Opinión

Mi sosias GPT

Un teclado de ordenador y una mano robótica. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Concluye el curso académico, uno más, e iniciamos ese gratificante tiempo de reuniones entre amigos. Han quedado tantas cosas aplazadas que, en cuanto llega la liberación, uno se apresura a organizar la agenda con comidas, cenas, cafés, tapeos y demás actividades lúdico sociales que conducen siempre al reencuentro y al compartir momentos de recuerdo y proyectos en común. Por fin, podemos decir, esto es vida. Además, he comenzado pisando fuerte, porque del encuentro primerizo surgió, entre risas, el despropósito de sustituirme en la opinión este medio, La Crónica de Salamanca, por la IA.

Y Borja, buen amigo y compañero en este accidentado peregrinar por la enseñanza, virtuoso como pocos con el desempeño de las nuevas tecnologías, se puso manos a la obra, convencido de que dando con las claves adecuadas se podría conseguir un resultado más que aseado. La cuestión era el asunto. ¿Sobre qué podía escribir el opinante, es decir servidor, en un anodino día del comienzo del estío? Al final, y en función de lo hablado con anterioridad, se consensuó el tema de los medallones en nuestra Plaza Mayor. Después de todo, hace poco fue noticia que habrá un nuevo medallón, dedicado a los reyes actuales.

El caso es que, tras varios ajustes, mi sosias GPT escribió la columna en cosa de segundos. Hasta el título que puso: «Los medallones de la Plaza Mayor: un deber pendiente». Personalmente no me gusta, salvo que deliberadamente hubiera decidido dar un perfil insulso. Pero la miga está en su desarrollo, que no voy a transcribir en su integridad, pero sí selecciono algunos cortes bastante significativos. El comienzo, por ejemplo, es delicioso: «Salamanca, ciudad de piedras que hablan y callan, ha visto estos días cómo se anuncian nuevos trabajos de conservación en su Plaza Mayor. De nuevo los medallones –esas figuras que miran, desde sus huecos, al salmantino apresurado y al visitante curioso– serán objeto de revisiones, limpiezas y retoques. El Ayuntamiento, cumplidor de sus deberes técnicos, ha diseñado un plan que, en el papel, suena a cordura: inspección de canalones, revisión de balaustradas, atención a las piedras talladas. Y, sin embargo, ¿basta con eso?».

Más adelante, esta parte me tocó especialmente la fibra: «El corazón barroco de Salamanca late con fuerza, pero el paso del tiempo y la indiferencia de las décadas pesan más que la humedad de los canalones. Los medallones, obra de escultores de ayer y hoy, no son solo adornos; son páginas de un libro abierto, rostros que deberían educar, conmover y recordar. Pero ¿qué memoria salvamos cuando algunos medallones permanecen aún vacíos?». ¿Escribo así? Pues en el éter virtual, yo soy ese. ¡Ay, por Dios!, «Que cada medallón vacío es un vacío en la memoria común. Que cada rostro maltratado por la erosión es una lección olvidada».

Y la última perla, porque «No se trata solo de limpiar canalones ni de pintar puertas para homogeneizar colores que bien está hacerlo–. Se trata de preguntarnos qué Plaza queremos legar. ¿Una que soporte el peso de los años a base de parches? ¿O una que, con ambición generosa y sabiduría patrimonial, se restaure como el gran libro de piedra que es?».

Y qué podemos añadir después de todo esto. Por mi parte tan solo una cosa, si me reconocen en estos escritos, abandono para siempre la columna.

*** Nota del editor: Todo lo que está en cursiva es obra de la Inteligencia Artificial (IA)

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios