Cuando las palabras no se queman

Después del fuego queda “una superficie casi lunar, como si hubiera habido una guerra”, según explica el autor del libro 'Los rescoldos de la Culebra. Fuego y muerte en los incendios de Zamora'
El periodista Juan Navarro, autor del libro 'Los rescoldos de la Culebra. Fuego y muerte en los incendios de Zamora'. Foto: Emilio Fraile.

Si el fuego arrasa un bosque, la vida cambia. Para muchos, árboles, animales, personas, incluso termina. ¿Qué queda después? Frustración, despedidas, tocones como testigos mudos, ceniza… “una superficie casi lunar, como si hubiera habido una especie de guerra o un meteorito”. Y alguna vez, un libro. La obra del periodista Juan Navarro cuenta con rigor y voces ‘del pueblo’ (también de ‘los despachos’) lo que ocurrió cuando las llamas devastaron la Sierra de la Culebra, en Zamora. Trabajó informando sobre el terreno, donde incluso ayudó como voluntario, y su vinculación personal se hizo tan intensa que tuvo que convertirlo todo en palabras.

En ‘Los rescoldos de la Culebra. Fuego y muerte en los incendios de Zamora’, el colaborador El País en Castilla y León relata los hechos, al tiempo que advierte de que la situación podría volver a ocurrir. Como ejemplos, los incendios de California. Como antecedentes más cercanos, los de Monsagro.

Ha dicho que en la zona ya no hay nada. Suena desolador…
No es que no haya nada, pero son 60.000 hectáreas, que es una barbaridad, y se nota mucho. Yo, cuando tenía un rato, iba en bicicleta por allí y cuando miraba en Google Maps o en aplicaciones para diseñar rutas, veía árboles, pero en realidad los caminos transcurrían por la nada. Se ve que están los tocones y los restos, ramas tiradas por el suelo o miles de árboles en montículos (ahora ya no, porque se los han llevado). Se ve que antes había un bosque que ahora ha quedado convertido en una superficie casi lunar, como si hubiera habido una especie de guerra o un meteorito.

Además de afectar a la vegetación, ¿qué ha ocurrido con la fauna?
Para la fauna y los hábitats es tremendo. Es una zona de gran valor medioambiental y ecológico para el lobo, y las manadas se han tenido que desplazar a otros lugares. No tienen dónde esconderse y la caza también se ha ido desplazando. Los ciervos, los jabalís… sus potenciales alimentos, tienen que irse moviendo. Y otro ejemplo, las empresas que hacen avistamientos de lobos, que por allí hay bastantes, también tienen que adecuarse, buscarse la vida para mantener su actividad. Es una especie de círculo vicioso en todos y cada uno de los frentes.

En este incendio murieron cuatro personas. ¿Podría recordar quiénes fueron y qué les ocurrió?
Sí, por orden cronológico de su fallecimiento fueron Daniel Gullón, el bombero, que murió el día 17, que es cuando, hacia las 18.00 horas, empezó el fuego. Él falleció hacia las 20.00 o 21.00 horas. Dicen sus compañeros que fue por un cortafuegos suicida, lo que significa que al retén donde estaba trabajando se le mandó realizar una acción contra el fuego bastante arriesgada. Se metieron en la boca del lobo y llegó un momento en que tuvieron que escapar porque el fuego se abatía sobre ellos. Pero Daniel se quedó atrás. Pudieron haber sido más, porque eran siete u ocho personas y estaban en una situación crítica.

El segundo fue Victoriano Antón, un pastor al que le pilló el fuego. Estaba con las ovejas por los campos y, de repente, el fuego se les echó encima y quemó tanto a los animales como a él. El tercero fue Eugenio Ratón, un hombre que intentaba escapar de las llamas en coche, junto a su padre anciano, de 101 años, pero les alcanzó el fuego y tuvieron que bajar andando desde la sierra por la carretera. Se quemó tanto que, aunque aguantó un mes en el hospital, acabó falleciendo.

El último es Ángel Martín. Esta es una historia también muy triste porque él intentó ayudar a que el fuego no entrara el Tábara, con un tractor, levantando las tierras. Pero finalmente le alcanzó. Intentó huir, pero… hay un vídeo en el que se le ve quemándose.

