Igual que los cesteros tejen con la mimbre hasta darle forma al cesto, José A. Montecino ha entrelazado líneas para darle forma a unos cuadros que invitan a adentrarse y jugar en esos laberintos cuyo fin está limitado por el remate de la propia obra que puede estar presentada en círculos, cuadrados, triángulos y líneas, prescindiendo de toda representación figurativa.
Solo entrar en la sala de exposiciones de La Salina, las piezas de Montecino te inyectan vitalidad, porque logran que el ojo esté en constante búsqueda, que no pare quieto, que lo desconcierte y a la vez lo sosiegue cuando se levanta un borde de una ‘pegatina’… ¿Quién no tiene la tentación de seguir tirando hasta descubrir que se esconde debajo?

Darse una vuelta por la exposición de Montecino es bien, es aire fresco y, con estas temperaturas se agradece, pero no solo por la climatización de la sala -también- es que ofrece al espectador un diálogo con el cuadro, quizá porque además de pintor es también poeta.
‘Espacios para el deseo’ comprende una serie de obras que exploran el minimalismo y la abstracción geométrica que combina la sobriedad, la armonía y el equilibrio a través de composiciones geométricas realizadas con acrílico sobre madera.

Al salir, cogí el folleto -me gusta hacerlo cuando ya la he visto para no sugestionarme- leí lo que había escrito el autor, que no suele ser el que escribe este tipo de información y da indicaciones de cómo ver sus obras.
El propio pintor recomienda que el espectador establezca un diálogo con el cuadro. Eso sí, para cada uno será distintos, incluyo si yo volviera a ver la exposición, la primera impresión no sería igual que la segunda o tercera, porque se puede ver más veces que una. Aquí lo dejo.
Montecino invita a recorrer ese escenario plástico con una mirada introspectiva y libre de condicionantes, que permita al espectador conjugar el juicio espontáneo con las sensaciones que pueda acabar despertando en el paseante. En mi caso, la exposición me produjo una impresión de dinamismo, vitalidad y energía. A mí.






















