A vueltas con el médico rural. Unos aseguran que hay consultorios abiertos en todos los pueblos y los otros que no hay médicos. Ni un partido ni otro conocen la problemática real que viven los vecinos de los pueblos pequeños.
Una de ellas, quizá la más grave, es que los vecinos no saben el día exacto que va a ir el médico. Tienen que acercarse por la mañana a ver si ese día toca que los visite, porque ya ni siquiera tienen día fijo asignado. Además, en la mayoría de los casos, es la primera vez que lo ven. Raro es el pueblo pequeño que tiene un médico fijo que los conoce por su nombre. El médico va cuando puede. Debe de ser que el aire tan sano que se respira en el pueblo vale para curarlo todo.
He tardado unos días en poder escribir esto, porque he estado atendiendo a mi madre que se encontraba mal. Ella es de las personas que se ha resistido a dejar de vivir en el pueblo. Cuento cómo fue la situación. Uno de nuestros vecinos vio que no había levantado la persiana de la casa y avisó a un familiar, que se acercó. La vio mal y le dijo que estaba el médico en el pueblo, que lo avisaba para que fuera a verla.
Hasta aquí, perfecto. La solidaridad en los pueblos es magnífica.
Fue al consultorio y avisó al médico que había ido ese día a pasar consulta, porque cada día va uno distinto, y le explicó la situación. Esta fue su respuesta. “Ya me iba, luego la llamo por teléfono”.
Agradecida señor médico por su buena disposición a irse cuanto antes del consultorio de pueblo. Ese donde solo van personas mayores, con achaques propios de la edad y con ganas de contarle qué les ocurre. ¿Cómo se me ocurre pensar que iba a ir a ver a mi madre si ya había apagado el ordenador? ¿En qué cabeza cabe que usted recorra 300 metros, quizá menos, para ir a ver a un enfermo a su casa? ¿Quién me creo yo –pagadora de impuestos al igual que mi madre- para pensar que tengo derecho a que me visite un médico si estoy enferma?
Me encanta su Juramento Hipocrático ese que dice guiar la práctica médica, comprometiendo al doctor a actuar por el bienestar del paciente, preservar la vida, mantener la confidencialidad, evitar el daño… Usted querido médico rural de un pueblo de la comarca de Ciudad Rodrigo lo ha cumplido al pie de la letra, no le ha faltado ni una coma -continúo con la ironía-.
Menos mal que el día que se puso mi madre enferma no estaban ustedes de huelga, como este martes. Quizá hubiera sido mejor, porque así habría habido un motivo para no visitarla. Ese día, al menos convocada, no estaba.






















