“La muerte nos enseña a aprovechar lo mejor de la vida”

Enrique Bonete, catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Salamanca publica 'Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir'
Enrique Bonete presentó 'Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir', en la librería Víctor Jara. Fotografía. Pablo de la Peña.

Todos estamos sujetos a la muerte, y hoy somos y mañana no. No lo digo yo, lo dice Don Quijote y también Enrique Bonete en esta larga conversación donde se hablará de la muerte, no desde la pena, más bien desde la alegría de la vida, del disfrutar de los amigos, familia, momentos… La excusa para este encuentro ha sido la publicación de ‘Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir’.

Sabiendo que cada día morimos un poco, ¿Por qué nos cuesta tanto sabernos murientes?
Muriente es un término que utilizo para mostrar la conciencia de que ya se está muriendo. Nosotros somos murientes porque vivir es un proceso de morir lentamente, según el paso del tiempo. El muriente es el consciente de que ya se está muriendo. Tiene una enfermedad terminal, le quedan unos meses de vida… y en ese sentido puede tomar decisiones morales.

En una vida sana, ni nos damos cuenta que nos morimos poco a poco.
¡Claro! En ese sentido todos somos murientes. Pero, en sentido estricto, murientes son aquellos que ya, lo importante es el ya, se están muriendo. Nosotros, tú como periodista y yo como profesor, ahora somos murientes, porque nos estamos muriendo. Pero, si tuviéramos un diagnóstico terminal, tiene que tomar decisiones de con quién hablar. Por ejemplo, en el libro, Nuria considera importante reconciliarse con sus padres.

Enrique, una pregunta de primero de básica de Filosofía: ¿A dónde vamos? ¿Cuál de todos los grandes filósofos ha dado la mejor respuesta?
Los clásicos Epicuro, Cicerón, Séneca… tienen una sabiduría especial que nos hace tomar conciencia de la mortalidad, para vivir con sentido y vivir mejor. Luego están los filósofos cristianos que han señalado el a dónde vamos, es un a donde vamos hacia Dios y la muerte es un tránsito por el que pasamos hacia Dios. Por otra parte, los modernos planteaban la inmortalidad del alma. Intentaban demostrarla racionalmente.

¿Y, ahora?
En el siglo XX, cuando Heidegger estableció que el ‘hacia dónde’ es la muerte. Vamos hacia la muerte. No hay más allá. O por lo menos filosóficamente no se puede plantear que haya un más allá. Depende de dónde nos coloquemos. Si el hacia dónde es aceptar la vida, los clásicos sirven; si es aceptar la vida más allá de la muerte, los cristianos son los más influyentes intelectualmente para impulsarnos a la esperanza más allá de la muerte.

Si hubiera un denominador común entre todos los filósofos, ¿sería la muerte lo que les une?
No, más bien sería la vida. Han pensado la vida, cómo debemos vivir… pero pensar la vida implica, pensar la muerte. Por eso, los grandes filósofos, desde Platón, pasando por los que te he mencionado antes, pero sobre todo en el siglo XX, los grandes filósofos han pensado en la muerte.

¿Cómo la han razonado?
La finitud humana la han pensado desde un modo racional, existencial, ético… Es más, Schopenhauer considera que la muerte es la inspiración, es la musa, lo que impulsa la actividad filosófica. En este sentido, todos los filósofos tienen en común la conciencia de la finitud y que todo cambia, todo desaparece y el cambio de la realidad cronológica, natural.

Enrique Bonete presentó ‘Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir’, en la librería Víctor Jara. Fotografía. Pablo de la Peña.

Por curiosidad, ¿qué respingo pegó en su silla cuando leyó el correo de Núria que decía: ‘Querido profe, me invaden las tinieblas y tengo miedo’?
Me impacto. Decidí no contestar.

¿Por qué?
Porque me parecía que no era oportuno que le contestase a una alumna. Tardé unos días, porque no me encontraba con ánimo de meterme en esa temática. Te escribe una alumna con esa problemática, tiene cáncer, y no sabes qué decirle. Más tarde, me parecía cruel no contestarle y lo hice.

¿Qué le puso?
Le di las gracias por escribirme, que comprendía su situación y que no sabría en qué podría ayudarle y le prestaba mi apoyo. Darle un poco de ánimo. Me impresionó, pero reaccioné a los ocho o diez días en la conveniencia de contestar.

¿Qué pasó después?
Que ella se ilusionó.

¿La reconoció?
No, me mandó unas fotografías para que la recordara y empezamos a escribirnos de muchos temas.

