo estaría considerado Vitoria si, en vez de ser un burgalés que desarrolló su actividad académica en Salamanca, hubiera nacido inglés y enseñado en Oxford. Realmente hubiera sido muy difícil desarrollar el mismo pensamiento en el ámbito anglosajón del XVI; es solo una ucronía para concluir con la aseveración de que, como sucede con otros, le conoceríamos y admiraríamos mucho más. Y seguramente hubiéramos buscado una fecha relacionada con él para los actos en favor de la paz.