Opinión

Silencios

Qué maravilla poder experimentar en momentos del día el sonido del silencio. Con el paso de los años disfrutamos más de él. Anhelamos callarnos, escuchar, contemplar… gustar de su presencia y compañía, valorando esos espacios tan necesarios para nuestro crecimiento personal.

Nuestra época es abundancia de ruidos. No aguantamos ni un minuto de silencio, por eso hay tanta música ruidosa y móviles por todas partes. Como si nos diera miedo alejarnos entrando en nuestros desiertos personales. Olvidamos que las cosas bellas de la vida se disfrutan más en silencio, que las palabras no pueden llegar a describirlas totalmente.

Decía Confucio que “el silencio es un verdadero amigo que nunca te traiciona”. Es en la ausencia de los ruidos (externos e interiores) donde podemos escuchar mejor nuestros pensamientos y llegar a descubrir quienes somos realmente. Huimos de la soledad y del silencio porque no nos han educado en sacarles el gusto. Sobre todo en las grandes ciudades uno de sus mayores problemas es el nivel del ruido en su día a día.

Todavía en nuestra Salamanca es posible encontrar y gozar de rincones y espacios de silencio, en el alfoz, en los alrededores sin irse lejos podríamos realizar nuestras terapias de silenciamiento. Ir solos, caminando, descansando en cualquier rincón apacible. No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido o indiferencia. Quizás en ese aislamiento aprendamos qué sea el amor auténtico porque veces las palabras entre dos personas no son necesarias, la mejor comunicación, la más humana, es la que aporta el saber estar juntos en silencio.

En silencio comprobamos cuales son nuestros proyectos vitales, quienes nos acompañan verdaderamente, si en verdad somos o no felices, si estamos contentos con lo que hacemos, si debiéramos dejar muchas ataduras, tratando así de vivir más conscientemente, con más atención y empatía. Nos ayuda a regresar a nosotros mismos. Las grandes elevaciones del alma no son posibles sino desde la soledad y el silencio.

Si lo practicamos y buscamos hallaremos que el silencio es el grito más fuerte, quizá el más fuerte de los sonidos, llega a expresar mucho más que cualquier palabra. Sin su práctica se hace difícil comprender el sentido global del universo, la coherencia y el sentido de la vida y de todo lo que nos sucede. Sin el silencio profundo no hay espiritualidad, solo moralinas y liturgias vanas.

Desde el silencio interior llegamos a aceptar mejor a todas las personas, las llevamos con nosotros aunque estén lejos, fundamenta todo tipo de escucha y empatía. Practicándolo gestionamos mejor nuestras emociones y nos instalamos de modo permanente y con claridad en nuestros sentimientos.

De la naturaleza, de nuestro adentrarnos con tiempo en ella, podemos copiar el misterio de su silencio. Crece continuamente pero sin ruido. Transmite paz y serenidad pero sin alborotos. Y solo se vive desde la contemplación, la escucha y el asombro sin palabras.

Si Dios es algo es el silencio del cosmos y de lo infinito y su lenguaje y su presencia -como el de todos los místicos- es el silencio.

       “Y sonrío y me callo porque,
en último extremo, uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras…”

                  -Ángel González-

8 comentarios en «Silencios»

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