Opinión

Vídeo | La sabiduría escondida en Chaturanga

Marta Corrionero, maestra de Ganesha Salamanca.

Bienvenido todo el mundo a este espacio dedicado al yoga.

Si ya practicas yoga, sabes de lo que hablo con respecto a Chaturanga. Si no, te lo cuento: Chaturanga Dandasana es esa postura en la que el cuerpo tiembla, los brazos arden y la mente empieza a negociar con el universo: “Solo un poquito menos… por favor”. Es el instante en que te preguntas por qué no elegiste pilates o natación. Pero ahí estás, suspendido a unos centímetros del suelo, sintiendo cada músculo y cada pensamiento al borde del colapso.

Chaturanga es incómoda. Y por eso, es profundamente honesta. Te enfrenta a esa parte de ti que quiere rendirse, que busca atajos, que prefiere el descanso antes que el esfuerzo. No se trata solo de fuerza física -aunque, admitámoslo, también-, sino de aprender a sostenerte en el punto justo entre el control y la rendición.

Ya sabéis que para mí el yoga lo llevamos a la vida diaria fuera de la esterilla, a ese yoga cotidiano que os digo siempre. En la vida pasa igual: queremos avanzar, pero sin esfuerzo; cambiar, pero sin incomodidad. Y la verdad es que ningún crecimiento sucede en la zona cómoda. Chaturanga te enseña que el temblor no es enemigo, sino señal de que estás vivo, presente, implicado.

Además, hay algo casi poético (y un poco cómico) en ver a una clase entera intentando mantener la dignidad mientras tiemblamos al unísono. En Yoga Ganesha decimos que ese momento compartido es compartir una postura divertida.

Pero la magia ocurre cuando decides no escapar. Cuando respiras en medio del temblor, descubres que puedes sostener más de lo que creías. Que la incomodidad no te destruye, te transforma. Que detrás de ese esfuerzo, hay una fuerza que no se mide en flexiones, sino en presencia.

Así que la próxima vez que tu profe diga “baja a Chaturanga”, no pongas los ojos en blanco (o al menos, no tanto). Baja con humor, con curiosidad. Observa cómo responde tu cuerpo, cómo dialoga tu mente. Porque ese segundo en que todo tiembla… es justo donde empieza la postura.

Y cuando finalmente llegues a la postura de la cobra o  del perro que mira arriba, sentirás esa mezcla gloriosa de alivio y poder. Como si el universo te guiñara un ojo y dijera: “¿Ves? Solo había que quedarte una respiración más”.

Me despido con esta poética chaturanga y te deseo buen día y que cuides tu energía.

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