Opinión

La paradoja de la levedad

Unas hormigas con una bellota. Pixabay.

Hoy, mientras me sumerjo en la lectura de un poema del último libro de Víctor Herrero, titulado Las sílabas del cielo, las palabras parecen danzar ante mis ojos como hojas llevadas por el viento. En uno de sus fragmentos más evocadores, el poeta confiesa: “Llevo tiempo observando las hormigas,/ sus hazañas minúsculas/ al pie del limonero,/ conozco sus caminos y doy fe/ de una fuerza asombrosa/ tras su presencia frágil./ Pero el mayor secreto, el que inclinado/ hacia su pequeñez tira de mí,/ consiste en que sus cuerpos, cayendo desde lo alto,/ no sufren daño alguno./ Se salvan por ser leves”.

Estas líneas, ricas en significado, me provocan una profunda reflexión sobre una idea que se encuentra en el corazón de todas las tradiciones espirituales: el poder que reside en lo frágil, en lo pequeño, en lo que a menudo pasa desapercibido. En un mundo donde el signo del poder parece ser la fuerza bruta, donde el tener más y el aparentar más son las medidas del éxito, resulta casi revolucionario contemplar la vida a través de la lente de la fragilidad. Nos encontramos inmersos en una sociedad que, día a día, rinde homenaje a quienes se imponen con agresividad, a aquellos que ostentan riquezas desmesuradas y a los que parecen, en su exterioridad, ser más fuertes.

Sin embargo, el poema de Herrero nos invita a explorar una noción más profunda y, sobre todo, más sabia. Nos lleva a observar a esos seres diminutos que, en su labor silenciosa, realizan hazañas admirables. Con una organización meticulosa y un esfuerzo colectivo digno de admiración, estas criaturas nos revelan que la verdadera fuerza no se mide en tamaño ni en apariencia, sino en la resiliencia, en la perseverancia y en la capacidad de adaptación ante las adversidades.

Las hormigas, con sus cuerpos ligeros, nos enseñan que lo que podría parecer frágil es, en realidad, indestructible. En su capacidad para caer desde grandes alturas sin sufrir daño, como se menciona en el poema, se esconde una poderosa metáfora. Esta imagen simboliza que el verdadero poder puede hallarse en la ligereza del ser, en la humildad de lo cotidiano. Este concepto, lejos de ser etéreo, se puede trasladar a nuestras propias vidas; a menudo, son las pequeñas acciones, aquellas que parecen insignificantes, las que generan el mayor impacto.

En este contexto, este poema nos desafía a replantear nuestras propias prioridades y a buscar la belleza en lo pequeño. Nos invita a reconocer el valor de lo que no se ve a simple vista, a entender que la verdadera fuerza radica en la empatía, en la capacidad de escuchar al otro y en el amor que se manifiesta en los gestos más sencillos. Si bien nuestra sociedad tiende a glorificar lo grandioso, es en lo cotidiano donde se encuentra la verdadera magia: en el abrazo cálido de un amigo, en la risa contagiosa de un niño, en el susurro del viento que acaricia las hojas de los árboles. El poder del trigo frente al viento.

La reflexión que emana de las palabras de Víctor Herrero nos anima a rescatar y valorar lo frágil en nuestras vidas. A menudo, es en lo pequeño donde reside el mayor significado, donde se encuentra la esencia de la existencia. En un mundo que aplaude lo monumental, celebremos lo diminuto: la fuerza tenaz de una hormiga que transporta con esfuerzo una migaja de pan, la fragilidad poética de una flor que se abre al sol, la dulzura de un momento compartido que se convierte en recuerdo imborrable. Al hacerlo, tal vez podamos descubrir un nuevo significado del poder, uno que esté entrelazado no con la dominación, sino con la interconexión y el respeto por todas las formas de vida que nos rodean.

Así, el poema resuena en nuestro interior, como un suave eco que nos recuerda que, a veces, es en la sencillez donde se oculta lo extraordinario. “Donde la muerte no tiene dominio/ cualquier debilidad se torna cántico” escribe, en su precioso libro Estancia de la plenitud, Fermín Herrero. La levedad nos invita a vivir con conciencia, a reconocer que, en cada acto de bondad, en cada gesto de amor y en cada pequeña victoria, se encuentra la verdadera esencia del poder. Se trata de la paradoja de la levedad, la que permite al herrero trabajar con lo más duro para hacerlo dúctil. El poeta es el herrero de las palabras. Al final, lo que realmente importa no es cuánto poseemos, sino cuánto somos capaces de dar y de conectar con el mundo que nos rodea.

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