Opinión

Consentida

Un joven camina por la calle con un libro. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Con este adjetivo me refiero a alguna de las generaciones nuevas, qué para los entrados en edad, calificamos de consentidas. Otros van más allá y las tildan de egoístas, por aquello de que no se conforman con cualquier salario o cualquier trabajo, cuestiones éstas que a mí sí me parecen muy lícitas y loables, me parecen muy bien ciertamente.

Las generaciones nuevas ya sea por egoístas, por vagas o por consentidas lo que están pidiendo y reclamando es que se hace necesario un cambio de las mentalidades en general. Se ha instalado ya desde décadas atrás en nuestra sociedad el mensaje de la necesidad del éxito absoluto e inmediato en nuestra juventud, detrás de este mensaje hay un alto contenido de sobrecualificación. Este fenómeno de carácter endémico condiciona el mundo del trabajo español, más de un 25% de la juventud española cursa un master para acceder al llamado ‘mercado laboral’, y sólo un 40% de nuestros jóvenes de 24 años para abajo comienza su andadura profesional, esto supone que España sea el tercer país de la OCDE en el que más tarde la juventud accede a su primer empleo, lo que abunda en una espiral de falta de expectativas vitales y de dificultosa emancipación, máxime teniendo en cuenta como está de complicado el acceso a una vivienda.

Por otra parte, y esto es lo ‘raro’, España es uno de los países con menos vacantes labores y contamos con numerosos puestos sin cubrir, a pesar de los 2,5 millones de personas en paro, lo que supone una de las tasas de desempleo más altas en la Unión Europea, algo más del 10%. A mayores de todo esto, contamos en nuestro país con el poco agradable fenómeno de la rotación, esto sucede fundamentalmente entre jóvenes que cada vez ponen más arriba su lista de prioridades en cuánto a la flexibilidad laboral, lo cual también me parece muy bien, sin llegar todavía al fenómeno de la ‘gran renuncia’, para consuelo y alivio de la patronal.

Mientras en la eurozona, de 20 años para acá, el salario medio a precios constantes se elevó un 12,5%, en España retrocedió 1,1 puntos porcentuales. La clase trabajadora joven actual en este país ha llegado al mundo del trabajo cuando lo salarios medios son inferiores, en términos reales, a los que había en 2005. Ante ello no extraña que la juventud se haya vuelto más crítica ante la calidad en el empleo, lógico y normal. O alguien pensaba que iban a ser más consentidores.

Se implementa la problemática impuesta entre la juventud ante la necesidad de saber más y más, y no mejor. Este fenómeno por desgracia también contribuye al abaratamiento de los costes laborales de la clase trabajadora muy bien cualificada, sabes más, pero vales menos. Parece complicado negarse a la ampliación de conocimientos tras la educación superior, encima viendo que es la única vía para alcanzar el objetivo de un trabajo digno. Para buena parte de nuestra juventud cursar un máster más es pura estrategia para seguir mamando de la ‘teta familiar’.

Asumiendo que se pueden resolver los problemas estructurales producidos por las todavía elevadas tasas de desempleo juvenil, por supuesto se pueden reconfigurar las opciones profesionales, ayudándose en la tecnología, dotando de impacto y propósito a nuestras vidas y por lo tanto a nuestra sociedad. La juventud le perdió el miedo a que le sustituya un algoritmo. Tampoco le asusta que la OCDE advierta que un 15% de los trabajos acabará siendo automatizado totalmente y un 35% de ellos de forma parcial, situando a la juventud como uno de los grupos más vulnerables ante esta transformación.

En la clase trabajadora joven ya le vieron las orejas al lobo, y tienen claro que no pueden continuar bajo la dictadura de la hiperproductividad vacua. Hay un cambio en marcha, desde la demanda de perfiles humanistas dentro de las grandes tecnológicas, hasta la puesta en escena del movimiento B Corp’s, compañías que construyen una economía más inclusiva y sostenible para el conjunto de la humanidad, y su reconocimiento en la “ley crea y crece”. Se puede vislumbrar que hay futuro esperanzador en el mundo del trabajo, además con sentido común.

Por. José Antonio Gallego, de CCOO Salamanca.

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