En los años 80 aquellas chapas metálicas amarillas con un sol rojo sonriente al que rodeaba un texto circular con el lema: ¿Nuclear? No Gracias!, se convirtieron finalmente en una moda que decoraba las solapas de todas las chupas de cuero de la época.
En ese momento el fervor antinuclear (muy exacerbado por lo ocurrido en Chernóbil) convivía en España con la movida madrileña, y un grupo no muy conocido, pero alma mater de la movida, llamado Aviador Dro, por ir contracorriente al movimiento, lanzó una canción cuyo estribillo decía: “Nuclear Sí, por supuesto; Nuclear Sí, ¿cómo no?”. Una canción que se convirtió en algo más jocoso y divertido al estilo del modo de vida banal y de carpe diem que proyectaba la movida, que en una verdadera canción reivindicativa contestaría al movimiento antinuclear tan potente e instaurado en la sociedad europea de los años 80.
Ante la implementación de la medida de la Junta de Castilla y León de ofrecer los autobuses metropolitanos e interurbanos por todo nuestros territorios gratuitamente y la polémica de algunos que dicen no querer pagar impuestos para ello, retomo esa consigna de Aviador Dro, para como ecologista militante exclamar fuertemente: «¿Autobuses Gratis? Sí. Por supuesto, ¿cómo no?».
Es una medida sencilla, simple y eficaz para reducir los humos venenosos que nos envuelven, pues en un autobús viajan de 50 a 55 pasajeros con un solo motor de combustión, que si viajaran en coches se convertirían en 55 motores para mover a los mismos viajeros. Es decir, prácticamente 50 veces más de gases tóxicos pululando por nuestros pueblos, campos y ciudades dañando el medioambiente y lo que es mucho más grave la salud de las personas.
No voy en este artículo a alarmar a la población (aunque hay motivos más que suficientes para ello) con los efectos negativos del cambio climático sobre el medioambiente y la necesidad de mitigarlo reduciendo las emisiones de CO2, por ser un tema del que ya han corrido ríos de tinta y del que yo no aportaría nada nuevo. Quiero advertir, en cambio, de los enormes daños que produce para la salud de las personas todos esos humos que salen por el tubo de escape. Es un tema del que se habla menos pero del que hay estudios contrastados, sin querer dar una retahíla de estudios científicos que cansen al lector, enumero resumidamente un par de ellos: la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (parte de la OMS) concluyó en 2012 que los gases que emite el tubo de escape de un diésel causan cáncer de pulmón en humanos y podrían también causar tumores de vejiga; el Farmingham Heart Study demostró en 2015 que vivir cerca de vías de tráfico intenso favorece enfermedades respiratorias crónicas.
Estos y otros estudios están en internet y se pueden consultar, pero yo, de profesión maestro, sabiendo que es difícil que los alumnos investiguen estudios tan complejos, suelo poner ejemplos muy didácticos y fáciles de entender, y ahí va mi aportación: ¿nos acordamos cuando se podía fumar en los bares que nos pasábamos un cotillón encerrados toda la noche entera en un local con una humareda que hasta te picaban los ojos?, uno salía del bar con el olor de tabaco impregnado hasta en los calzoncillos, pero al fin y al cabo salía del cotillón sano y salvo.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando en invierno para poner la calefacción alguien se queda encerrado en el garaje con el motor del coche encendido? Que muere intoxicado en pocos minutos, todos los inviernos tenemos alguna noticia trágica así; sabiendo que el tabaco es malo para la salud no hace falta nada más que este ejemplo para saber la peligrosidad y daño de las emisiones de los coches para la salud humana, e insisto, un autobús tiene un tubo de escape y 55 plazas y 55 personas en coches requieren 55 tubos de escape.
Sabiendo por tanto que es un problema de salud pública más grave que el tabaquismo, urgen medidas para paliarlo.
Como con el tabaquismo, se pueden usar medidas prohibitivas o medidas disuasorias; igual que, obviamente, prohibir fumar en bares, centros de trabajo, zonas cercanas a colegios y hospitales ha reducido la exposición de la población al humo del tabaco en los espacios públicos, medidas como designar carriles de las arterias principales de Salamanca como carril bus, peatonalizar calles, eliminar plazas de aparcamiento y ocupar su espacio con carril bici, sin duda reduciría las emisiones contaminantes cancerígenas procedentes de los motores de los coches a las que están sometidos los ciudadanos.
Pero hablamos de prohibir circular a los coches, y las prohibiciones generan rechazo en la población.
Mejor es disuadir, y para la disuasión, la política fiscal es una buena herramienta, tanto si se crean nuevos impuestos (como el impuesto a las labores del tabaco) como si se dan subvenciones (gratuidad de los tratamientos para dejar el hábito del tabaco en la Seguridad Social).
