Hay dos palabras que se repiten durante la charla con Silvestre Sánchez Sierra: Salamanca y familia. Se intuye que para él es lo mismo. Se siente profeta en su tierra. Ha sido pregonero, tiene la Medalla de Oro de la ciudad, una calle que lleva su nombre en Salamanca y otra en Aldearrodrigo, su pueblo natal. Al final de la conversación, el empresario, que primero fue policía nacional, da una lección magistral a los que quieran emprender. Es tan generoso que regala la fórmula de cómo triunfar en los negocios.
¿Qué significa para usted Salamanca?
(Silencio) Para mí, Salamanca es mi vida, mi caminar, la ilusión… Tengo 88 años, salí de esta bendita tierra siendo casi un niño, de Aldearrodrigo, hijo de una familia sencilla, de campo. Mi padre era pastor y me enseñó lo que sé. Cuando decidí salir de Salamanca, fui llorando todo el camino. Los siguientes años, la he llevado en mi corazón y sentimientos.
Tanto es así, que le puso el nombre de Salamanca a sus negocios de hostelería…
Eso es. En la Ciudad Condal tengo algunos negocios. Son separatistas, pero buena gente (Sonríe) Siempre está presente Salamanca. Soy un enamorado de Salamanca. Quiero a mi tierra y amo a sus gentes.
¿Siente que Salamanca lo quiere también?
No tendré palabras, ni corazón para poder corresponder al cariño, atención que Salamanca tiene conmigo. Me he comportado todo lo mejor que he podido. He entregado mis sentimientos, trabajo y forma de ser a Salamanca. Ahora, me encuentro comprometido con Salamanca, porque son muchas las atenciones que tienen conmigo.
Por ejemplo.
Cada año vengo en Semana Santa, que es preciosa. Ver la Virgen de la Soledad, que soy devoto, me lleva al corazón, queda escrito en mi mente y corazón. Le pido fuerza, salud para mí, para la familia, para el equipo que trabaja conmigo y para toda Salamanca. Y, en Ferias y Fiestas, donde paseo, voy a los toros… que me dan vitamina para poder vivir todo el año en Barcelona trabajando, porque con 88 años continúo trabajando lo que puedo con mis hijos Ángel y Javier y con mi cuñada. Son, junto con Salamanca, mi vida.

¿Cómo ve Salamanca desde el otro lado de España?
Llevo en Barcelona 60 años. No he escuchado a nadie que haya venido a Salamanca, que no le haya gustado. Desde allí se ve, ¡qué sé yo! Una joya, un sol. Llegas a Salamanca, entras en la Plaza Mayor, vas al centro histórico andando, das una vuelta. ¡Eso es único!
¿Qué recuerdos le trae entrar en la Plaza Mayor?
Tendría 14 años y veníamos tres amigos en una bicicleta desde Aldearrodrigo…
¿Tres?
(Risas) Sí, uno adelante, otro atrás, el otro andando. Hacía un trayecto y venía a buscar al que andaba y así hasta Salamanca. Llegábamos a la Plaza Mayor y entonces los chicos dábamos la vuelta a la Plaza por la derecha y las chicas por la izquierda. Venías a ver si veías a la novia o a la chavala que te gustaba. Eso queda escrito de por vida. Una vida que es tan corta…
¿La encontró?
Era un pillo (Risas) Tenía, tenía amigas… No las he olvidado nunca, porque soy un hombre de sentimientos humanos y cristianos buenos.
¿Esto se lo cuenta a sus nietos?
Sí y se ríen: ‘Bueno, Yayo…’ Es que es cierto. He visto los jardines en la Plaza Mayor. Es que son 88 años. Después de los paseos de la derecha y la izquierda, se pasó a la Calleja, donde estaban los restaurantes de categoría, Roma o El Candil, que nos dieron fama en todo el mundo. Y más tarde a la Posada, más allá de la calle Toro. Igual que ahora están en la calle Varillas, la Gran Vía y demás. Han sido etapas.
Pero, todo alrededor de la Plaza.
Sí, por una razón poderosa, porque es el corazón de la ciudad y, para mí, la más bonita del mundo… o por lo menos de Europa. (Risas). Sin olvidar que la Universidad nos ha dado categoría en el mundo entero.
Vivir aquellos años de postguerra, ¿marca el resto de la vida?
Mira que tengo mala memoria, pero de eso no me olvidaré nunca. Ojalá tuviera tres vidas para poder contarlo siempre. Si me permites, no sé si con todos los negocios, dinero… soy hijo de un pastor, con el ganado alrededor… no sé si es que no había más conocimiento… Quizá era más feliz que ahora, que tengo todo en la mano, tengo el coche a la puerta con un conductor esperándome; están mis hermanos, por desgracia una malita; tengo el ganado… pero entonces no había más capacidad. Era muy pobre, pero aquel puchero de patatas y aquella cazuela de leche en la noche… Teníamos hermandad, un sentimiento humano que no se encuentra hoy. Eso es inolvidable.

¿Qué consejos le daría a un joven que quiere abrir un negocio?
Desde lo más profundo de mi alma, le recomendaría: humildad, sencillez, ternura… que sea luchador. No hay nada fácil en la vida. ¡Qué no te cuenten historias! Trabaja, lucha, sacrificio, entrega… No hay que matarse, pero sí estar pendiente al máximo de cualquier cosa que emprendas.
¿Es más difícil ahora que antes?
Sí. Emprendes un negocio y si tienes cuatro ‘perras’ (dinero) te las come. Tienes que ponerle mucho empeño, entrega, trabajo, sacrificio… y si haces esto, tendrás la recompensa de subir un poco. Lo que no se puede hacer es: ‘Oye: ¡qué es viernes! ¡qué es sábado! ¡qué es domingo! ¡qué son las ocho horas!’ No, eso no vale, hay que estar dispuesto a ser una persona trabajadora, sin matarse, pero hay que trabajar con limpieza, honradez, sencillez… siendo humano y buen gestor. Hay que ayudar al semejante en lo que puedas. Eso es muy importante para poder triunfar en la vida. Si no es así, no te metas. Sobre todo, si quieres estar de fiesta el sábado, el domingo, el lunes… no te metas. Y en Barcelona tenéis un amigo que os recibirá con los brazos abiertos. Salamanca, Salamanca, Salamanca… (Se emociona).





















6 comentarios en «“No hay nada fácil en la vida ¡Que no te cuenten historias!”»
Una gran persona y un gran anfitrión para cualquiera que en su establecimiento presente la credencial de salmantino. Salud y larga vida.
No hay nadie en este país que merezca más la medalla al trabajo que Don Silvestre Sánchez Sierra un fuerte abrazo
Yo he estado una vez en su restaurante de Barcelona y es increíble el trato y la amabilidad con la que te recibe y te trata. Me enseñó todo el restaurante, coger la mesa que quisiera (terraza o interior), un camarero a nuestra disposición, en fin, que se puede decir de este Señor, que es todo sencillez, amabilidad, cercanía y humildad. Gracias Silvestre.
Un fenómeno de la naturaleza , currante como ninguno , y el mejor gestor en el restaurante salamanca , muy recomendable por cierto !! El mejor marisco y carnes , por no hablar de los jamones !! ???
La mejor persona del mundo y un gran profesional al igual que toda la familia que son increíbles.
hermanos Hijos sobrinos un diez de familia.
Gran persona, gran profesional, gran compañero. Silvestre lo tiene todo y lo lleva con orgullo. Se merece estos reconocimientos y muchos más.
Un abrazo amigo Silvestre.