«Vivimos una época de censura feroz»

Luis García Jambrina desmenuza la séptima, 'El manuscrito de sangre', las aventuras de Fernando de Rojas, en una Roma insólita, y aprovecha para criticar el cinismo imperante en la era del relativismo moderno y de la posverdad
David Arranz. / ICAL. Luís García Jambrina presenta Èl manuscrito de sangre´.

Luis García Jambrina (Zamora, 1960), Premio Ical de Valores Humanos 2024 por su provincia natal, regresa a la escena literaria con la séptima entrega de su saga de manuscritos, protagonizada por Fernando de Rojas. ‘El manuscrito de sangre’ transporta al lector a la Roma del Renacimiento, un logrado mural de pinceladas históricas y noveladas, mediante la sutil mezcolanza entre lo real y lo ficticio. Historia policíaca, de ritmo frenético, que rescata valores ahora perdidos en un mundo que no es tan distinto al del siglo XIV. Durante una entrevista con Ical, el autor zamorano desmenuza su nueva propuesta al lector, su visión de la literatura histórica y también su opinión sobre las intrigas políticas que, aún hoy, se cimientan en las teorías maquiavélicas que entroncan con los propios personajes del libro. Doctor en Filología Hispánica con premio extraordinario por la Universidad de Salamanca y máster en Guion de Ficción para Televisión y Cine, en la actualidad es profesor titular de Literatura Española en la Usal.

Por. Javier A. Muñiz / ICAL

¿Qué le dice a un lector que se acerca por primera vez a las aventuras de Fernando de Rojas?
Esta novela tiene las características de las anteriores pero yo creo que va mucho más allá. De modo que puede ser buena para adentrarse en la serie. El protagonista, Rojas, se convierte una especie de pesquisidor, de investigador, que está justificado por su formación como jurista y por el trabajo que él hizo en la única parte de su vida que conocemos, pues era hacer justicia en Talavera de la Reina y alrededores. Él tenía que investigar casos, a lo mejor no asesinatos, pero bueno, lo que hubiera, lo que le tocara.

¿Qué elementos destacan en esta novela?
La época que es muy importante en estas novelas. Ese final del 15, final de la Edad Media, comienzo del Renacimiento, sobre todo aquí en España aunque ahora nos trasladamos a Roma. Y luego los lugares. En mis novelas tienen mucho protagonismo. Casi son un personaje más. Y en este caso, Roma, es una ciudad que da mucho juego. Y más en esa época, en que está lo que es el Vaticano, la ciudad con sus barrios más populosos, pero también las ruinas romanas, todas esas capas que tiene la ciudad y bueno, algunos elementos más.

¿Cómo se plasma el trasfondo histórico?
Con respecto a las novelas anteriores, yo creo que le doy varias vueltas de tuerca más a todo, incluido el trasfondo histórico, que aquí está muy documentado, y es muy atractivo porque allí, en Roma, es donde se toman grandes decisiones, donde entran en juego todos los intereses de las grandes potencias de entonces, incluida España o bueno, las coronas de Castilla y de Aragón. Y luego es un ámbito internacional aunque con muchas conexiones con España porque es la época de los Borgia, de origen valenciano, y hay muchos españoles en Roma, algunos escritores que luego serán muy importantes como Francisco Delicado o Juan del Enzina, que son personajes de la novela. Luego, en el barrio de las prostitutas, había muchas de origen español y también hay mucha gente que había huido de la expulsión de los judíos y luego de la persecución de los conversos. Todo eso creo que está muy documentado en la novela y le da mucho ambiente.

Al final, es una novela negra de investigación.
Sí, también le he dado unas vueltas de tuerca a lo que es la trama detectivesca. En este caso, el crimen fundamental, el primero, es real y quedó sin resolver. Entonces no se investigaba como ahora. No se sabe realmente si el papa Alejandro VI murió asesinado, probablemente sí, o de una enfermedad, de peste, o lo que fuera. En la novela lo que sobra son sospechosos. Y a través de toda esa investigación, nos vamos a adentrando en el mundo del Vaticano, en el mundo de los barrios de Roma y también en personajes como Lucrecia Borgia, o César Borgia o Maquiavelo. La trama también está mucho más desarrollada que en novelas anteriores, la trama policíaca.