Y esas ‘cartas’ sin sello ni sobre se convirtieron en este libro Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir.
Es una selección de aquellos correos centrados en el sentido de la vida y de la muerte.

Enrique, ¿Núria sacó buena nota en su asignatura?
Según el recuerdo que tengo de ella, sacó sobresaliente. Era inteligente y una gran lectora. Leía ensayos, poesía… Además, quería escribir bien. Le ilusionaba escribir conmigo, leerme y criticarme. No tenía nada que hacer, por lo que le resultaba un estímulo todos los correos electrónicos. Ella era muy atea, muy crítica con los filósofos y lo hacía bien.

Para ella, escribir fue sanador.
Creo que el proceso de escribir, para quien ha sido una lectora y le ha gustado escribir, cuando se está enfermo, puede morir y tiene mucho tiempo por delante, escribir es terapéutico, porque sacas del alma, del corazón todo lo que tienes dentro, la angustia, la preocupación. Escribirlo es un proceso terapéutico, sanador. No hace falta saber escribir, ni ser literato, cualquier persona puede expresarlo.

¿Es necesario saber escribir bien, conocer el lenguaje para que alivie?
Cuantas más lecturas tengas de fondo, más capacidad tendrás para escribir. Pero, por mi experiencia con Nuria, escribir da fruto, serenidad… porque te desahogas, expresas los sentimientos, te lees a ti misma. Mucho mejor aún es escribir con otra persona, para ella yo era su confidente. Al final es lo que dice Epicuro, vana es la palabra del filósofo que no cura alguna enfermedad del alma. La filosofía clásica consideraba que el pensamiento ayudaba a enfrentarse a la adversidad, a la enfermedad y a la muerte. Quien dice pensamiento… escribir, que ayuda a expresar lo que uno tiene dentro, lo separa de sí mismo. Es bueno escribir.

Enrique Bonete presentó ‘Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir’, en la librería Víctor Jara. Fotografía. Pablo de la Peña.

Pasaron años hasta que se decidió a convertir esos correos en un libro. ¿Cuándo estaban carteándose pensaron que se convertiría en un libro?
Ella en algún momento lo dice. De hecho, habla de que podrían difundirse como las cartas que mantuvo Descartes con la princesa Isabel de Bohemia. Le gustaba lo que le contaba de Montaigne, Schopenhauer, Unamuno… ella se esforzaba en escribir y se llegó a plantear que se publicaran los mejores correos porque podría ayudar a otras personas. Ella tenía esa ilusión, pero no quería que se supiera quién era.

¿Usted quería?
No tenía ánimo de publicar nada. Durante la pandemia seleccioné lo que más me gustaba filosóficamente y lo archivé. No sabía qué hacer con ese material. Han pasado varios años. Ella debió morir a finales de 2018 y lo he tenido archivado mucho tiempo.

¿Lo tiene todo guardado?
No, solo me quedé con lo que está publicado.

Se ha referido a Montaigne, un filósofo que abogaba por el aprovechamiento del tiempo, goce de lo cotidiano, disfrutar al máximo de la vida… ¿Por qué tenemos tantas reservas de seguir abiertamente estas consignas? ¿Es por nuestra cultura cristiana de poner la otra mejilla?
No, creo que no tiene nada que ver. Montaigne tiene una cultura cristiana, es renacentista. Montaigne muere en su castillo mientras se está celebrando una misa, todo lleno de gente, tiene un tumor en la garganta, se ahoga y se muere delante de todos antes de comulgar. Era un hombre cristiano, pero es que el Cristianismo también acentúa el vivir el hoy, el presente, aprovechar el tiempo.

Vivirlo, no malgastarlo.
Eso es. Hay que vivir la vida misma, el afecto, las amistades, el amor, la música, la lectura, la compañía… los momentos de felicidad. Según Montaigne, la muerte ayuda a las personas a vivir con mayor sensatez y, por tanto, a disfrutar de la vida en el mejor sentido de la expresión.

¿Cuál es ese sentido?
No es emborracharse, hacer grandes juergas… No lo decían ni Epicuro, ni Séneca, ni nadie. Disfrutar de la vida para estos grandes filósofos era estar con los amigos. Ellos pensaban que la vida tenía un sentido vinculada a la amistad. Por tanto, la muerte nos enseña a aprovechar lo más valioso de la existencia que es la amistad, el amor, la familia… No tiene nada que ver con la otra mejilla, porque insisto, que el Cristianismo por la conciencia de la muerte y de la vida después de la muerte con Dios, también insiste en aprovechar la vida y en tomarla con seriedad, no derrocharla estúpidamente, en vivir sensatamente y en amar.

¿Cuál sería la médula, el centro?
El núcleo de la existencia es amar al prójimo. Con otro lenguaje Montaigne o Epicuro dicen lo mismo. Lo fundamental de la vida es el amor, el estar juntos, el comer y beber todos juntos. Es una sabiduría, la muerte tiene esa pedagogía, porque nos enseña a vivir así. La muerte nos produce un dolor por la separación de los seres queridos, no porque ya no tendremos dinero, casa o coche. Lo más doloroso de la muerte es la separación de los seres queridos. Por eso, la muerte nos enseña a aprovechar lo mejor de la vida que es las relaciones con los seres queridos.

Enrique Bonete presentó ‘Querido profe, me invaden las tinieblas. Diálogos sobre cómo vivir y morir’, junto a Ana Hernández, en la librería Víctor Jara. Fotografía. Pablo de la Peña.

¿Es consciente, cuando explica las posiciones éticas del final de la vida, de cómo puede afectar a los que lo están escuchando?
Lo soy. Mis alumnos me escuchan con atención. En el caso de Núria, creo que su año fue el primero que yo hablaba de tanatoética, de la ética de la muerte. En este sentido, Núria es un ejemplo de que les puede impactar. Cuando hablo de la libertad humana para destruirnos o no, de los argumentos que hay a favor y en contra, hay que explicarlo bien, para que los propios alumnos no se asusten.

Ya están en la Universidad, me sorprende que se asusten.
Muchos de ellos no han oído hablar de la muerte. Por tanto, cuando en el curso de ética les hablo, se quedan sorprendidos, no saben cómo… Nadie les ha explicado nunca esta realidad. Viven como si no se fueran a morir. Influye en su existencia.

¿Se lo hace saber?
Sí, me dicen que desde que están en el curso, ven las cosas de otra manera y dialogamos de otro modo. En teoría, el profesor debe influir, en el buen sentido, en la vida de los alumnos, para bien, claro.

Nuria murió en el 2018…
Muy a finales, porque ya no me contestó a los correos. El libro El morir de los sabios, que escribía en ese tiempo, se publicó en septiembre de 2019, ella ya no lo vio, se lo dediqué. He calculado que no llegó ni a esas navidades.

¿Ha cambiado mucho la mentalidad de los alumnos en esta última década?
Han cambiado muchas cosas en la vida, lo que no ha cambiado es la inquietud que nos produce a todos el morir, tanto a los jóvenes de hoy, como a los de 2018 o de la época griega. Hay un interrogante profundo en el ser humano, porque somos los únicos animales conscientes de nuestra mortalidad. Los animales viven el presente, pero nosotros vemos un futuro a largo plazo y sabemos que nos vamos a morir.

¿Qué pasa cuando eres más conscientes de eso?
Ella me dijo: ‘Profesor, se lo tengo que reconocer, la muerte me inquieta, es inquietante’. Esa sensación que tenía ella, creo que la tenemos todos. Forma parte del rasgo humano. ¿Qué me está pasando? ¿Me estoy muriendo? De verdad, ¿voy a desaparecer? ¿La muerte no es una cosa de los viejos? Soy joven, ¿qué va a ser de mí? Se interrogaba de un modo radical y conmigo tenía esa cercanía de podérmelo decir, no a sus padres.

¿Eso nos pasa a todos?
Es común a todos los seres humanos. Da lo mismo la edad que tengas, cuando eres más joven es más dramático, parece que es inesperado.

¿Qué está pasando ahora con la muerte?
Es una huida, una ocultación, una especie de tabú. Nadie habla de ello, ni lo quiere pensar nunca.

Ya…
Por eso, cuando mis alumnos se enteran de que los grandes filósofos han pensado la muerte, les sorprende.

Es lo único seguro que tenemos.
Todos nos tenemos que enfrentar ante ella. Varía la actitud.

¿Cuál es la actitud dominante hoy en día ante la muerte?
Nunca pensar en la muerte.

Es un error.
Sí, porque se es menos feliz cuanto menos se piensa en la muerte.

Explíquese.
Es más feliz quién piense en ella. Según Montaigne el que piensa en ella, no se asusta. La vas integrando y no nos impide la dicha de vivir.

¿Cómo se queda uno después de haber escrito este libro?
No he sido consciente hasta que no se ha publicado del impacto que está teniendo. Tengo la sensación de una especie de misión cumplida. Una alumna me escribió, le contesté… acumulé un material y no sabía qué hacer con ello.

Y ahora…
Ahora que lo veo publicado y que me llamáis… digo: ‘Ha merecido la pena’.

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Más artículos relacionados

Te recomendamos

Buscar
Servicios