Era por el mes de agosto cuando la canícula abrasaba la Tierra y en ella estaba la joven Europa asomada a la ventana contando todas las estrellas hasta que se fijó en una llamada Vega y que era la más bella.
Tauro que por allí pasaba le cantaba: “asómate a la ventana que mañana vengo a verte” y ella le respondía: mañana será muy tarde ya que vendrá mi novio a verme.
Él dio un brinco hasta lo más alto de la torre y ella se subió a sus lomos asiéndose al cornudo como si fuera una moto de Cachorro.
Don Agustín que miraba la escena desde el cielo cogió un montón de nubes de blanco algodón y les fue quitando lo que les sobraba hasta que llegó el rocío de la mañana y una espesa bruma fue cayendo sobre los jardines del edén.
Volando salieron ambos más allá de la Vía Láctea, pero alguien que los vio partir exclamó: ¡era ella quien el rumbo marcaba, no parecía raptada!
José Luis Blanco























