Opinión

El Emérito se hace un ‘selfie’

La portada del libro del rey emérito.

El rey emérito publica sus memorias y, como ha pasado con el nuevo disco de Rosalía, ha causado gran revuelo antes de su aparición en España.Tanto que casi parece que ya las hemos leído.

Y si Rosalía dice que su corazón nunca ha sido suyo, porque siempre lo da, a Juan Carlos I le duele que tras dar la libertad a los españoles, «nunca pude disfrutar esa libertad para mí» y que ni tiene historia propia, pues se la han robado. Y por eso escribe su autobiografía, titulada Reconciliación.

Pero no son biografías suyas las que faltan. Por si el Alzheimer comienza a afectarle le recordamos que puede consultar al menos cuatro. La de José Luis de Vilallonga de 1993 (que se vendió como «perfil biográfico autorizado del hombre providencial que contribuyó como pocos», etc., etc.), la de Paul Preston de 2003 y las de Charles Powell y Pilar Urbano, ambas de 2011. Por cierto que todos ellos son libros muy laudatorios sobre la gobernanza del rey anterior, excepto quizá el de Pilar Urbano, que es cercana a la reina Sofía, sobre la que también ha escrito dos libros.

En su momento Paul Preston dijo que JCI «se convirtió en el actor principal de la transformación radical de España en el estado moderno y próspero que es hoy». (No sé si hoy opinaría lo mismo; tengo relación epistolar con él, pero no quiero molestarle con estas minucias). Powell, más metafórico, ya apuntó que era El piloto del cambio (título de su libro), que llevó el timón de la sociedad española -una especie de yate ‘Bribón’/Borbón gigantesco- por el proceloso derrotero que va desde la muerte de Franco hasta el 23-F. Y ahora es el propio personaje el que se retrata como un brioso jinete que controlaba la transición, que era «como un caballo al galope». Esta noción del rey Juan Carlos I como ‘motor’, ‘piloto’” o ‘jinete’ de la transición luego se ha repetido hasta la saciedad e incluso se mantiene en ciertos sectores después del conocimiento público de los escándalos que le llevaron a dimitir en 2014 y a huir a Emiratos Árabes en agosto de 2020.

Aquí mismo, ya critiqué este enfoque simplista y áulico de la historia, señalando el papel que tuvo la propia sociedad española en el proceso. Aún se podría decir bastante más, pero me interesa ahora rebatir otra idea mostrenca sobre el emérito. En el documental Salvar al rey, de Santi Acosta, se mostró la vinculación de su vida privada con su gestión institucional, algo que se ignoró durante décadas y que luego ha inundado la prensa del corazón y la televisión basura. Y ahora Bárbara Rey, teniendo millones de razones para callarse, aunque ha dicho muy poco, ha sido suficiente para dar que hablar.

Pues bien, sostuvieron entonces personajes varios de la élite política que no había que exagerar; que no era justo manchar la imagen del rey con asuntos de su vida privada. En esta, yendo de play boy o de safari, JCI se habría comportado como un tipo algo jaranero y mujeriego, que había podido equivocarse en alguna ocasión, ¿y quién no? (De casta le venía al galgo, si recordamos a la ‘Reina castiza’ y al sicalíptico Alfonso XIII). Ahora bien, con el atuendo real, en versión civil o militar, JCI experimentaba una mutación personal que le alejaba de pasiones e intereses egoístas, para llevar los asuntos públicos siempre hacia el norte de la democracia y de la justicia.

Pero es imposible separar los asuntos privados de la gestión institucional de JCI, ya que más de una vez aquéllos interfirieron en el desempeño de las tareas de la corona y en otras ocasiones ésta utilizó las instituciones para solventar sus asuntos particulares. Se erosionó así el prestigio de la institución, involucrada en actos indecorosos o ilícitos, obligando al Estado -el CESID y el CNI- a “salvar al rey” en momentos críticos, a veces con métodos opacos y dinero público, como mostró el reportaje de Acosta. Por no hablar de asuntos de plata.

La Fiscalía anticorrupción no abrió diligencias sobre el rey emérito en 2018 por su vida privada, sino por ciertos negocios ilícitos en los que se prevalió de su cargo oficial. Pero no hubo condenas: el Tribunal Supremo cerró la investigación, ya fuera porque los hechos habían prescrito o porque caían bajo el artículo 56.3 de la Constitución, que reza: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

Así pues, ahora el emérito se hace un selfie con su biografía: enfoca su imagen de mayor prestancia, lejos de la figura arguellada física y moralmente de las últimas décadas, y escoge el panorama de fondo que más le favorece, desenfocando o sacando del encuadre lo que no le interesa. Más o menos esa es la forma en que todos hacemos los selfies, ¿no? ¿Por qué entonces criticarle a él?

1 comentario en «El Emérito se hace un ‘selfie’»

  1. ¿Habrá escuchado la opinión de alguien antes de publicar el texto? Este hombre no sale de su burbuja y no tiene quien le ponga los pies en la tierra (primero, porque no quiere, es evidente). Reconciliación. A qué precio.

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