Hablemos de esos personajes.
Los personajes son, yo creo, lo más importante de mis novelas, más allá de la historia y más allá de lo negro y policíaco. En este caso estamos hablando de personajes muy memorables y muy importantes, muchos de ellos muy conocidos, pero conocidos por su leyenda negra, como es el caso de los Borgia. Claro, yo intento desbrozar un poco el terreno y quitarle algo de esa leyenda negra, que en parte es verdad pero en otra parte es una exageración, una calumnia lanzada por sus enemigos, enemigos de los Borgia y los enemigos en aquella época de los españoles, porque lo que no querían los italianos que hubieran más papás españoles y por eso atacaron tanto a los Borgia. De modo que trato de mostrarlos con su cara mala y su cara buena, que también la había. Estamos hablando de una familia de gente muy culta, sobre todo Lucrecia Borgia, que se codeaba con artistas, con poetas, filósofos de la época. Y, bueno, eso es un poco lo que se van a encontrar. Es una entrega de la serie, pero que tiene muchos más elementos que las anteriores novelas.

¿En qué momento de su evolución se encuentra el personaje principal, Fernando de Rojas?
En esta novela tiene unos 30 años aproximadamente, todavía es joven. No han pasado muchos años desde las primeras novelas, pero ya tiene más experiencia de la vida. Está un poquito más resabiado, aunque no ha perdido esa mirada un poco ingenua de seguir creyendo en los valores humanos y en que la sociedad tiene arreglo, que no todo está perdido. En ese sentido, sí se nota que es un personaje que se ha tenido que enfrentar a muchas situaciones, que ha tenido una vida muy agitada, pero que trata de conservar algo de ese Rojas más juvenil, de la época de Salamanca.
Luego, en la serie, es un personaje que tiene un recorrido, que va cambiando un poco en función de las historias que se van contando en las novelas, de los personajes con los que se cruza, de los eventos históricos en los que tiene que participar, etc. Y cada vez es un personaje más pesimista, más escéptico también, pero sin llegar a convertirse en un cínico. A pesar de que conoce cómo es el alma humana, que eso lo vemos en la Celestina, incluso en las partes más oscuras, las pasiones, incluso criminales del alma humana, pero nunca llega a caer en el cinismo. Ese da igual, ese vale todo, un poco como en la época que estamos ahora, una época bastante cínica.

¿Y el contrapunto femenino?
Pues Rojas es más enamoradizo en esta novela. Él se tropieza con dos mujeres extraordinarias, no solo en la época sino en lo que es la historia de Europa. Una real, que es Lucrecia Borgia, que es la mujer más fascinante de la historia. También por la leyenda negra, que es una especie de mujer fatal, de mujer capaz de todo, pero también es una víctima, es una víctima de los intereses y ambiciones familiares de su padre. Pero luego tiene otra faceta que se ha ocultado con la leyenda negra, que es una mujer bastante piadosa, muy culta, que es capaz de dialogar con las grandes figuras del momento, y estamos hablando del Renacimiento, y luego también es una mujer que tiene un gran amor por sus hijos. Se casó tres veces, no vivió mucho tiempo y eran matrimonios impuestos, sin embargo ella era fiel a sus maridos y, además, muy preocupada por la educación de sus hijos. Es un personaje que tiene muchas aristas y muchas facetas. Sí, manipulada por su familia, pero también tenía estas otras cualidades en todo, y aparte hay muchos cuadros o retratos de ella, que era una mujer bellísima, muy atractiva y, por lo tanto, inevitablemente Rojas, que es muy enamoradizo y que además admira a figuras como esta, pues cae en sus redes.

