No soy sociólogo, pero me paso el día con ambos pies puestos en el suelo y cada vez veo con más inquietud la proliferación de un tipo de crítico político, o crítico de la realidad, que no se mueve de la barrera y se niega a asumir el coste que otros sí que tenemos: el coste que conlleva la implicación. Esta actitud no es exclusiva de ningún espectro ideológico, pero a mí me resulta más llamativa y dolorosa entre las personas autodenominadas de izquierdas (¿?), porque si algo define nuestra ideología es la acción transformadora de la sociedad.
Hablo de aquellas personas que poseen gran capacidad para el análisis y el diagnóstico de los problemas -la desigualdad, la precariedad, la emergencia climática-, pero cuya participación no pasa del comentario en X (antes Twitter) o en la charla entre amigos. Gentes de brújula moral fina, grandes conocedores del destino correcto, pero que en contadas ocasiones bajan al barro.
Como antes decía, la izquierda tradicionalmente se ha nutrido de la acción colectiva: del sindicato, del ateneo, de la asamblea, de la militancia en el barrio. Nuestra fuerza siempre ha residido en la capacidad de transformar la indignación en movilización organizada. Sin embargo, la era digital ha introducido una peligrosa variable: la crítica instantánea ha sustituido al activismo sostenido.
La crítica se ha convertido en una forma de auto terapia simple. Ofrece la validación moral inmediata sin el aburrimiento de asistir a ninguna reunión, la frustración de la derrota electoral o el esfuerzo de participar en cualquier tipo de acción. Este analista pluscuamperfecto puede señalar todos los errores del Gobierno, o de la oposición, con una precisión quirúrgica. Su narrativa es impecable y su idealismo intachable… Eso sí, con una implicación práctica nula.
Detrás de esta falta de implicación se esconde también un problema de pureza ideológica. Los que practicamos el activismo real, sabemos que este activismo implica negociación, compromiso, la aceptación de lo imperfecto y saber que nos derrotarán una y otra vez. La política es el arte de lo posible, no de lo ideal. El inactivo crítico vive atrincherado en el «debe ser», en la utopía inalcanzable, y desde allí ataca con su juicio y sapiencia a quienes intentamos avanzar con las herramientas a nuestro alcance y las limitaciones de la realidad.
Si desde la izquierda aspiramos a ser la fuerza transformadora de la sociedad, debemos poner toda la carne en el asador para recuperar la militancia activa y construir unas bases firmes. La crítica es necesaria como motor de mejora, pero solo sirve de algo si va acompañada de propuestas y sobre todo de un compromiso real y personal en su ejecución. El debate es clave, sí, pero la acción es lo que cambia las cosas. El sillón es cómodo, pero el cambio se hace en la calle, en los centros de trabajo y en los espacios de movilización ciudadana.
Y a ti, crítico conocedor de todos los engranajes del sistema y poseedor de todas las soluciones a cualquiera de los problemas que nos rodean, esa crítica constante sólo pone de manifiesto tu falta de voluntad, miedo o incapacidad de hacer realidad aquello que bien exiges a los demás…
























3 comentarios en «Criticar sin actuar»
Todo un profesional, oiga!
Cuarenta años de pseudodemocracia con gobiernos de mayoría absoluta y en vez de fomentar el sentido crítico, de dar preferencia al conocimiento de nuestra historia reciente y alejar de las aulas a los manipuladores religiosos . Dan como fruto la situación que reflejas. Verdaderamente Felipe Gonzalez hizo bien la labor que le fue encomendada por las oscuras fuerzas que ahora afloran de las alcantarillas en forma de ********** vestidas con togas, sotanas y uniformes. Y mientras tanto, las fuerzas de izquierda, como siempre, más preocupadas de sus sillones y las prebendas de los miembros de sus aparatos, dividiendo a sus electores, se aproximan a un panorama siniestro.
Cuarenta años de pseudodemocracia con gobiernos de mayoría absoluta y en vez de fomentar el sentido crítico, de dar preferencia al conocimiento de nuestra historia reciente y alejar de las aulas a los manipuladores religiosos . Dan como fruto la situación que reflejas. Verdaderamente Felipe Gonzalez hizo bien la labor que le fue encomendada por las oscuras fuerzas que ahora afloran de las alcantarillas en forma de ********* vestidas con togas, sotanas y uniformes. Y mientras tanto, las fuerzas de izquierda, como siempre, más preocupadas de sus sillones y las prebendas de los miembros de sus aparatos, dividiendo a sus electores, se aproximan a un panorama siniestro.