Estamos en tiempos revueltos en los que quedarse como se está es un triunfo. El mayor, conseguir que el legado de libertad, derechos y estado de bienestar se mantengan. No es exagerado decir que comienza a estar en peligro, amenazado por partidos y organizaciones autócratas y antisistema. Evitar que lo desmantelen exige acuerdos políticos entre los partidos constitucionalistas, dignidad personal de sus dirigentes y buen gobierno.
El fantasma del absolutismo vuelve a recorrer el mundo de la mano de autócratas que demonizan al adversario y aseguran obrar en nombre de un interés superior. No pretenden los cambios con ideas y entendimiento, sino con intimidación y personajes autoritarios, desafiantes y excluyentes. La divisoria social y política está dejando de ser izquierda-derecha para ser, cada vez más, demócratas-autoritarios.
Grave sería para la democracia que mermara y desapareciese el estado de bienestar, fundamento de la protección social, seguridad económica y reducción de las desigualdades. Estado puesto en pie y sustentado principalmente por partidos de centro derecha y centro izquierda, a los que, por demócratas y liberales, les esperan cada vez más ataques, descréditos y menosprecios desde los extremos que alientan la confrontación, división y desconfianza.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
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Lluvia de cenizas (2021)
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