J.M. Ferreira Cunquero estuvo acompañado en la presentación de su doble libro –relato, Tunantes de Salamanca, y poesía, Regreso al hombre, en el mismo volumen, solo hay que darle la vuelta- por Asunción Escribano y Manuel Muiños en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo.
Asunción Escribano, poeta y profesora, comenzó diciendo que la palabra tiene un poder especial para cambiar el mundo. El libro de Manuel Ferreira tiene más que palabras.
Las 230 páginas encierran desvelos, sufrimiento, risas, encuentros, tristezas, perdones y reconciliaciones, por enumerar algunas de las sensaciones que trasmite el autor. Hay más de éstas.
Y todo ello en una encuadernación pensada y elegante, donde relatos y poemas se empeñan en contribuir a un fin social. Todo lo que se recaude con la venta del libro irá a Proyecto Hombre, ONG en la que Ferreira lleva casi una década de voluntario. Y a la que llegó, porque llevaba desde finales de los años setenta queriendo ayudar a drogadictos. Un buen amigo suyo murió “abrazado a la heroína en aquel Madrid”, comparte el escritor.
La tarea de adentrarnos en el libro corrió a cargo de Asunción Escribano. Compartió con los presentes que Ferreira Cunquero escribe con un estilismo prodigioso. “Se reconoce la mirada de Manolo. Los pícaros que aparecen son personas maltratadas por la sociedad y han aprendido a vivir sobre esas mimbres”, matiza.
Los tres relatos sondean tres tipos de pícaros diferentes, los de ayer, que delinquían para comer y los de hoy, que lo hacen para meterse un pico o una raya de cocaína, por irnos a drogas clásicas. Porque, como dijo Manuel Muiños, presidente de Proyecto Hombre, las adicciones de nuestros días también son digitales.
Los otros dos cuentos, uno responde a un relato de vida y el otro es más romántico. Los tres acaban mal. Al lector no debe importarle conocer el final de la vida de los personajes, porque lo importante está en la manera de “contar las historias de Manolo”, matiza Asunción Escribano.

La segunda parte del mismo libro, el poemario, ‘Regreso al hombre’, habla de seres que han sido maltratados, “con una retórica hermosísima”, analiza Escribano.
Los poemas van de la sombra a la luz, quizá porque Ferreira Cunquero, como voluntario de Proyecto Hombre, ha visto la fiesta en mayúsculas que se organiza cuando uno de los residentes recibe el alta y vuelve a la vida con sentido, sin estímulos.
El autor contó el proceso que le llevó a escribir los poemas. Eran los primeros momentos de su voluntariado y todo le resultaba reseñable. Ahora, después de casi una década yendo a dormir al viejo caserón, también, pero la experiencia lleva a la templanza, porque ya no solo comparte la crudeza del drogadicto, también la esperanza de una salida.
Reconoció que los relatos “están hechos a conciencia tristes, porque mi amigo lo tuvo”, compartió el autor, quien pidió que si a los presentes les gustaba el libro, lo dijeran, “para que se venda y ayude a Proyecto Hombre”.
Ferreira Cunquero recitó y compartió con los presentes dónde se había inspirado para hacer esos versos. Algunos poemas son desgarradores. Otros, tiernos. Y, todos, vivos y vividos.
Aplausos.






