Y el segundo…
El otro personaje es la Lozana Andaluza, en este caso es de ficción, de un clásico de la literatura española todavía poco leído y no suficientemente reconocido, pero que es una grandísima obra y que está en la línea de la gran tradición clásica española, la de la picaresca, que incluso podemos decir que acaba conectando con el Quijote. Bueno, este personaje es fascinante, una mujer empoderada, libre, independiente, astuta, con sabiduría de la vida, que sabe salir adelante. Y luego que habla con muchísima gracia, en la obra original donde aparece, y yo también he intentado que también sea un personaje gracioso, divertido con mucho saber y eso se nota en su lengua, que ella es de origen cordobés, pero luego lleva muchos años viviendo en Roma. Entonces, es una lengua en la que se mezclan ahí todo tipo de cosas y que es la gran virtud de la Lozana Andaluza, de la obra, y también del personaje. Y, obviamente, pues Rojas, como cualquiera, también siente su fascinación por ella y, un poco, pues se deja llevar por este amor. Lo que pasa es que duda siempre entre entre uno y y otro y tampoco quiere verse comprometido, él lo que quiere es regresar a Castilla.

¿Qué encaje tendría Rojas en estos tiempos cínicos?
La mayoría de mis novelas tienen como protagonistas a grandes figuras literarias. Rojas, Unamuno, Cervantes, algunas mujeres como Beatriz Galindo… Claro, me parecen personajes que deberían ser referentes nuestros, porque lo importante de estas figuras es la mirada, la mirada que nos muestran en sus libros, porque son clásicos. Y es una mirada, primero, de gran sabiduría, pero en segundo lugar es una mirada muy abierta, muy tolerante. En estos tiempos de polarización y de guerra cultural, una mirada así se agradecería mucho. Personas insobornables que dicen lo que piensan y piensan lo que dicen, cosa que ahora no sucede. Y no solo tiene que ver con el talento, es una actitud moral, es un compromiso con la verdad.

¿Por qué no se dan?
Ahora vivimos en la era de la posverdad, por lo tanto, ahora lo que importa es el relato. Yo creo que estas personas se escandalizarían. Rojas, Cervantes, Unamuno… por supuesto que se escandalizarían ante todo lo que está ocurriendo. Ahora el que es dueño del relato es el dueño de la verdad, de la verdad entre comillas. Eso es así. Haber renunciado a la verdad parece que abre las puertas a todo. Todo empezó con aquel relativismo de la posmodernidad. Y hemos acabado ahora en esto.
Encima, en estos momentos en los que no hay verdad, resulta que se imponen una serie de dogmas. Porque vivimos una época de censura, hay una censura feroz, me parece, una censura disimulada. Y yo creo que esta gente es la que estaría continuamente diciéndonos que no, mostrándonos que el emperador, como en el famoso cuento, está desnudo. Y por eso me interesan, me interesaron en su día, y me siguen interesando. Porque de Rojas es que no sabemos nada, pero lo creo un poco a partir de sus libros, de sus obras, de lo que creo yo que era su manera de ver el mundo, y trato un poco de que los lectores les cojan cariño y los vean un poco como un referente, un faro moral en un mundo tan tormentoso e incierto como el que nos ha tocado vivir.

David Arranz. / ICAL. Luís García Jambrina presenta Èl manuscrito de sangre´.

¿Cómo es esa mezcolanza entre tramas y personajes históricos y otros que están puramente novelados?
Esto ya lo hice en el ‘El manuscrito de piedra’, donde está la Celestina, el propio Rojas, y luego hay personajes históricos y otros inventados, que los necesitas un poco por las necesidades narrativas. Lo volví a hacer en la segunda novela, ‘El manuscrito de nieve’, con el Lazarillo, que es un personaje real que se encuentra a Rojas y le ayuda. Ahí lo que hago es redimir un poco al Lazarillo que, gracias al estudio, logra salir de su destino. En este caso pues tenemos a la Lozana Andaluza.

¿Nos puede desvelar cuál es el secreto de una novela histórica?
El secreto de estas novelas y de la novela histórica en general, la que tiene interés, porque hay otras que se limitan a reproducir unos clichés y ya está, es cómo mezclar lo que es histórico con lo que es ficticio, o lo que es real con lo que es inventado. Ahí es donde está la madre del cordero de las novelas históricas. Si tú logras mezclar todo eso y que no se noten las costuras, sino que el lector no pueda saber dónde acaba la realidad, dónde empieza la ficción. Bueno, ahí es el acierto, porque que has conseguido la verosimilitud.
Tienes que inventar porque si no inventas no puedes contar nada. Los historiadores, en el sentido académico, científico, hacen un relato. Y en cuanto hay relato, ya hay invención. Entonces hay que inventar, pero ahí está que tú consigas que, mezclando un personaje histórico y un personaje que has inventado tú o que inventó otro escritor, como es el caso de la Lozana, pues que no se note y que puedan convivir. Y que tan real sea la Lozana como Lucrecia Borgia. Eso es un poco la idea. Y al final, sobre todo, que casen unos con otros, que todo sea coherente, que nada rechine. Esa es un poco la idea.

