La Comisión Europea defiende el acuerdo comercial alcanzado con Estados Unidos como una victoria que evita una guerra comercial, pero se ha encontrado con una ola de críticas por parte de los Estados miembros, que lo reciben entre el escepticismo y la indignación. Mientras Bruselas habla de «estabilidad», muchos gobiernos y eurodiputados lo califican de «sometimiento» y «capitulación».
El pacto, firmado por necesidad más que por convicción para frenar la amenaza de aranceles mayores por parte de Donald Trump, establece condiciones duras para Europa. A cambio de que Washington imponga una tarifa general del 15% a sus productos (con algunas excepciones como los farmacéuticos), la UE se compromete a eliminar todos sus aranceles a los bienes estadounidenses. Además, deberá adquirir energía de EEUU por valor de 750.000 millones de dólares en los próximos años e invertir otros 600.000 millones en territorio norteamericano.
El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, justificó el acuerdo como la única alternativa posible. «Algunos creen que se puede volver a la situación previa. Es bastante obvio que ese mundo ha desaparecido y tenemos que ajustarnos», afirmó, asegurando que la prioridad era dar una respuesta a las empresas, que pedían evitar a toda costa una escalada de tensión.
Esta visión contrasta frontalmente con la de los líderes nacionales. Aunque Alemania, muy expuesta comercialmente, valoró haber «salvaguardado» sus intereses, la mayoría de reacciones fueron negativas. El primer ministro francés, François Bayrou, lo calificó como «un día oscuro en que una alianza de pueblos libres decide someterse». Desde España, Pedro Sánchez le dio un respaldo sin «ningún entusiasmo», viéndolo como una llamada de atención para que Europa refuerce su autonomía y busque nuevos socios. Otros, como el húngaro Viktor Orbán, se burlaron directamente del resultado.
El rechazo es casi unánime en el Parlamento Europeo. Los principales grupos políticos lo consideran una «vergüenza» que viola las normas del comercio internacional y perjudica la competitividad europea. «Imponer un arancel base del 15% es un duro golpe», señaló el portavoz del Partido Popular Europeo, mientras que los socialdemócratas lamentaron que se han obtenido «peores condiciones» que las logradas por el Reino Unido en su propio pacto con Washington.
Incluso el sector empresarial, representado por la Mesa Redonda Industrial, mostró un «respaldo prudente», valorando la estabilidad conseguida, pero pidiendo que se siga negociando para proteger sectores clave que han quedado fuera del pacto.






















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