Alfred Hitchcock a veces tiraba de humor negro. Se dice que en una ocasión fue a un funeral y, ya en el cementerio, se encontró con un amigo entrado en años al que dijo:
-Oye Jimmy, con la edad que tenemos ya casi no vale la pena que volvamos a casa…
No sabemos si le invitaba a iniciar ya el descanso eterno, ese domingo interminable que Yavéh promete a sus elegidos, o solo quería pasar un rato, sacando la petaca de whisky y contando chismes entre la apacible quietud de las lápidas.
Sea como sea, la anécdota refleja un hecho cierto: los cementerios tienen su atractivo y por eso desde hace años hay una nueva modalidad turística que ha generado el neologismo del título y programas específicos de los operadores. Años atrás, después de un paseo por la Costa da Morte, nos llevaron a un grupo de jubilados al Cementerio de Colores en Dumbria, A Coruña. (Nos gustó, pero nadie quiso quedarse. Nos esperaba una mariscada).
Reflexionando luego advertí que sin saberlo yo venía practicando ese turismo necrofílico hace tiempo, pues acostumbro a recorrer las calles viejas de los lugares que visito, los mercados, los parques y los cementerios, si están a mano. Me parece que se conoce mejor un sitio si se ve por dónde anda la gente, de qué viven y cómo yacen. Y pronto me vienen a la memoria los cementerios de Arenys de Mar (Barcelona) y de Sète (Francia), ambos en una ladera frente al luminoso Mediterráneo, con sus dos grandes poetas y con la línea del horizonte a lo lejos, separando el mar y el firmamento. El mar, que nos abre simbólicamente la puerta hacia el más allá al que van los ríos de nuestras vidas.
Ahora el Ayuntamiento de Salamanca va a aprovechar el camposanto como un recurso turístico, dotándolo de guías de señalización e itinerarios. La prensa ha hablado de puntos de interés como el nicho de Unamuno, las tumbas de Rafael Farina y del doctor Villalobos o el restaurado crucero de San Cibrián. Espero que nuestras autoridades no se olviden de otros lugares de no menor valor artístico y simbólico. Me refiero a los dos memoriales de las víctimas de la Guerra civil que la asociación Salamanca Memoria y Justicia viene cuidando hace muchos años, y que tienen un verdadero carácter monumental, con el monolito, las lápidas y las esculturas de José Luis Pinto. (Conviene recordar que muchas de las personas allí relacionadas aún carecen de sepultura digna). También están los restos del cementerio civil, con la tumba de Anunciación Casas Cerezo, directora que fue de la cárcel de mujeres de Madrid y fusilada tras consejo de guerra franquista, o la tumba de Serafín Holgado, una de las víctimas de la matanza de Atocha, cuyo funeral dio lugar a la manifestación de duelo más masiva que haya habido en Salamanca y al que se viene recordando todos los años.
Los cementerios son los lugares de mayor densidad de memoria, donde se juntan los recuerdos personales y familiares con los colectivos. La ciudad de los muertos, como la de los vivos, debe acoger y rememorar a todos, de modo que un mínimo de decencia moral exige que esas visitas guiadas tengan también en cuenta esos lugares. Más allá del valor turístico, habría un interés pedagógico (ante el auge de los ultras) y una muestra de esa justicia y reconocimiento que una sociedad democrática ha de otorgar a todas las víctimas.
























3 comentarios en «Necroturismo»
El cementerio de cada ciudad refleja muy bien la ciudad. Esperemos que el recorrido sepa plasmar todas las Salamancas, como las que indica Luis castro
En Huesca hubo que hacer un monolito al último alcalde republicano, Manuel Sender (hermano de Ramón), muy querido y cuyos restos, como los de nuestro «Lorca» local, Ramón Acín., con su mujer, Concha, jamás han sido encontrados, después de ser asesinados vilmente en las tapias del cementerio, por falangistas que días antes se hacían pasar por amigos. Ramón Acín erigió un monumento al diálogo en el parque de la ciudad, monumento que el franquismo no pudo eliminar y que se ha convertido en símbolo de la ciudad, las «pajaritas». Los fascistas no entendieron el mensaje y lo asesinaron vilmente en agosto del 36. ¡Nunca más el fascismi!
La manera de gestionar los muertos dice mucho de los vivos.
Un saludo, tío Bis 🙂