¿Cómo cuentas estas novelas?
Pero eso pasa con todo lo que tiene que ver con la novela histórica. El lenguaje. ¿Intentas imitar el lenguaje del siglo XVI? Suponiendo que lo hicieras y que lo hicieras bien, el lector no iba a entender nada. El lector común, la mayoría, nosotros no entenderíamos nada. Y encima nos sonaría artificioso. ¿Lo cuentas con un lenguaje actual? Pues tampoco, porque rompes la ilusión de que es una novela que transcurre en siglo XVI. Pues lo mismo, tienes que buscar ahí una solución intermedia que tiene algo de un lado y algo de otro y que al final resulta comprensible, pero que tiene aire de época, ese perfume de la lengua del siglo XVI. Entonces es lo mismo, tienes que dosificar, mezclar, pero que no se note, claro, porque que una parte del lenguaje vaya por un lado y la otra por otro no podría ser, tienes que ser un conjunto y eso vale para los personajes, vale para todo lo que se cuenta, todos los elementos de la novela.

¿Cómo es la Roma a la que viaja el lector con la novela?
No me gusta llamarlo escenario porque el escenario tiene esa cosa artificial, parece que es algo de fondo, de cartón piedra. El lugar tiene que ser algo vivo y algo visible, plástico. Y además tiene que dar ambiente y explicar un poco los acontecimientos. La ciudad de Roma es una ciudad insólita, con una larguísima historia, por ahí ha pasado todo y tienes que mostrar la peculiaridad de esas capas. En una casa, en una chabola, puede haber una columna romana, una lápida del Foro Romano. Luego hay muchas partes de la ciudad que están ocultas, subterráneas. Y al otro lado del río, está el Vaticano, que ya era la Santa Sede, ya había una basílica y había unas residencias papales y toda la Curia romana. Ya había una ciudad dentro de otra ciudad.

Parece que se lo ha pasado bien…
Estamos en el periodo quizá más interesante porque es el Renacimiento y se está recuperando el pasado, la Antigüedad Clásica, y a partir de ella pues la cultura está renaciendo. Es un poco lo que he intentado simbolizar por medio de ese espacio que aparece en la novela que es la Domus Áurea. Se trata del antiguo palacio de Nerón, que es enorme y que quedó oculto bajo una montaña de tierra y cascotes, de modo que nadie sabía que ahí había un palacio. A finales del XV, justo ya en la época de mi novela, se descubrió de manera casual. Pero no sabían que era un palacio, veían que eran grutas, que estaban pintadas. En realidad eran salas de ese palacio. Bueno, ese palacio es interesante porque es todo un mundo subterráneo, lleno de belleza que viene de la antigüedad. De ahí va a nacer la pintura grutesca. Muchos pintores de esa época, estamos hablando de Rafael, Miguel Ángel, etcétera, se van a inspirar ahí.
Y, bueno, como es un lugar subterráneo, se presta a convertirse en el lugar de refugio de los maleantes, de las prostitutas, de los heterodoxos, de los locos, de los marginados, etcétera. Y también era un lugar al que iban muchos pintores, iban a hacer ese recorrido y ver esas maravillas que había ahí debajo. Incluso iba la gente de picnic a pasar la tarde, etc. Entonces, se parecía un lugar maravilloso. Otra Roma distinta, esa Roma que está ahí por debajo, oculta, y que empieza a aflorar. Entonces, una ciudad que tiene muchos, muchos recovecos, mucho potencial, además está muy bien documentada, tienes todo tipo de dibujos, de planos, de cuadros y descripciones. Roma es un personaje más, un personaje que tiene mucha importancia. Esta historia solo puede suceder ahí.

