Opinión

Preguntas sobre Europa

Bandera europea.

Preguntar ¿Quo vadis, Europa? no remite solo al rumbo estratégico, sino a una disyuntiva moral y política profunda. No se trata solo de saber cuánto invertir en defensa o cómo organizar una arquitectura militar común. Desde su fundación, el proyecto europeo ha sido inseparable de una narrativa de superación: la voluntad de dejar atrás la lógica del conflicto mediante la institucionalización de la paz, el derecho y la cooperación económica. Ahora Europa se encuentra en una encrucijada y la salida de la misma dependerá de numerosos factores, muchos de los cuales no dependen de ella y no controla.

Amenazada en su propia casa por el amigo americano y por el vecino ruso está obligada a buscar un camino propio por el que transitar en los próximos años. Como advirtió el historiador británico Tony Judt. “Europa es un proyecto frágil, sostenido por la memoria de su propio fracaso”, lo que nos recuerda que debe encontrar su propia estabilidad sin depender de otros actores.

La actual Europa es una idea nacida después de la carnicería de la II Guerra Mundial para levantar un continente devastado y, desde entonces, los países que la integran han realizado un camino progresivo de creación de una casa común, alejada de los odios atávicos y demonios familiares que condujeron a la segunda guerra, donde sus habitantes se sintieran seguros y cómodos, un espacio de libertad y prosperidad basado en el estado del bienestar, que garantizase a todos los europeos sus necesidades básicas y les permitiese prosperar. Como afirmó Jean Monnet, uno de sus padres fundadores: “No estamos formando coaliciones de Estados, sino una unión de personas”.

Europa se construyó invirtiendo en infraestructuras, pensiones, sanidad, educación, vivienda, cultura, armonía medioambiental… es decir en aquellos aspectos que hacían más cómoda y mejor la vida de sus ciudadanos, mientras externalizaba la seguridad del edificio común a una empresa ajena a la propia Europa: la OTAN, dominada por Estados Unidos. Todo ello mientras la familia crecía poco a poco y agrandaba la casa familiar hacia el este.

Ahora todo está en peligro y Europa se plantea aumentar considerablemente el presupuesto de seguridad, en detrimento del modelo del bienestar, pero sin tener un plan claro de supervivencia ni tampoco una hoja de ruta. En lugar de buscar alternativas a la carrera armamentística Bruselas se prepara para la guerra siguiendo el pensamiento de Henry Kissinger, un halcón, queadvertía que “la ausencia de alternativas clarifica maravillosamente la mente”. Europa aún no parece haber definido con claridad su propio camino ni las alternativas que están a su alcance.

En realidad, Europa se dispone a seguir las indicaciones de Donald Trump invirtiendo ingentes recursos en armamento y lo disfraza de autonomía. Además, los gobernantes europeos lo hacen ocultando información a sus ciudadanos y hurtando un debate público que sirva para aclarar múltiples interrogantes cuyas respuestas, si las tienen, se pretenden ocultar: ¿La guerra es inevitable? ¿Cuál es el nivel real de las amenazas a las que se enfrenta? ¿Qué nivel de seguridad puede alcanzar por sí misma? ¿Cuánto necesita gastar para alcanzar un nivel disuasorio? ¿Qué capacidad disuasoria será creíble para el oso ruso? ¿Qué guerra podría soportar Europa? ¿Cuánto puede aguantar en caso de guerra? ¿Cómo lo va a pagar? También hay otras cuestiones clave al respecto: ¿Está o estará la industria armamentística europea preparada para cubrir las necesidades o será preciso acudir a la industria de guerra americana? Y en este caso ¿Qué garantías hay que Estados Unidos no controlará las armas que le compre Europa?

Existen otras muchas preguntas: ¿Quién pagará el precio de la guerra? ¿Qué nivel de sacrificio exigirán a la población y cuanto estarán dispuestos los ciudadanos a resistir? ¿Se exigirán los sacrificios económicos pertinentes, por mucho que se nieguen ahora, solamente a las clases populares como sucede habitualmente?

Otras cuestiones económicas surgen con fuerza: ¿El déficit público no ahogará la economía? ¿Ya no importa el déficit público, que hasta ahora era sacrosanto cuando se trataba del estado de bienestar? Cuando hay necesidad de dinero para los bancos, el déficit no parece importar, pero cuando se trata de las necesidades de la gente, las reglas cambian ¿Sucede lo mismo con la industria de la guerra? ¿Qué sectores económicos van a perder el dinero que se quiere transferir a la industria del armamento?

Y, por último, una pregunta clave: en caso de guerra, ¿quién irá al frente? ¿Quién pondrá los muertos? Hasta ahora los ha puesto Ucrania. ¿Están los europeos dispuestos a enviar a sus hijos al frente? ¿Qué opinarán las familias cuando se movilice a sus hijos? ¿Qué ocurrirá cuando se reciban los primeros ataúdes de hijos, maridos o padres? ¿Quién se hará responsable de todo ello?

Responder a estas preguntas no es solo una tarea para políticos, diplomáticos o estrategas. Es, en última instancia, un debate civilizatorio que interpela al conjunto de las sociedades y ciudadanos europeos.

Como en todos los momentos de crisis numerosos sectores se plantean que esta es una oportunidad que es preciso aprovechar y que a Europa le ha llegado la hora de la verdad, por lo que es necesaria una gran movilización ciudadana que reafirme el proyecto y la identidad europea porque están en peligro la paz, la prosperidad y la democracia. Sandro Pozzi, Javier Cercas y otros muchos intelectuales han hecho llamamientos a una gran movilización ciudadana que relance la idea de Europa y las bases sobre las que se ha asentado la Unión en los últimos ochenta años.

