Si la reina Isabel II de Inglaterra tuvo su annus horribilis, Cayetano Rivera está viviendo su aestas horribilis, o lo que es lo mismo su verano horrible. El diestro lleva unos meses estivales de disgusto en disgusto, tanto en el ámbito profesional, ha tenido lesiones que le han impedido torear, como en el personal a la ruptura con su última pareja, la presentadora portuguesa María Cerqueira, se le ha sumado el altercado que protagonizó en un establecimiento de comida rápida con los dependientes y los policías madrileños.
La Razón ha tenido acceso al incidente y explica que la agarrada tuvo lugar en el McDonald`s de la calle Atocha, donde Cayetano Rivera acudió sobre las 02.30 horas. Según consta en el escrito, cuando los agentes llegaron al lugar vieron como el torero golpeaba la «ventanilla de venta» e introducía la «cabeza por la misma», mientras al parecer increpaba a una de las empleadas. Tras identificarse como policías (ya que estos iban de paisano) y pedirle que cejara en su actitud, Cayetano Rivera les hizo «caso omiso» al encontrarse «en claro estado de embriaguez».
El informe policial señala que el torero esta «agresivo y nervioso», por lo que hubo que solicitar más refuerzos policiales, una situación que se tornó especialmente tensa cuando trataron de alejarle de la entrada del establecimiento. Lo hicieron «agarrándole de los brazos», a lo que Rivera les plantó cara de manera vehemente tras ofrecer «una fuerte resistencia». Es aquí cuando, según el atestado, el torero de 48 años «se revolvió y empujó a un agente en el pecho», a la vez que «cayó al suelo», mientras trataban de reducirle sin éxito ya que en un principio les resultó una «acción imposible».
La Razón recuerda que el torero aseguró un día después que «en ningún momento» había protagonizado «en ningún acto de agresión hacia agentes de la autoridad». La semana pasada su abogado Joaquín G. Moeckel presentó una denuncia por detención ilegal en los Juzgados de Instrucción de Plaza de Castilla de Madrid.
Cayetano contó su versión
Cayetano Rivera explicó a través de varios comunicados en sus redes sociales a principio de julio donde daba su versión. «Aunque las heridas físicas duelen, no es eso lo que más me duele. El verdadero dolor nace de la impotencia y la frustración de sentirme tratado como un delincuente o incluso un ‘terrorista’ por una discusión previa, en la que en ningún momento amenacé ni agredí a nadie. Mucho menos a la policía, institución que siempre he respetado y admirado por su labor y valentía, y a la que seguiré reconociendo como tal», explica.
Por ello, quiere pensar que lo ocurrido fue un hecho aislado. «Sin embargo, también tengo el derecho -y, desde mi sentir, el deber- de defenderme de lo que considero una profunda injusticia. Agradezco a los periodistas que han mostrado interés en lo sucedido, pero os ruego encarecidamente que respetéis mi intimidad y la de mi hogar», solicita.
Y concluye asegurando que su credibilidad vale tanto como la de cualquier persona que ha intentado, con discreción y educación, construir un camino propio. «No pretendo ser ejemplo de nada, porque no me considero quién para ello, pero al menos merezco ser escuchado con el mismo respeto que ofrezco».





















