La antigua Casa de la Mendicidad atendía a las personas sin recursos de la ciudad y a los transeúntes que deambulaban de un lugar a otro, sin familia que los acogiera y sin techo donde pasar la noche. En 1979 estaba cerrada por amenazar ruina. Caritas Diocesanas y el Ayuntamiento adquirimos dos pisos para abrirla, pero se produjo una contestación muy fuerte de los vecinos que no querían tener al lado de su casa a los indigentes de la ciudad.
Ante tanta presión e incomprensión optamos por rehabilitar la vieja Casa de la Mendicidad, CM, que era regentada por la Asociación Salmantina de Caridad, ASC, y que al enterarse de los problemas pusieron a nuestra disposición con carácter provisional el edificio de la calle Juan de la Fuente. La ASC se disolvió y la propiedad del inmueble pasó al Ayuntamiento de Salamanca.
Encargamos el proyecto de su remodelación al arquitecto municipal Fernando Bueno. Fueron diez millones de pesetas lo gastado en la obra y el amueblamiento. Los problemas más importantes detectados en la vieja Casa de la Mendicidad fueron humedades y la falta de medidas higiénicas. Independizamos las áreas de utilización diurna de la nocturna y los comedores de los dormitorios, y se creó una nueva zona de estancia. El centro remozado contaba con 11 habitaciones individuales, un dormitorio común de 8 camas y un amplio comedor. También se dotó a la casa de dos salas de estar, dos aulas, una oficina, un despacho, aseos y vivienda para el conserje.
La Mendicidad se abrió nuevamente el 29 de abril de 1982. Era una necesidad para Salamanca. El obispo Mauro me acompañó en la inauguración. Estuvimos hablando de la importancia de Caritas para la Iglesia. Siempre he considerado que es la institución mejor valorada de cuantas tiene la Iglesia en España, el obispo también lo creía así.
La Mendicidad podía alojar unas 40 personas, aunque cuando la pusimos nuevamente en marcha solamente se aceptaban 22. Se atendían indigentes, marginados, alcohólicos crónicos y enfermos mentales sin hospitalizar.
Se pretendía su reinserción social. Los transeúntes podían acogerse a la casa durante tres días como máximo para evitar que se saturara, pero en casos extremos se podía aumentar alguno más por decisión de los trabajadores sociales o del concejal responsable.





















