Por mor de un encargo imprevisto, llevo varios días dándole vueltas a la obra de Luis Quico, el polifacético artista zamorano que trabajó con varios arquitectos de Salamanca, especialmente Javier Rey Harguindey y Pablo Andrés Bravo. Y, según parece, Luis Francisco Prieto es un artista invisible, es decir, que pasamos ante su obra pero casi nadie se fija en ella ni se plantea quién puede ser el autor. De hecho, Luis Quico, que así firmaba, resulta prácticamente desconocido para la mayor parte de los salmantinos, incluidos los versados en arte. En Zamora, lógico, es algo más nombrado, aunque no tanto como merece. El impresionante mosaico en la fachada de Cristo Rey no pasa desapercibido.

Quico forma parte de ese grupo de artistas que, nacidos en la década de los treinta, se vinculan a la recién fundada Escuela de San Ildefonso, que comenzó a renovar el mortecino panorama artístico de la capital del Duero. Quizás por ello, algunos hablaron de los artistas de la nueva ola, entre los que destacaron Antonio Pedrero, Ramón Abrantes, Tomás Crespo… y el poeta Jesús Hilario Tundidor. A todos los asociamos enseguida con alguna modalidad creativa, la pintura o la escultura, pero a Quico no. ¿Qué era realmente? Era pintor y escultor, ejerció de dibujante, decorador, cartelista y caricaturista, realizó mosaicos, azulejos y vidrieras. Trabajó en lo abstracto y figurativo, fue rebelde y crítico, vanguardista sin adscribirse a ninguna vanguardia, clásico cuando las circunstancias lo aconsejaban.
Recibió encargos de casi todas las provincias de España, aunque lógicamente el grueso de su obra está en Zamora. En Salamanca trabajó desde mediados de los setenta, contratado por arquitectos que quisieron dar un plus de calidad a los edificios de viviendas. Para los portales Luis Quico realizó vidrieras, mosaicos, murales, relieves y esculturas. En el centro de la ciudad, especialmente la calle Zamora, podemos apreciar algunas de estas obras. Las que se ven desde el exterior, son reconocibles por los salmantinos, aunque no reparen en ellas.

De su obra, fundamentalmente se han valorado los mosaicos y vidrieras. Los mosaicos son heterogéneos, pues lo mismo nos deja un Cristo Rey, retomando la idea del pantocrátor de inspiración bizantina, con volúmenes cubistas de gusto setentón, que realiza paisajes bidimensionales en los que la línea se convierte en protagonista. En otros mosaicos, como el dedicado a Atenea en el instituto zamorano María de Molina, rompe con la ortodoxia al introducir elementos extraños a las teselas de formato desigual, como azulejos, tuercas y hasta ruedas dentadas.

Las vidrieras, para iglesias, portales o comercios, fueron los encargos más notables que recibió. En Salamanca se estrenó con una abstracción geométrica para un portal de la calle Zamora, pero la más interesante es otra, ya tardía, de 1996, que prepara para la parroquia de San Francisco y Santa Clara y está dedicada al Cántico de las criaturas. Estas vidrieras, a base de hormigón y cristal tosco, como ya hiciera Núñez Solé, se dejan llevar por la tendencia brutalista, de moda en España durante las décadas de los sesenta y setenta al seguir la estela señalada, diez años antes, por Sáenz de Oiza y Laorga en el santuario de Aránzazu. La vidriera de San Francisco sintetiza magistralmente el himno cuyo octavo centenario estamos celebrando, dando lugar a una hierofanía de luces irisadas que eleva el corazón hasta el creador de todas las cosas bellas.
2 comentarios en «Artistas invisibles»
¿Y dónde lo conociste o dónde podemos encontrar más información?
Realmente hay muy poco publicado sobre él. Algún artículo en prensa y las introducciones de los catálogos de exposiciones. La unica obra monográfica sobre este artista es: «Semblanza de la obra de Luis Quico», de Francisco Magín Fernández Nafría. Fue publicada en 2016 por el Centro de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo.