Hay decisiones que no deberían costar tanto. Elegir entre la tortilla con o sin cebolla, por ejemplo, es fuente de guerras familiares, apostar por vacunarse, en cambio, debería formar parte del mínimo común denominador de lo sensato, tan automático como cerrar la puerta al salir de casa, ponerse el cinturón en el coche, o utilizar el paracaídas cuando saltas de un avión.
Sin embargo, cada otoño, como si fuera una tradición absurda heredada de tiempos menos ilustrados, como si nuestra sociedad conservara un gen ancestral para la superstición, vuelve el desfile de opiniones sin fundamento sobre la vacunación: que “no hace falta”, que sí “a un primo de un amigo le sentó fatal”, que si “yo me fío más de mi sistema inmune”. El sistema inmune está muy bien, es maravilloso, sí, pero no deja de ser como un violinista virtuoso: rinde mejor con una buena partitura delante. Y las vacunas son exactamente eso. Porque, por mucho romanticismo que le pongamos, lanzarse a pelo contra virus que llevan años estudiándonos no es valentía: es temeridad.
Este otoño confluyen tres protagonistas en busca de su minuto de gloria: la vacuna frente al Covid-19, la antigripal de toda la vida y la del herpes zóster, esa aparición desagradable que parece escoger siempre el momento oportuno para recordarnos que la varicela no es un recuerdo, sino un inquilino dormido.
Covid-19: la historia no ha terminado
Aunque algunos crean que la pandemia fue solo un mal sueño y que ya podemos pasar página, lo cierto es que el virus sigue por ahí, adaptándose, mutando y aprovechando cualquier descuido. Las vacunas actualizadas están diseñadas precisamente para eso: para mantenernos un paso por delante.
¿Quién debería vacunarse? Principalmente mayores de 60 años, personas con enfermedades crónicas, embarazadas, profesionales sanitarios y cuidadores. Vamos, quienes tienen más que perder si el virus decide hacerles una visita.
La gripe: la veterana que nunca falla
La gripe es como ese personaje secundario de las series que no te cae del todo bien, pero aparece cada temporada sin falta. Y, a veces, con capítulos realmente intensos. La vacuna antigripal no solo reduce la probabilidad de enfermar; también evita complicaciones graves y hospitalizaciones.
¿Para quién está indicada? Mayores de 60 años, personas con patologías de riesgo (cardiacas, respiratorias, renales, metabólicas), embarazadas, bebés a partir de 6 meses con factores de riesgo, personal sanitario y trabajadores esenciales. También quienes conviven con personas vulnerables. Porque vacunarse no es solo un acto de autoprotección, sino de civismo social.
Herpes zóster: el visitante que nadie invita
El herpes zóster es ese recuerdo inesperado de la infancia: la varicela que vuelve en forma de factura atrasada. Provoca dolor, a veces invalidante, y complicaciones que pueden durar meses. La vacuna, en cambio, es breve, indolora y eficaz.
¿Quién debería recibirla? Mayores de 65 años y personas con determinadas condiciones que debilitan el sistema inmunitario. Porque no hace falta esperar a que el cuerpo nos dé un susto para cuidarlo.
¿Y los antivacunas?
¡Ah!, los antivacunas… Ese curioso fenómeno sociológico. Se autocalifican como influencers, hablan con una seguridad pasmosa, como si hubieran pasado años entre microscopios, ensayos clínicos y revisiones sistemáticas, cuando muchos no han abierto un libro de biología desde el instituto -si es que abrieron alguno-. Ignorantes revestidos de sabios. Suelen advertir de peligros imaginarios mientras ignoran riesgos reales. Aconsejan no vacunarse desde la tranquilidad de saber que el resto sí lo hará, beneficiándose del escudo colectivo que tanto critican. Una especie de ‘parasitismo epistemológico’, si queremos ponernos finos.
La idea es sencilla: no basemos en supersticiones una decisión que afecta a nuestra salud y a la de quienes más queremos. Las vacunas no son infalibles, pero sí extraordinariamente eficaces. Y, sobre todo, están estudiadas, supervisadas y recomendadas por quienes sí saben de esto: profesionales formados que dedican su vida a proteger la salud pública.
La revolución cotidiana
Vacunarse no es una moda ni una bandera ideológica: es un acto de responsabilidad, de sensatez y, por qué no decirlo, un gesto de solidaridad con los más vulnerables. Es la forma más discreta y elegante de decir “me preocupo por mí” y “me preocupo por ti”. Un pequeño gran acto revolucionario en un mundo que frecuentemente glorifica la opinión ruidosa por encima de la evidencia silenciosa.
Es una elección minúscula en apariencia, pero gigantesca en su impacto: un acto de sensatez, de empatía y, en cierto modo, de poesía cívica. En un mundo donde a veces se aplaude más el ruido que la razón, vacunarse es una pequeña rebelión a favor de lo real, de lo que realmente importa.
Así que, cuando llegue el momento, acuda a su centro de salud y ofrezca el brazo. Un pinchazo. Un minuto. Una temporada más segura por delante.
Y deje las aventuras para lo que realmente merece la pena. Si quiere emociones fuertes, salte en parapente, haga puénting o recite poesía en una reunión familiar. La vida ya tiene suficientes riesgos como para inventarse más. Los virus no necesitan que les demos más oportunidades: ya se bastan solos.
…Y si todavía le quedan dudas, hable con su médico de familia, que es quien siempre está ahí si lo necesita.
Por. Miguel Barrueco Ferrero, médico y profesor universitario jubilado
¿Cuán importante es la salud? https://t.co/ncGZkkpJcR
— Miguel Barrueco Ferrero (@BarruecoMiguel) November 20, 2025
























2 comentarios en «Vacunarse: ese pequeño acto revolucionario»
Buenos días me he vacunado del coby y de la gripe y del herpes fortes he preguntado y me han dicho que aún no me tocaba tengo 70 años y me han dicho que pregunte para el año que viene
Pero, por qué hace falta una explicación, tan magistral como entendible para la población general, como la expuesta por el profesor Barrueco??
Insisto, pero por qué??
Desde Jenner y Pasteur está científicamente demostrado. Y posteriormente muy trabajado, modificado y mejorado. Por científicos, no por seguir modas macabras de indocumentados que sólo se dedican a manejar «redes».
Gracias Miguel B.