Leo con gran indignación un artículo relativo a una denuncia por acoso escolar en un colegio de bastante prestigio de otra comunidad, en la que el colegio rechaza indemnizar a una menor con importantes secuelas, porque la ley no le exige prevenir el bullying.
Les aseguro que he oído de todo en estos años, pero este tipo de argumento deja bastante que desear. Que un centro se valga de ese tipo de disculpa para no ser consecuente con sus responsabilidades, no inspira mucha confianza a quienes dejen allí a sus hijos.
Tengo que pensar si en vez de ‘armarse’ con una legión de doce letrados para decir eso y sacarse el polvo de encima, hubieran hecho las cosas bien, no tendrían que escurrir el bulto de esa manera.
Quizás la ley no les obligue a prevenir el bullying, aunque la letra pequeña, que a veces no se lee, les obliga en cierta manera, pero sí les obliga a ser responsables de lo que ocurre en el centro educativo y sí, por descontado el bullying ocurre allí, son responsables de quienes se ven implicados en ello.
Recurrir a esas armas, sinceramente, me parece deleznable y por supuesto les insto a leer la Constitución española y el texto oficial de la convención sobre los Derechos del Niño, pero les recuerdo, no solo a ustedes, sino a todos los que me he cruzado en este camino que siguen tapando y negando lo que sufren victimas y familias por acoso escolar, que ustedes también fueron niños y que son padres, tíos o abuelos.
Esto no se elige, no entiende de colores, ni de fronteras, ni siquiera de posición social y por supuesto no es ni agradable, ni fácil de aguantar.
Lo que está claro es que estamos llegando a unos límites que no se pueden, ni se deben permitir y que las calles se van a quedar pequeñas porque, aunque el miedo sea el patrón general en cualquier maltrato, seguimos respetando, pero sin miedo ya.
Vaya por delante que cuando un padre y/o una madre demanda por acoso escolar, lo que quiere es justicia, no dinero. Que no se busca notoriedad sino intimidad. Que se pretende llevar en silencio, aunque se grite por dentro y que daríamos lo que tenemos por no vivir esta situación que es causada por otros y por un sistema que, por desidia, falta de interés e intereses en muchas ocasiones ‘peca’ de negligente y poco ético.
Doble moral, justicia que no es justa, injusticias y mucho dolor, aunque pasen los años, la vida siga y el tiempo te acabe dando la razón, aunque ya sea demasiado tarde.