Opinión

Caminando

Una persona caminando. Imagen de Daniel Reche en Pixabay

Se acaba el curso escolar y con ello empieza el descanso para muchos niños, niñas y adolescentes. También para aquellos, en los que los centros educativos se han convertido en una tortura diaria en los que sobrevivir ha sido una lucha maratoniana.

Queda el alivio de no tener que cruzar las puertas del centro y pedir que todo ello no se traslade al mundo de las redes sociales, para poder tomar impulso y tratar de seguir caminando hacia un presente que no duela, que sea justo para todos, que no discrimine, ni humille, ni que acabe convertido en una cicatriz difícil de cerrar, que realmente sea el que la infancia y la adolescencia merece.

Caminamos de la mano con personas rotas, difíciles de recuperar en muchas ocasiones o con la certeza de que esa familia nunca volverá a compartir o a tener las ilusiones que siempre tuvo.

Caminamos con miedo, incertidumbre, con sueños rotos y con la esperanza que podemos tener de un futuro mejor en el que no haya sufrimiento y si respeto.

Caminar de la mano de quienes no son escuchados, no es fácil, cuando asoma la injusticia y la sensación de indiferencia de quienes son culpables de haber llegado a extremos que ninguna persona debería llegar.

Asoma la empatía, pero también el silencio, que solapa a la primera. Te comprendo, sin que se sepa, te lo digo, sin que se note y que nadie se entere que yo también lo vi, porque el miedo a represalias o al que dirán si se sabe, puede más que la justicia y el derecho a la vida que tenemos todas.

La realidad de quienes sufren acoso escolar y las consecuencias del mismo, se posicionan en la última posición de prioridades de quienes nunca ven nada, de quienes no dan explicaciones porque su autoría es la que manda allí, como si fueran a heredar un sistema que ya tiene muy poca conciencia y al que le falta mucha ética.

No sirve que acabe un curso, que una persona se vaya de un centro educativo por su propia salud mental y física, que haya quien no vuelva porque ya no esté.

#masquenunca deben ser humanos y humildes para reconocer que las cosas no se hacen bien y que la deuda contraída con niños, niñas y adolescentes cada vez es mayor.

Cuando llegamos a extremos y la verdad llora, queda la voluntad de no ser indiferentes, de tomar aire y seguir luchando por los que no pueden hacerlo, porque la libertad de hacerlo y la conciencia limpia es el mejor pijama con el que me acuesto todas las noches.

Asociación Salmantina Contra el Bullying y el Ciberbullying

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