Algunos medios, como The Economist o Le Monde, hablan de ‘presidencia imperial’ para definir la de Trump, que, con su gesticulante adlátere y su rotulador de punta gruesa, está poniendo patas arriba la política interna y externa de EE.UU.
Fue Arthur Schlesinger quien acuñó el concepto en los años setenta para referirse a los presidentes que, en tiempos de guerra, reforzaron su poder ejecutivo más allá de los límites constitucionales con medidas enérgicas e inmediatas; ahora, sin esa justificación, Trump, con una avalancha de decisiones ejecutivas, está transgrediendo los límites legales, escapando al control de otras instancias (justicia, Congreso, estados federales,) y acumulando poderes sin medida. Un ataque frontal a ese equilibrio y división de poderes que Montesquieu consideró la esencia del estado de derecho.
Franklin D. Roosevelt ejerció como nadie esa ‘presidencia imperial’ ante los graves problemas de la Gran Depresión y de la II Guerra mundial. Sin embargo, la analogía entre FDR y Trump no puede ir muy lejos. Es cierto que aquel metió en campos de concentración a decenas de miles de ciudadanos japoneses, alemanes e italianos y que Trump está llenando Guantánamo y las cárceles con personas para él indeseables. Pero el sentido político del presidencialismo no puede ser más opuesto en uno y otro.
Un cuchillo puede servir para partir y repartir el pan o para lanzar cuchilladas a diestro y siniestro. Si FDR hizo leyes e instituciones para hacer frente al paro y la pobreza, Trump hace caso omiso de ello; si el primero atajó el caos y la especulación financiera, el segundo le está dando barra libre; si el uno adoptó medidas de protección al medio ambiente (que de paso daban puestos de trabajo), el otro no tendrá problema en dinamitarlo para obtener más petróleo, más metales raros, más dólares; si FDR movilizó ingentes recursos para luchar contra el fascismo, Trump no duda en impulsarlo en Europa y en llegar a acuerdos con dictadores (aunque eso no es ninguna novedad en la historia de EE.UU.); si, en fin, FDR trató de mitigar el miedo y la incertidumbre generados por la crisis y la guerra, Trump los está diseminando por todo el mundo.
Hay además otra gran diferencia en la gestión de estos dos presidentes. Los programas reformistas de FDR encontraron su contrapeso en una judicatura conservadora, que tumbó algunas de sus leyes progresistas sobre salarios mínimos o regulación de las empresas en aras del sacrosanto principio de libertad de empresa. Ahora está por ver qué pasa con las relaciones entre el poder judicial y Trump.
Hace poco un juez de Rhode Island ha acusado al gobierno de ignorar una resolución suya que anulaba la decisión gubernativa, y hay otras iniciativas judiciales semejantes en curso. Serían casos de desacato si se ignorasen, groseros atropellos al poder judicial por parte del ejecutivo. Pero USA is different y más la de Trump & Musk. El tribunal Supremo ahora mismo es de mayoría conservadora y mantiene el aberrante criterio de que cualquier decisión del presidente en ejercicio de sus funciones goza de inmunidad. El lawfare no es solo cosa de España.
Vamos a ver qué pasa con eso, así como con la natural reacción que va a haber, está habiendo, por parte de la sociedad civil, los organismos estatales y la comunidad internacional ante una conducta tan despótica y lesiva de principios básicos de la ética y de la política. Pero de momento, poco a poco, el trumpismo se va convirtiendo, más que en un presidencialismo, en una mera dictadura, de la que empieza a tener todas las notas características: acumulación de poderes en el gobernante; persecución de las minorías y de los disidentes; nacionalismo chulesco; control de los medios de comunicación; manipulación propagandística de las masas; inmovilismo ideológico…
No sé: mi intuición política me dice que este tipo va a acabar mal. Quien siembra vientos…
























3 comentarios en «Trump: ¿presidencialismo o dictadura?»
Magnífico y sesudo artículo el tuyo, querido tovarich. Pero no es nada fácil la » comedura de coco» que adormece y engaña a las clases populares, aquí y en USA.
Abrazos y SyR
Magnífico y sesudo artículo el tuyo, querido tovarich. Es imposible no estar de acuerdo.
Abrazos y SyR
No sé si él acabará mal. Lo increíble es que pudiera volver a ser candidato tras el asalto al Capitolio. Después de eso, nada puede sorprendernos. Y lo que está haciendo y diciendo era previsible.