Opinión

El verdadero comienzo del otoño

Otoño en Salamanca.

El calendario marca el inicio del otoño el 23 de septiembre, pero todos sabemos que la estación no empieza de verdad ese día. Durante unas jornadas seguimos resistiéndonos a la evidencia: el sol todavía se muestra generoso, los días conservan una luz dorada y el aire permite pasear en mangas de camisa. Es el llamado veranillo de San Miguel, un espejismo amable que nos concede una tregua antes de rendirnos definitivamente al cambio de estación.

Cuando ese último destello se apaga, y se pinta de gris el cielo, llega el auténtico otoño. La temperatura desciende sin miramientos, los días se acortan y la naturaleza comienza su metamorfosis al ritmo que le marca el sol día tras día. Los parques y los campos se tiñen de ocres, amarillos y rojos encendidos, como si los árboles se despidieran con un gesto teatral antes de abandonarse al largo descanso invernal. El aire se vuelve más denso y más fresco y, con él, cambian también nuestros ritmos: nos abandonamos a la melancolía y de alguna manera volvemos a las cosas sencillas: apetecen la lectura en casa, los paseos entre hojas secas que tapizan el suelo y crujen bajo nuestros pies, y las primeras sopas que humean en la cocina sustituyen a las ensaladas del verano.

Hay algo profundamente humano en esa transición. El verano es bullicio, exceso de luz, calles llenas hasta la madrugada. El otoño, en cambio, nos invita a mirar hacia dentro, a reencontrarnos con cierta calma que la prisa veraniega había borrado. El veranillo de San Miguel es como una frontera simbólica: nos recuerda que toda estación, como todo ciclo vital, necesita un tiempo de transición, una despedida amable antes de la llegada definitiva de lo nuevo.

Quizá por eso, quienes disfrutan de observar los cambios de la naturaleza encuentran en el otoño un gozo especial. No es solo que el paisaje cambie de colores, es que nos recuerda que el esplendor no está reservado a la primavera y que la belleza también habita en el declive. El otoño es el arte de aceptar que todo tiene su final, y de descubrir en esa certeza una gama de matices que, como las hojas al caer, nos reconcilian con el paso del tiempo.

Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario jubilado


@BarruecoMiguel

https://twitter.com/BarruecoMiguel/status/1974016081636229270

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