Así que elija: o subvencionar el transporte público o inflar los impuestos de circulación, matriculación, transmisiones de vehículos y crear nuevos impuestos en el precio del combustible, los peajes y los parquímetros para vehículos particulares dejando a los autobuses exentos. Pero decidan rápido, porque lo de reducir las emisiones de CO2 nos lo exigen desde Europa y nos lo aconsejan desde la OMS.
Supongo que todos prefieren la primera opción: subvencionar el transporte público y dejar los turismos en paz.
Lo digo porque ya están saliendo tertulianos, columnistas y cuñados varios a decir que porque tienen que pagar ellos los autobuses de los demás, y es ahí donde está lo engañoso de su argumentación, pues no son los autobuses de los demás, sino tus autobuses, los de todos.
El argumento es tan falaz como si yo me quejo de tener que pagar con mis impuestos una biblioteca porque yo me compro los libros en una librería y no hago uso del préstamo, o quejarme de que yo pague impuestos para una piscina pública en mi municipio porque yo tengo piscina privada en mi chalet y no hago uso de ella.
Si tú vas desde tu casa en el alfoz a trabajar al centro de Salamanca en coche cuando hay autobús gratis, es tu decisión y asume el gasto de tu caprichito.
Hay un lema que cada vez cala más en nuestra sociedad: Quien contamina paga, como el fumador o el alcohólico deben pagar los costes que provocan al sistema sanitario.
Es fácil observar cuál es el perfil del que se opone rotundamente a las políticas para el fomento del transporte público cuando es obvio que son medidas que mejoran la calidad del aire que respiramos y nos beneficia la salud a todos. ¿Quién se opone irritada y acaloradamente a las políticas antitabaco? El fumador compulsivo. Pues bien, hay adictos a la nicotina y también hay algún caso extremo de adictos al automóvil, que sufren ansiedad, nerviosismo e intranquilidad cuando tienen que desplazarse en transporte público con la muchedumbre, fuera de su zona de confort que les da su habitáculo cerrado privado, tal como el síndrome de abstinencia que siente aquel que le falta su dosis.
No será la primera vez que haya sorprendidos entre tantos compañeros de luchas por el medioambiente, en que como ecologista, salga en defensa de una medida impuesta por una administración del Partido Popular, pues bien, tras aplaudir la medida, voy con la crítica, siempre con ánimo constructivo: todas las líneas de bus de las ciudades a los pueblos que hay actualmente en Castilla y León están diseñadas para ir del pueblo a pasar el día a la ciudad y no a la inversa, el autobús sale de los pueblos a primera hora de la mañana y regresan de la ciudad al pueblo a la tarde, pensado para que los del pueblo hagan compras o gestiones en la capital; Pero ¿y el trayecto inverso? Si un padre de familia de Salamanca capital quiere llevar a los niños a pasar el día en un pueblo de la sierra y volverse en el mismo día, no puede hacerlo, tendría que viajar por la tarde, llegar al anochecer, hacer noche con el gasto que ello conlleva y volverse al día siguiente a primera hora de la mañana sin disfrutar nada del campo.
Si incluimos otra línea con los mismos horarios en trayecto inverso, aparte de mejorar la economía de los pueblos de Castilla y León llevándole turistas como por ejemplo grupos de senderistas que quieren ir y volver en el mismo día, ayudaríamos a la salud y bienestar de los más vulnerables.
Los trayectos de las capitales a los pueblos de la misma provincia de Castilla y León rondan entre los 8 y los 15 euros, eso supone que una familia de cuatro miembros tenía que invertir al menos 80 euros en un viaje de ida y vuelta para que los niños pasaran un día en el campo, algo que las familias más desfavorecidas, que suelen ser las que no tienen coche, no se podían permitir, ahora que la Junta le ha puesto el autobús gratis, debería ponerles autobuses con horarios para ir y volver en el mismo día a un pueblo cercano en un entorno natural, sin necesidad de pernoctar, algo que no pueden permitirse muchas familias, pero seguro que algo dejarán en el pueblo y, sobre todo, algo correrán los niños por el pueblo y por el campo para desintoxicarse de tanto humo y ruido de la ciudad. Porque si ya llevamos algunos mucho tiempo clamando que el que contamina pague, ¿Por qué no damos el salto también de premiar al que contamina lo mínimo?
El palo y la zanahoria, la base de los cambios conductuales de las personas, incluidos sus hábitos de movilidad.
























2 comentarios en «¿Autobús Gratis? ¡Sí, Gracias!»
Qué razón tienes Andres
Mientras no aprovechen la peatonalización para llenar esas calles de terrazas…