Son hombres y mujeres, son intérpretes y han estado en momentos de guerras a lo largo de la historia y también en acuerdos de paz. El Centro Documental de la Memoria Histórica los saca a la luz en la exposición Intérpretes de lenguas en torno a 1945: ecos de la historia, que se puede ver hasta el 8 de febrero.
Fueron la sombra de los grandes nombres de mitad del siglo XX. Estuvieron al lado de Hitler, Stalin, Churchill, Roosevelt, Truman… pero también en los campos de concentración.
Si la Primera Guerra Mundial fue la última de las románticas y la primera de las modernas, la Segunda Guerra Mundial ha sido la más estudiada y parece que todavía queda mucho por averiguar.
Antes del estallido de la guerra en septiembre de 1939, existían intérpretes con formación específica en los ministerios de Exteriores y de Guerra, pero a menudo fue necesario emplear espontáneamente a personas de ambos bandos con destrezas lingüísticas, porque dominaban idiomas que pusieron al servicio de las partes en conflicto, no siempre de buena gana.
Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, llegan al poder regímenes totalitarios y la situación se fue radicalizando a lo largo de la década de los treinta del pasado siglo, cuando los personalismos prevalecieron sobre la diplomacia multilateral de la Sociedad de Naciones (¿Les suena casi 100 años después?) Entonces aquella Sociedad de Naciones no pudo impedir que estallara la Guerra Civil –casi un ensayo- de la Segunda Guerra Mundial.
La exposición que alberga el CDMH son fotografías donde se pueden ver a los intérpretes junto a sus ‘clientes’, no solo los líderes, también con la sociedad civil o los prisioneros, donde la interpretación fue imprescindible en los interrogatorios, en la censura de la correspondencia y en la transmisión de órdenes en los campos de detención, incluidos los de exterminio, donde incluso los presos tuvieron que interpretar.
La comunicación entre idiomas resultaba necesaria, como señalan los comisarios de la exposición Concepción Otero y Jesús Baigorri, al recoger una declaración que realizó Primo Levi respecto a Auschwitz, para la propia supervivencia. “Que nunca nos encontremos ante un ser humano con quien tengamos que establecer desesperadamente una comunicación, bajo pena de perder la vida, y no logremos hacerlo”.

En este sentido, la muestra recoge un glosario rudimentario con las expresiones más corrientes en ruso elaboradas por un soldado español de la División Azul, prisionero en Rusia.
Intérpretes de leguas en torno a 1945: ecos de la Historia pone de relieve la labor de las y los intérpretes en el marco de un aniversario: los 80 años desde que acabó la Segunda Guerra Mundial y comenzó el proceso de Nüremberg, para establecer las responsabilidades de las autoridades nazis. Aquellos acontecimiento, ligados entre sí, tuvieron antecedentes y consecuencias, algunos de los cuales afloran en la exposición.
El conocimiento de idiomas de estas personas sirvió para hacer justicia a los millones de personas que murieron en campos de concentración, entre otras atrocidades de los nazis. Muchos de las personas que trabajaron como intérpretes en el proceso de Nüremberg eran judíos.
Las deliberaciones de este juicio celebrado hace 80 años, en noviembre de 1945, se realizaron en los cuatro idiomas oficiales –alemán, francés, inglés y ruso- y en casos excepcionales en otro que entendieran los testigos.
La selección de intérpretes se realizó mediante pruebas reales que todos debían superar para demostrar que eran capaces de realizar la función de escuchar en un idioma e interpretar al mismo tiempo hacía otro.
El encargado de localizar a estas personas fue el coronel Dostert, director de los servicios de interpretación, y buscó a los candidatos en las centrales telefónicas internacionales, en la prensa internacional… “El deseo de los miembros del tribunal de que la justicia se administrara con diligencia fue lo que contribuyó al empleo de la interpretación simultánea, que acortó al menos en dos años la duración del proceso”, puntualizan los comisarios de la exposición.

Entre los retos, la procedencia social de los intérpretes era muy variada, otros tenían experiencias de la guerra o el holocausto. Algunos se encontraban con problemas emocionales y deontológicos, tales como tener que interpretar las intervenciones de los responsables del encarcelamiento o incluso exterminio de algunos miembros de sus familias. En estos casos, se podía pedir el relevo.
“Las sesiones del proceso se grababan y los intérpretes podían revisar sus traducciones una vez terminadas las deliberaciones y antes de que pasaran a las actas literales, redactadas en los cuatro idiomas como documentos que daban fe de la validez del juicio. Aquellos filtros de calidad fueron garantía de que no hubo errores lingüísticos que adulteraran el debido proceso”, matizan los comisarios.
Ante esa objetividad que tuvieron esos profesionales, surgen la pregunta de qué pasaría ahora con la Inteligencia Artificial y los Modelos Extenso de Lenguaje, que parece que amenazan la autoría humana que ha caracterizado a la traducción e interpretación desde que existen los idiomas. “Creemos que una observación atenta de esta muestra puede servir para entender mejor lo que está pasando a nuestro alrededor. Como recuerda Edgar Morin en una obrita reciente donde se pregunta si la historia nos puede enseñar alguna lección, una de las que él extrae de su experiencia centenaria es que lo improbable puede suceder. Quienes se planteen ser intérpretes (o traductores) podrán aprender que la adaptación a los cambios ha sido una constante en la vida de quienes nos han precedido en esas profesiones. En esa tesitura nos encontramos”, señalan los comisarios de la exposición
Durante el proceso de Nüremberg hubo también intérpretes femeninas. “Fue un paso claro hacia el proceso de feminización de la profesión. Uno de los ejemplos es el de Marie-France Skuncke, de cuya correspondencia privada desde Nüremberg tenemos el privilegio de mostrar por primera vez en una exposición pública”, concluyen los comisarios.
La exposición habla de personas que estuvieron al lado de la toma de decisiones que cambiaron el mundo, porque tenían que estar ahí.
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