¿Cuánto se parecen las intrigas vaticanas del Renacimiento a las esferas de poder actuales?
Bueno, ahora aparentemente se mata menos, pero se sigue matando. También hay otras maneras de matar a una persona. La puedes matar civilmente, dejándola fuera. La puedes cancelar, como se dice ahora con ese eufemismo tan curioso. Cancelar a alguien, por ejemplo, a un escritor, porque dice algo que no conviene al poder establecido, eso es una muerte, una muerte civil. Se le atribuyen ciertas cosas y ya nadie lo lee. Yo creo que no ha cambiado nada el mundo. Eso es lo que vemos con la historia y con las novelas históricas. Las emociones y las ambiciones, lo que mueve a las personas sigue siendo lo mismo. Lo que ha cambiado son las tecnologías, el vestuario, etcétera, y que algunas cosas se pueden encubrir o no encubrir, hacer de manera más abierta o no.

¿Hay similitudes?
Hay un curioso paralelismo, que yo lo sugiero en la novela, sin decirlo. Después de que muere el papa Alejandro VI, el Papa Borgia, hay un Cónclave y se elige un papa con el que nadie contaba. Y ese papa dura 26 días. Mucha gente me dice, ay, me recuerda mucho a Juan Pablo I. Eso fue hace nada. Juan Pablo I también salió elegido cuando no se le esperaba y duró 33 días. Ahí ya tienes para especular. Pudo ser una muerte natural. Los papas generalmente ya son personas de mucha edad cuando llegan al trono. Pero siempre queda abierta esa posibilidad, incluso hoy, donde todo es más disimulado, todo es más hipócrita.

Uno de los temas de esta novela es el poder y las luchas de poder. Maquiavelo aparece en la novela como personaje y yo creo que con ‘El Príncipe’ de Maquiavelo empieza lo que podríamos llamar la política moderna. Y la sigue inspirando, aunque no lo lean, da igual, porque ya no es el libro, sino la teoría política que emana de ese libro, donde, por ejemplo, la mentira es un instrumento de poder, un instrumento legítimo de poder. El poderoso puede mentir, lo que tiene que hacer es hacerlo bien.

David Arranz. / ICAL. Luís García Jambrina presenta Èl manuscrito de sangre´.

Están muy unidos El Príncipe y los Borgia
Pues mira, ‘El Príncipe’ de Maquiavelo está inspirado en César Borgia y de alguna manera en Alejandro VI, en su padre, en Rodrigo Borgia. Son los inspiradores de ese libro, o sea, dos personajes de la novela. Y Maquiavelo, lo maquiavélico y, por tanto, ’El Príncipe’ de Maquiavelo está ahora de tremenda actualidad. La mentira es un poderoso instrumento en la política, si se sabe manejar. Esto que ahora se llama el relato es eso. El relato tiene que ver con el arte de mentir y de imponerlo, primero, para conseguir el poder, segundo, para mantenerse en el poder, que es todavía más difícil. He que este asunto esté en la novela. Y me preguntabas por ese paralelismo: es total. Es decir, nuestro mundo no se entiende si no tiene ese antecedente. De modo que para entender lo que está pasando ahora podemos asomarnos a lo que ha pasado hace 500 años.

Ya mirando al futuro y al margen de esta novela, ¿qué es lo siguiente de Jambrina?
Sí, estoy trabajando en la segunda novela de la serie sobre Unamuno. La tengo ya muy avanzada, porque, bueno, ya es un mundo para mí muy familiar. Y, bueno, estoy disfrutando y estoy intentando también darle ahí unas vueltas de tuerca al personaje y al momento histórico que refleja esta novela. Quiero seguir, en los próximos años, trabajando sobre Unamuno, porque, claro, este personaje así que no cabe en una novela, necesita un recorrido que arranca con la primera, en 1905, hasta la muerte en el 36. Trato de ir mostrando los diferentes momentos de la vida de Unamuno, que era una persona muy comprometida, muy peleona, y que decía la verdad, pasara lo que pasara. Y por eso le pasó lo que le pasó.

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