El empresario Silvestre Sánchez Sierra falleció el pasado 5 de diciembre en Barcelona a los 88 años, dejando tras de sí un legado que unió gastronómicamente a dos ciudades. Aunque nació en Aldearrodrigo, su vida dio un giro decisivo cuando, con poco más de veinte años, se trasladó a la capital catalana para ingresar en la Policía Nacional. Sin embargo, su verdadera vocación florecería una década más tarde en la hostelería.
En 1969 fundó el Grupo Silvestre, transformando el antiguo Bar Can Rosith de la Barceloneta en el emblemático restaurante El Salamanca. Fue el inicio de un imperio culinario que se expandió con locales icónicos como La Barca del Salamanca en el Port Olímpic y El Portonovo, convirtiendo siempre al jamón de bellota en su bandera y seña de identidad. En Salamanca abrió el mítico Pato Rojo.
Apasionado de la tauromaquia y del fútbol, Silvestre nunca olvidó sus raíces. Esa devoción por su tierra le llevó a ocupar la vicepresidencia de la Unión Deportiva Salamanca durante su época dorada en Primera División, siendo testigo y parte activa de las grandes tardes de gloria en el Estadio Helmántico.
Empresario hecho a sí mismo, era dueño del Grupo Silvestre. Un gran luchador, trabajador incombustible y, sobre todo, una buena persona, enamorado de Salamanca y de Barcelona, en especial de su Barceloneta.
Deja tres hijos y tres nietos. Su velatorio tuvo lugar en Barcelona el 6 de diciembre y el domingo se celebró la ceremonia religiosa en el tanatorio de Les Corts.
A continuación su restos mortales fueron trasladados al tanatorio San Carlos Borromeo de Salamanca, donde tuvo lugar el velatorio este lunes, entre las 9 y las 14 horas. Después, una misa en la iglesia de Aldearrodrigo antes de darle sepultura.
