Opinión

Borrell y Solana: la incoherencia política

Josep Borrell y Javier Solana.

Se ve que la canícula extrema inflama no solo chispas y vientos, sino también los discursos políticos, y anima a los grandes popes a salir de su olímpico silencio para iluminar al vulgo. Así, Josep Borrell, ex alto representante de Asuntos Exteriores de la UE, lamenta la pasividad de la Unión ante la masacre y la hambruna inducida en Gaza y advierte de que su descrédito terminará por impedirle hacer políticas de defensa de los derechos humanos. «Alguien tendría que actuar judicialmente para hacer que las instituciones europeas hagan lo que tienen que hacer”, dijo Borrell en la inauguración de un curso en la Universidad de verano de Santander el pasado 25.

Se da el caso de que Borrell ostentó el citado cargo hasta noviembre de 2024 y el primer informe de NN.UU. sobre Gaza es de marzo anterior. En él se acreditaba que se está cometiendo un genocidio en Gaza (ya antes lo habían denunciado varias entidades y lo vemos en directo cada día). ¿Qué hizo Borrell durante su mandato, aparte de emitir melifluas quejas? Nada. Y nadie le llevó ante los tribunales por esa inhibición. ¿Quién tomará ahora la iniciativa?

Esta incoherencia moral y política de Borrell nos ha recordado la de otro gran pope del “socialismo”: Javier Solana, que fue secretario general de la OTAN entre finales de 1995 y 1999. En declaraciones de marzo pasado dijo que si “es necesario desplegar tropas en Ucrania (…) para que haya una garantía de que Putin no vuelva a atacar a Ucrania, los países de la Unión Europea tienen que hacerlo. España tiene que pensárselo muy seriamente y participar”.

Solana escribió en 1982 un artículo titulado “50 razones para decir no a la OTAN” y mira por dónde acabó como jefe de la cosa. Preguntado por tan brutal cambio de chaqueta dijo que era porque la organización ya no se vinculaba con la Guerra fría. Pero hete aquí que luego, siguiendo las directrices de su amigo Bill Clinton y del Pentágono, se puso a montar la segunda edición de dicha guerra. En 1996 se desplegaron maniobras conjuntas de la OTAN con Ucrania y Noruega, y en 1999 se integró en la organización la primera tanda de países del antiguo Varsovia: Polonia, Hungría y Chequia. Algo que George Kennan consideró un grave error: “Creo que es el comienzo de una nueva guerra fría. (…) Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de manera bastante adversa y afectará sus políticas. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie”.

Esta expansión siguió después y hoy la OTAN ha pasado de 12 a 32 miembros, la mitad de los cuales se han adherido tras la disolución del Pacto de Varsovia. Se trataba, se trata, de aprovechar la debilidad económica y política de Rusia para marginarla del tablero europeo, olvidando la promesa de James Baker, secretario de estado de EE.UU., a Gorbachov en febrero de 1990: la OTAN no iría “ni una pulgada hacia el este”. Otros líderes de Reino Unido, Alemania y Francia dieron similares promesas a los dirigentes rusos, una vez que estos aceptaron la unificación de Alemania y su entrada en la OTAN, mientras que se disolvía el Pacto de Varsovia. Entonces se imaginaba a Europa como “una casa común, del Atlántico a los Urales”.

Las cosas, desde luego, podían haber ido por otros derroteros. Y parece evidente que la aproximación de armas y tropas de la OTAN a las fronteras rusas desde la época de Solana ha sido aquél polvo portador de la guerra actual. Una actitud razonable ante ella debería partir de esa constatación y buscar un entendimiento con Rusia y Ucrania basado en la independencia y la neutralidad de esta. Con ese enfoque, sería algo a solventar entre europeos, sin la intervención de la OTAN ni, por supuesto, de Trump. Pero la UE prefiere no reconocer su grave error y mantenerse en él, escalando en una guerra sin salida, más allá del aumento de los gastos en “defensa” y en suministro energético, la erosión de los servicios sociales, las imprevisibles impertinencias de Trump… y quizá la vuelta a la mili, como sugiere el prodigioso Solana.

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