Naciones Unidas ha declarado oficialmente este viernes la situación de hambruna en el centro y norte de la Franja de Gaza, responsabilizando directamente a Israel por la crisis. El gobierno israelí ha negado de forma tajante la acusación, calificándola de «campaña fraudulenta».
La declaración se basa en un análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF), el sistema internacional más reconocido en la materia. Según su informe, tras 22 meses de conflicto, más de medio millón de personas se enfrentan a «condiciones catastróficas». El territorio ha alcanzado la fase 5, el nivel más alto, que implica una falta extrema de acceso a alimentos y agua, desplazamientos masivos y una elevada tasa de mortalidad.
El documento de la CIF alerta de que se trata de una hambruna «creada por el hombre» y que, por tanto, «puede ser revertida». Los datos son alarmantes: más del 20% de los hogares no tienen acceso a comida y más del 30% de los niños menores de cinco años sufren desnutrición aguda.
Además, los expertos prevén que la situación empeore entre agosto y septiembre, extendiéndose hacia el sur del enclave palestino. La zona más afectada actualmente es el norte, donde Israel prepara una nueva ofensiva militar.
La respuesta de Israel
La reacción de Israel ha sido inmediata y contundente. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha tachado el informe de «mentira descarada», asegurando que su país tiene una política de «prevención de la hambruna» y que ha permitido la entrada de dos millones de toneladas de ayuda humanitaria.
En la misma línea, el Ministerio de Exteriores israelí ha afirmado que la declaración de la ONU forma parte de una «campaña fraudulenta de Hamás» y que el informe ha sido «fabricado y a medida», basándose en «mentiras de Hamás blanqueadas a través de organizaciones».





















