Opinión

El Cristo de la catedral

El Cristo de la Agonía Redentora. Fotografía. Pablo de la Peña.

Se cumplen por estas fechas los quinientos años de la ejecución de este crucificado al que Rafael Sánchez Pascual, archivero diocesano en los ochenta del pasado siglo, tituló de la Agonía Redentora. Al hacerlo prevalecieron los aspectos devocionales sobre los artísticos, o los del sentido común, porque el Cristo está ya muerto, con el boquete de la lanzada en su costado. Pero, claro, los criterios por los que se rige la religiosidad popular son otros y la capacidad de absorber inexactitudes y contradicciones es muy amplia. Estas cosas solo se entienden, y cobran sentido, cuando se abordan desde la antropología.

Pero volvemos al tema, que son los cinco siglos. Más o menos, porque al estar indocumentada la imagen, las fechas son por aproximación, circa en el léxico científico. Durante el primer cuarto del siglo XVI, uno de los grandes escultores del occidente castellano realiza un crucificado cuya primera noticia le sitúa, tardíamente, en el convento de Santa Isabel. Seguramente estuvo ubicado en el arcosolio de la capilla funeraria de los Solís, la familia bajo cuyo patronazgo se levanta el edificio. Sí se sabe, con seguridad, que en marzo de 1836 la imagen sale del convento franciscano al quedar este suprimido por las leyes de exclaustración, el paso previo a la desamortización de los bienes eclesiásticos. El destino fue la catedral y allí es ubicado en el crucero norte, quedando como el crucificado de la basílica, puesto que los otros están dentro de las capillas. Los intentos de recuperación, cuando la comunidad religiosa regresa al convento, resultaron infructuosos. El cabildo dio largas y por usucapión allí quedó la imagen.

Durante ciento cincuenta años, el crucificado se mantuvo allí sin mayor protagonismo, salvo que el gran historiador del Arte de principios del siglo XX, Gómez Moreno, lo considera en su catálogo como una imagen valiosa y, según decían tiempo atrás los viejos, allí iban los estudiantes a rezar y dejar a modo de exvoto sus apuntes, implorando el milagro que supliera la falta de dedicación. En todo caso, lo cierto que hasta que no se funda la cofradía del Yacente, la imagen nunca fue considerada en la ciudad. En 1986, el cambio de rumbo en la cofradía, que decide salir en procesión con esta imagen, sirve para que se comience a hablar de ella. Fue con el inicio del acto El Poeta ante la Cruz y, al año siguiente, con la primera salida procesional.

Poco a poco la imagen ha ido ganando protagonismo, superando el manido tópico del crucificado más antiguo en las procesiones de Salamanca. La valía de esta obra extraordinaria no ha hecho más que crecer, en lo devocional y en lo artístico. El Cristo de la Agonía Redentora es una de las mejores esculturas de nuestra ciudad. La última restauración, realizada por Uffizzi, ha servido para potenciar lo ya sabido, igual que las intervenciones de varios especialistas en las jornadas académicas del pasado fin de semana. Todos coinciden en aseverar que estamos ante una de las piezas de referencia en la imaginería cristológica del primer tercio del siglo XVI, la de mayor calidad, sin duda alguna, cuando hablamos de estos crucifijos que el territorio del antiguo reino de León comenzaron a reflejar la influencia humanista del Renacimiento sin dejar atrás el sustrato tardogótico en el que se educaron los artistas del momento.

El Cristo de la Agonía Redentora. Fotografía. Pablo de la Peña.

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