Mover una pierna de forma constante y repetitiva mientras estamos sentados, de pie o incluso en la cama es en ocasiones una forma de liberar tensiones internas, un hábito casi adictivo con el que a menudo intentamos relajarnos. Puede ser solo causa del aburrimiento, pero si detrás de este hábito hay estrés, ansiedad o sobrecarga emocional, lo idóneo es buscar ayuda profesional para mantener a salvo nuestra salud mental.
Este movimiento es capaz de poner de manifiesto nuestro verdadero deseo en entornos de los que no queremos formar parte o que simplemente no nos motivan. Ese desinterés pone nuestras piernas en movimiento (no tiene por qué ser solo una) y parece tratar de decirnos que huyamos.
Pero cuando la sobrecarga emocional es grave y somos incapaces de controlar esta tendencia, el motivo podría ser el llamado síndrome de piedras inquietas o enfermedad de Willis-Ebom, que requiere tratamiento médico para ponerle fin, dado que es un trastorno neurológico.
Afecta a millones de personas en todo el mundo y se caracteriza por la imposibilidad del paciente de cesar los movimientos repetitivos de piernas y brazos. Es habitual que ocurra por la noche, en la cama, lo que deteriora el tiempo de descanso y, por lo tanto, la calidad de vida de quien lo padece.
También incluye síntomas físicos como calambres, dolor, hormigueo, dolor o quemazón. Esas desagradables sensaciones son las que llevan a mover las extremidades en un intento por paliarlas. La falta de dopamina o el mal funcionamiento de este neurotransmisor relacionado con el sueño, la función muscular y el estado anímico, son causas de la enfermedad, que también se vincula con factores genéticos.
