Larga vida a la poesía. La poesía está viva y late con fuerza. La librería Víctor Jara, de la mano de Charo Ruano, organizó un recital poético con cinco poetas, de cinco nacionalidades diferentes, teniendo como nexo de unión el idioma y los versos. Miroslava Arely Rosales Vázquez, salvadoreña; Daniel Antonio Bernal, colombiano; Yenys Laura Prieto, cubana; Pedro Steve, mexicano, y Marco Barbera, tinerfeño de origen siciliano.
Cinco sensibilidades, con cinco maneras de recitar, que fueron desganando poema a poema su historia, la real y la inventada, la metafórica y la terrestre. Cada uno hizo suyo su espacio y compartió con los presentes su vivencia.
Aplausos agradecidos del respetable.
Llegó el turno del micrófono abierto que ya estaba caliente y se notó. El primero en compartir sus versos fue Ignacio, poeta y profesor granadino que compartió su experiencia en Montevideo y su amor por Pepe Mújica. “La infancia siempre gana guerras de indiferencia”, se le oyó.
Marieta y María de los Ángeles no son poetas, pero sí recitaron micropemas. Aquí varios: “Si los bares se llenan de poetas, las editoriales se llenan de borrachos” o “La posteridad me importa un rábano y me la comería si tuviera hambre”.
El primero de los Albertos confesó que le daba pánico el micrófono, pero abrió su libro y leyó tres poemas, en uno de ellos mencionaba a su abuela. “Mi abuela cada vez ve menos luz”.
El segundo Alberto le dedicó un poema a un gato callejero. El final hizo que el público riera. (…) Quizá este poema no sirva para nada y el gato se esté dando un festín”. Durante todo el poema, Alberto imaginaba una vida terrible para el gato que había visto en la calle.
Elena contó que había vuelto a Salamanca después de 30 años y recitó tres de sus creaciones. Verticalidad, Ausencia y Vértigo.
Por su parte, Iriana, una gallega dulce, compartió su ‘Sueño erótico en las pupilas’. Su voz hizo que poco a poco se aposentara en la librería un silencio cómplice. El que se tiene cuando una amiga comparte una intimidad que la rompe por dentro.
Por último, Iván, pianista y poeta, se emocionó al recordar el momento vital que vivía cuando escribió los poemas que recitó. “Miro mi reflejo, pero no me devuelve la mirada”.
Un año más, Charo Ruano consigue que en Salamanca los poemas cobren vida. Hay muchas ganas de contar historias utilizando el poema como vehículo conductor. Hay savia poética en Salamanca.
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