La mancebía

Lunes de Aguas en la ribera del Tormes.
Lunes de Aguas en la ribera del Tormes. (Archivo)

El Lunes de Aguas es una celebración laica cuyos orígenes se remontan al siglo XVI. Felipe II dictó unas ordenanzas según las cuales las mujeres públicas debían trasladarse fuera de la ciudad durante la cuaresma, y dirigirse al otro lado del Tormes. Eran cuidadas por el Padre Putas. Don Juan, hijo de los Reyes Católicos y Señor de Salamanca, concedió en exclusiva la explotación de la mancebía a su amigo García de Albarrategui. Años después, un regidor de la ciudad, Juan Arias Maldonado, fue nombrado Padre de la Mancebía en un concurso de méritos.

La llegada a Salamanca del hijo de los Reyes Católicos, el príncipe don Juan, trajo a nuestra ciudad la corte del heredero. Sus padres nombraron a su hijo, en 1496, Señor de Salamanca, y entre sus primeras medidas como gobernador de los salmantinos estuvo la de conceder a la ciudad algunos privilegios tales como el empedrado de las calles principales y de la plaza de San Martín. Sin embargo, la más original de todas las prerrogativas otorgadas fue reglamentar y permitir la apertura de una casa de la mancebía. El Ayuntamiento de entonces aprobó unas ordenanzas higiénico-sanitarias en las que, entre otras cosas, se prohibía a las pupilas yacer con hombres cuando estuvieran con la menstruación. A estas medidas preventivas se les unieron otras de tipo religioso.

La mancebía cerraba sus puertas durante la cuaresma, la Semana Santa y la de Pascua. Para evitar toda tentación durante el tiempo de cierre de la casa pública, las prostitutas, acompañadas por el Padre Putas, se trasladaban a una residencia propiedad del municipio en el cercano pueblo de Tejares. Las ordenanzas municipales fueron aprobadas definitivamente por el Rey Felipe II, siguiendo el modelo de las de Sevilla.

 La mancebía estuvo abierta durante más de cien años. Estaba situada junto al Puente Romano, en el Arrabal de la margen izquierda del Tormes. Era un edificio ciego hacia el exterior, con un claustro al que se abrían las dependencias o celdas de las inquilinas, a las que se les daba diariamente los jergones y la ropa de cama que precisaban para sus menesteres.

Al mando del prostíbulo estaba el Padre Putas que hacía de cobrador y abría la mancebía al anochecer, tocando una campana. Discretamente, los usuarios se acercaban para pernoctar con las mujeres, que llevaban como distintivo mantillas amarillas cortas y largas sayas parduscas terminadas en picos, de ahí el dicho castellano, vigente hoy día, de “ir de picos pardos”. De madrugada, un padre franciscano o dominico oficiaba una misa para las mujeres públicas en la capilla de la mancebía, y a continuación, antes de que la ciudad despertara, se cerraba la casa. Estudiantes, ganaderos y hortelanos, entre otros, podían así, sin escándalo alguno, retirarse a sus aposentos, y las prostitutas a sus casas, ubicadas, generalmente, en los alrededores de la mancebía.

El Domingo de Cuasimodo, domingo posterior al de Pascua, el plenario de la casa, acompañado por el Padre Putas, pasaba el río para dirigirse a la Catedral Vieja donde oían misa, confesaban y comulgaban para cumplir con el precepto de la Iglesia que impone recibir dichos sacramentos como mínimo una vez al año, por “Pascua Florida”. El lunes siguiente se preparaba la gran fiesta que ha llegado hasta nuestros días y que recibe el nombre de “Lunes de Aguas”.

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