Opinión

El silencio absoluto

Un futbolín. Imagen de Stefan Steinbauer en Pixabay

Ha vuelto a suceder, una vez más, un suicidio por presunto acoso escolar en el país de las buenas palabras y los malos actos.

Se llamaba Sandra, tenía 14 años, una familia que pide que no se olvide y que comienza dos luchas muy difíciles, una en casa y otra en los juzgados. Nadie le devolverá lo que han perdido y aunque se hiciese justicia, nunca será justa.

Sandra tenía un hermano, amigos, un equipo de futbol, ilusiones, sueños, una vida y un futuro por delante, pero también tenía a su alrededor, compañeras, si se puede llamar así, carentes de empatía, hambrientas de ego que alimentan a base de miedo, insultos y quizás conductas que quedaran en el olvido.

Me consta que apareció el silencio, la desidia, la dejadez, las cosas de niños y procrastinar por parte de quienes la debían de proteger en ese centro educativo llegó a su exponente máximo.  Sin embargo, el mundo de los sueños, que ella como adolescente tenía, acabo roto en una calle, porque otras alumnas le hicieron la vida imposible, condenándola al silencio absoluto.

El silencio se hace, la oscuridad también y aparecen las prisas, las culpas, la incredulidad, el yo creía, no sabía y sin duda el dolor y la injusticia. Dolor para una familia que no se recupera de por vida y que alertó de la situación al centro en dos ocasiones, pensando que todo acabaría, pero no de la peor manera.

Que no se olvide su nombre, que sirva para que se recapacite, pero teniendo en cuenta que Sandra nunca volverá y que su presente debería haber sido otro y no este.

Muy caro cuesta la conciencia, sin duda. La vida y el dolor no se pueden tasar, porque no hay suficiente dinero, ni justicia para hacerlo.

La injusticia de saber que se podía haber evitado hace que el dolor aumente y la solidaridad aparezca, pero a la hora de la verdad, les aseguro que la soledad, también hace su acto de presencia en el mundo del silencio en el que lamentablemente hay demasiados niños ya.

Tomen conciencia, esto tiene que acabar ya, no debe haber intereses, ni cobardía, en el sufrimiento de los demás. Los centros educativos tienen que ser espacios seguros donde haya respeto y protección a nuestros hijos e hijas y no acoso y sufrimiento.

No podemos seguir permitiendo que nuestros hijos sean moneda de cambio, ni vamos a seguir callados entre tanto interés o no se dan cuenta que el silencio hace más ruido que nunca y permanecer callados, no es una opción.

No la olviden nunca, se llamaba Sandra y tenía 14 años.

 Asociación Salmantina Contra el Bullying y el Ciberbullying

1 comentario en «El silencio absoluto»

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