Maru Bernal estaba como en casa en la librería Víctor Jara y al finalizar la presentación de su poemario, La belleza de lo trágico, se marcó un Terminator: “Volveré. Víctor Jara es de las librerías más hospitalarias y Salamanca es mi mejor público”.
Al contar esto, solo cuento cómo termino. Si tienen ocasión de acudir a una presentación de Maru Bernal no se la pierdan, porque el rato que estén ahí, se les hará muy corto.
Luis García Jambrina fue el encargado de presentar a su compañera y amiga y lo hizo recordando que llevaba 30 años viviendo en Cantabria, pero Maru Bernal es una exiliada y desterrada de otro tiempo. “Ella vive en la vieja Grecia. Es nómada en el espacio y tiempo. Es una rapsoda. Es una poeta errante entre dos mundos el actual y el clásico. Nos trae belleza en este horrendo mundo”.
No fueron solo palabras que se pueden lanzar en una presentación, se cumplieron todas y cada una de ellas. Más que el concepto clásico de una rapsoda, Maru Bernal es una contadora de historias que escoge el poema para brindárselas al lector o, como en Salamanca, a los escuchantes de Víctor Jara.
La poeta compartió que La belleza de lo trágico nació de un encargo, aunque en realidad el cometido era escribir sobre la belleza de lo clásico, “pero eso es inabordable, no así lo trágico”.
Para escribir el cometido, releyó las tragedias griegas y se fue inspirando en versos milenarios como: El invierno que matará a los pájaros.
Esta luz placentera engañó a vuestras mentes… “Hay imágenes que encierran tragedias. La guerra de Troya empieza una y otra vez, solo cambiamos el nombre”, matiza Bernal.
La poeta introducía los poemas compartiendo cual era el origen de la inspiración. Lo hacía de una manera tan natural que se diluían explicación y poema.
Desde La belleza de lo trágico, Maru Bernal defiende que los niños no deberían formar parte de la tragedia de una guerra, porque antes ellos -y todos- pero la suya es más corta, tenían una vida y en un instante da un vuelco y no se recupera. Eso es lo que hace la guerra de una manera abrupta.
Conservemos la paz de los muertos y tengamos claro que no se puede cosechar el presente si se persigue lo infinito. Cojámoslas estas enseñanzas, porque están contrastadas desde la Grecia Clásica.
Por cierto, la poesía gusta y más si es generosa. La librería Víctor Jara se quedó pequeña para acoger el acto.






















