Julia de la Rúa era amiga del poeta ‘Adares’, querían escribir juntos un libro, pero no pudo ser. Eso sí, barajaron varios títulos de lo que podría ser su proyecto común. Julia de la Rúa eligió: El perfil de los perros. Hablamos de 2001. Pasó casi una década hasta que la poeta salmantina escribió El perfil de los perros, una obra de violencia de género, política y sociedad. Transcurre el tiempo, De la Rúa entabla conversaciones con Cecilia Anahí, dramaturga, directora y actriz de teatro. Parece un galimatías, pero, de alguna manera, entre los tres han conseguido hilvanar una obra donde el perro no es perro, el lobo no es lobo y la mujer se levanta y camina. La charla con Cecilia Anahí va de esto y de mucho más. En otoño se podrá ver la obra en la capital charra.
¿A qué perros perfilas en El perfil de los perros?
Es la transformación que vive una mujer desde que tiene un caso que la sacude. Hace un paralelismo de que empieza como mujer a cuatro patas, como perra, luego al lobo y al final se levanta y es una mujer. El perfil de los perros es el camino en soledad para su transformación.
Le han dado la vuelta al imaginario, porque todos tenemos en la memoria infantil la figura del lobo como algo malo y ustedes lo convierten en el punto de inflexión para una mujer que quiere levantarse.
Me base mucho en el libro Mujeres que corren con lobos, de Clarissa Pinkola Estés, donde habla de la transformación de la mujer. Me lo acaba de leer y el paralelismo es clave con el texto poético de Julia de la Rúa y ‘Adares’ -Remigio González Martín- donde habla de un perro más domesticado y al lobo más salvaje. Es como salir de esa cárcel que te has puesto a ti misma y enfrentarte con tus miedos y oscuridades de la naturaleza y ver tu potencial. El aullido del lobo es la fuerza interna.
Le han dado fuerza a un animal, que lo teníamos como algo que producía miedo…
Eso es.
Al ser la directora, ha estado en todas las cabezas de los personajes ¿Cómo es estar en la de una víctima de violencia de género?
Me llegó la propuesta de Julia – de la Rúa-, una pieza poética que la quería teatralizar y lo que hice fue la adaptación dramaturgia. Además, he vivido ese proceso en mi vida. Fue como muy catártico ponerme tanto en el papel de víctima, del cual resurge, pero al final se representa la voz del hombre, porque es un poco darle voz al maltratador y hacerle el espejo en la sociedad.
¿Cómo es meterte en la cabeza de un maltratador?
El texto me llegó al final de todo mi proceso, yo ya había perdonado a la persona que me había hecho daño. Entonces, eres capaz de verlo desde fuera y darle una mirada compasiva y poder entender de donde vienen esas carencias afectivas o las otras, que hacen que se comporte de esa manera. Es un poco lo que tratamos de reflejar en el monólogo final, el dolor del hombre. Todo su humanismo. Se puede ver que puede haber tres víctimas, la mujer, el hombre y la sociedad, que es la que representan las perras.
¿Cree que el maltratador solo veja por ausencia de cariño?
Una de las vías es esa, pero no es la única. Sí que son heridas infantiles que venimos arrastrando todos y cada uno de nosotros. Luego está que se potencian más de una u otra.

¿Cuándo cree que se empieza a perdonar la mujer después de haber sido maltratada?
(Silencio) En mi caso, cuando me perdoné a mí misma por haber aceptado el maltrato. Es en ese momento cuando empiezas a relativizarlo todo, porque cuando lo estás viviendo es muy catártico. Está la fase de aislamiento y luego la que empiezas a resurgir, donde se hace patente el odio, enfado, enojo, rabia… Una vez que superas esto, te vuelves a construir y aquí comienzas a sanate. Es el momento en el que perdonas a la otra persona, pero de una manera egoísta, es para salvarte a ti.
¿Cuál es el momento en el que se hace clic y se decir hasta aquí?
A nivel humano pueden pasar años, incluso décadas. En el caso de la obra, todo pasa en una hora, donde se transita por todos los procesos. Emocionalmente, la obra está tratada muy visual, muy poética… se acompaña mucho de música, para que el tema, que ya de por sí es violento, entre de una manera más metafórica, se trabaja mucho con los símbolos. Así entra más suave.
Pero, si una mujer maltratada está en el patio de butaca…
Me ha pasado.
Dice: ‘Esto me está pasando a mí y no lo puedo normalizar’.
Hay un momento en la obra, cuando se transforma en lobo, que es cuando coge toda la fuerza y por fin grita. Es un grito desgarrador que se produce en un instante álgido de la obra que es como que rompe toda esa ira contenida, dolor, baja autoestima… todo se sacude, sale y es cuando abre y se libera. Es el momento en el que puede comenzar a crear algo. Mientras estas en el dolor, congoja o al borde de un suicidio, como que no puede surgir ese clic. Estas en la fase de sobrevivir. Es verdad que en la obra sí que se refleja un momento de violación del hombre, cuando hay relaciones sexuales sin que ella lo quiera, hacen un clic de empatizar con sus propios traumas.
Por ejemplo.
Vas viendo casos que a ti te van transportando a tus cosas. Es verdad que puede ser duro, porque te remueve lo tuyo, pero sí que puede haber unos momentos después, donde pueden ver esperanza. Dicen: ‘Vale, si paso esta fase de dolor, luego rompo, puedo volver a construirme y seguir viviendo’. Un poco el ciclo de la vida es no dejarte a ti ir.

¿Le ha pasado que también que haya habido algún maltratador en la sala?
Pasa que los maltratadores no se consideran como tal, ellos creen que son víctimas. No me llega ese feedback (retorno) he trabajado con un perfil de psicópata-narcisista. En ese caso, carece de empatía emocional. Tienen empatía de máscara, saben que provocan daño, pero les da igual. No hay ese miramiento hacia dentro. Sí que me ha pasado que vino un amigo que estaba viviendo una separación traumática y en los momentos álgidos de discusión, le pareció que los revivía y se tuvo que salir de la sala.
¿Es fuerte la obra?
Creo que no, quizá puede haber situaciones en las que el espectador se sienta conectado con una circunstancia que ha vivido.
El texto con el que ha trabajado es de Julia de la Rúa, muy amiga de ‘Adares’ ¿Cómo se imagina que era ‘Adares’?
(Risa bonita) Efectivamente, no lo conocí. Julia me llevó a la escultura que hay en la plaza del Corrillo. Nos sentamos en un banco y me empezó a contar un poco la relación que habían tenido ellos, también es para escribir otro libro. Lo he hecho como un homenaje y, por ello, hay que tener mucho respeto, porque al escribirlo, intentas conservar esa memoria.
¿Qué le ha transmitido?
Sus palabras sobre él era poesía, amor y vida. Quería mantener ese espíritu en lo que iba a trabajar. Al hacerlo dramaturgia, donde tienes que meter más acción, más conflicto… el texto con el que he trabajado era más literario… es precioso. Lo que hice es conservarlo en los monólogos, que son más largos y están basados en el texto escrito por ellos. Pero, meto mucha acción.























1 comentario en «“Perdonas al otro para salvarte tú”»
APASIONANTE!