En España artistas, intelectuales, colectivos sociales y sindicatos presentaron el pasado día 25 frente al Congreso un manifiesto contra el rearme y la guerra en Europa para explicitar alto y claro su: ‘No a la Guerra’. Se apeló también al derecho a la objeción de conciencia y a la necesidad de frenar la normalización del discurso belicista en las instituciones y en los medios. ¿Cuánto tiempo tardarán los partidarios de la guerra en tratar de ridiculizar a quienes no apoyen la guerra? En España algunos medios ya han comenzado a ridiculizar “el pacifismo trasnochado”.

No cabe duda que la mayoría de los europeos estarían dispuestos a movilizarse en la calle para defender la idea de una Europa unida, como sucedió hace unos días en Roma, pero tampoco hay que olvidar que en esas movilizaciones confluyen dos almas de Europa, dos ideas: una que ve el peligro en una invasión extranjera y propone aumentar el gasto militar a toda costa, y otra que cree que la paz y la seguridad europeas dependen más del fortalecimiento del estado del bienestar que de una hipotética invasión.  ¿Cuánto tiempo podrán convivir ambas visiones? ¿Hasta cuándo podrán manifestarse juntas ambas almas? Todos los ciudadanos queremos una Europa libre, autosuficiente, capaz de defender por sí misma, pero ¿todos queremos una Europa más justa, equitativa, próspera y solidaria?

Las dinámicas militaristas siempre comienzan de forma sutil, pero terminan deslizándose por una pendiente resbaladiza que suele acabar en guerra. “La historia no se repite, pero rima”, escribió Mark Twain, y no podemos ignorar que el lenguaje belicista se está normalizando en los medios de comunicación europeos y españoles. No es casualidad que, cada vez más, se hable de la necesidad de prepararse para la guerra, aunque todavía no se utilice esa palabra de manera explícita. Por otra parte, la propaganda bélica suele ser agresiva: deshumaniza a quien no apoya la guerra, ridiculiza a quienes defienden alternativas de paz y justifica la matanza de seres humanos.

La manipulación del lenguaje es sumamente peligrosa y se utiliza para ocultar la realidad. Putín no habla de guerra sino de “operación especial”. A algún líder europeo no le gusta la palabra rearme. El uso torticero de la semántica no produce buenos resultados. Es mejor llamar pan al pan y vino al vino, salvo que pretendas engañar desde el principio.

Decía Martin Luther King que “la guerra nunca es una solución, solo un resultado de la incapacidad de resolver nuestros problemas como seres humanos”. Precisamos líderes políticos y diplomáticos inteligentes, comprometidos con la paz y con la resolución de los conflictos. Como dijo Willy Brandt, el arquitecto de la Ostpolitik que ayudó a aliviar las tensiones en la Guerra Fría: “La paz no es todo, pero sin la paz todo lo demás es nada”.

El futuro de Europa depende de su capacidad de encontrar un equilibrio entre seguridad y bienestar, entre identidad y diversidad, entre pragmatismo y valores. En el pasado la ciudadanía española ha demostrado sobradamente su compromiso con la paz y las políticas antibelicistas. La encrucijada está aquí, y el camino que elija determinará su destino. Elegir la senda de la militarización no es una buena idea.

Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario.

@BarruecoMiguel

5 comentarios en «Preguntas sobre Europa»

  1. Yo creo que lo primero que había que hacer era preparar un poco a la gente para la lucha o la guerra como lo quieras llamar porque como van a ir chavales de 25 o 30 años que no han cogido ni una escoba en casa para barret que no anda un palo al agua y ya tiene 25 años ni estudian ni trabajan ni tienen disposición para nada en la mili por lo menos te enseñan un poquito a defenderte ya no digo atacar ni a matar a nadie que sepas defender tu posición y aquí no sabemos defendernos de nadie

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    • Yo quiero una Europa unida pero sin guerras.Tiene que haber otras alternativas.Pero,¿ qué hacer ante tanta locura y ansias de dominar al mundo?

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  2. Más armas no es más seguridad. El camino de la paz debe ser el camino de la democracia real y la preparación en defensa de la población civil no armada. También hay formas de defensa civil sin recurrir al armamento pesado y destructivo. Y finalmente hay una alternativa pacifista, que en Europa, durante varias décadas después de la 2ª Gran Guerra, ha tenido una fuerte base social que se ha perdido. Los conflictos hay que resolverlos a nivel político y se puede hacer. La Historia está llena de ejemplos, pero los estados europeos lo han olvidado. Malditas sean las guerras y los canallas que las promueven.

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  3. Magnífico artículo; soy de la opinión que los primeros que tendrían que ir a primera línea del frente son quienes promocionan e incentivan los conflictos vease: líderes políticos, dueños accionistas y altos ejecutivos de empresas armamentisticas,mandos militares de graduación de teniente hasta la cúspide….y ya si si seguimos empecinados en la no solución los más animosos y fans de las guerras y ya despues de todo eso empezarian a ir los que siempre han ido y han muerto a lo largo de la historia.

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  4. Yo quiero una Europa unida pero sin guerras.Tiene que haber otras alternativas.Pero,¿ qué hacer ante tanta locura y ansias de dominar al mundo?

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