Son perfiles muy distintos, pero creo que representan muy bien el daño que causa un incendio sobre una zona rural.

¿Las Administraciones han hecho mejoras para prevenir el fuego, después de estos hechos?
No es que hayan aprendido mucho la lección. Como haya otro invierno seco, u otra primavera, y este año tengamos un incendio gordo en Castilla y León, puede llegar a ocurrir algo similar. Pocos días antes de lo sucedido en la Sierra de La Culebra fue el incendio de Monsagro, en Salamanca. Ardieron 8.000 hectáreas, que es una barbaridad.

Pero, ¿no se ha llevado a cabo ningún avance?
Es duro decirlo, pero no se ha tocado mucho el modelo que tenemos. Se aumentó un poco la partida de la Junta para la inversión forestal, pero lo que cuentan los bomberos es que, aunque está muy bien que haya más inversiones, estas no son útiles, porque el dispositivo sigue sin estar trabajando todo el año y solo actúa en verano. Además, con el cambio climático, hay mucho más riesgo. En California ahora es invierno, y tiene unos incendios bien gordos. Como vengan mal dadas, eso puede suceder aquí.

¿Sería útil que los bomberos estuvieran activos también otros meses, entonces?
Sí, porque aun en un invierno húmedo, pueden trabajar para hacer cortafuegos, labores selvícolas, formaciones… Dicen que últimamente han recibido fondos para ordenadores interactivos, pero la gente que está al mando no sabe usarlos muy bien. Así que estas ayudas no son eficientes, son como de trazo grueso, no vienen acompañadas de una estrategia sólida para mejorar las condiciones de los brigadistas. Ni siquiera son reconocidos como bomberos en sus convenios, son peones forestales.

¿Mantuvo conversaciones con estos profesionales para elaborar el libro?
Sí, la verdad es que tengo contacto frecuente con ellos. Ya casi los considero mis amigos. Para que el libro fuese comprensible, no podía utilizar siempre tecnicismos, así que he intentado traducir lo que ellos me han ido contando para que lo podamos comprender quienes tenemos menos conocimiento técnico de los incendios. Les agradezco mucho que me ayudaran tanto en esto. En todo momento hubo mucho respeto mutuo porque ellos, a priori, son un gremio bastante cerrado, dado que no tienen mucha confianza para hablar con los medios. Pero saben que yo he respetado su anonimato y que he tratado siempre sus casos con precisión. Saben que pueden confiar en mí. Ellos han sido indispensables para escribir el libro y que sea comprensible.

Son muchos los testimonios humanos que ha recabado para dar forma a este trabajo. ¿Qué poso han dejado en usted todas estas personas?
Me siento a veces invasor, cuando pienso, por ejemplo, “¿qué hago yo hablando con la esposa del bombero fallecido, con sus compañeros o con el hermano del pastor, con familiares…?». Pero lo hago desde la honestidad y he llegado a entender que, si no soy yo quien les da voz, no lo va a hacer nadie. En su momento hubo bastante revuelo mediático pero, en cuanto se apagó el fuego, ya nos dedicamos a otra cosa. Desde ese punto de vista, ellos han entendido que yo estaba intentando darles voz y visibilidad; y yo me he tomado el esfuerzo y la consideración de hacerlo desde el respeto, y de entender el dolor. He generado con estas personas una enorme empatía: hago mío su dolor.

Estas versiones, ¿distan mucho de las facilitadas por las administraciones?
Sí. Este libro es una crónica, no es ficción, es periodismo. La realidad muchas veces es tan contundente que no requiere de artificios. Lo que he hecho en todo momento ha sido cruzar información. Por ejemplo, los bomberos está descontentos con la Junta, pero yo le doy a la Junta la oportunidad de defenderse, y doy para ello varios datos. Uno de ellos, la inversión por hectárea forestal, que en Castilla y León es de 20 euros, mientras que en Andalucía y Galicia están en torno a los 60-90 euros. Y hablo de comunidades con un mismo color político…

Estuve hablando con José Ángel Arranz, el director general de Política Forestal de la Junta, y en el libro cuento la conversación que tuvimos. Fue un diálogo educado, pero muy frío. Él era como una calculadora humana, porque todo lo atribuía a que somos poca población, que es verdad, y no somos un territorio muy rico. Era como si dijera “esto es lo que hay”.

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