[dropcap]N[/dropcap]unca he entendido las encuestas sobre la valoración de los líderes políticos sobre quien gana o pierde el debate sobre el estado de la nación, pues su análisis, normalmente, suele ser contradictorio, tanto por los ciudadanos como por los medios de comunicación y va a depender bastante del grado de simpatía o interés que se tenga sobre los candidatos. Comprendo que en el discurso político las discusiones sean encendidas y se produzcan enfrentamientos dialécticos. Sería una hipocresía rasgarse las vestiduras por estos hechos, pero también hay que tener cuidado de no cruzar ciertas líneas rojas para no convertir el juego político en algo perverso.
El presidente del Gobierno siempre tiende a contar las maravillas de su gestión y la oposición, en su misión de control al Gobierno, de criticar. Pero si hay algo que destacar en el último debate es el excesivo triunfalismo y propaganda de Rajoy, además de no reconocer los problemas que existen en nuestro país. En ausencia de un verdadero discurso político nos dio un mitin. Parecía más un candidato saliendo de un cartel electoral camino de la victoria que un presidente del Gobierno. Por eso no es de extrañar que Pedro Sánchez, con un discurso bien construido y muy crítico, como corresponde a la oposición, le hiciera perder los papeles desmantelando ese paraíso de país de las maravillas que nos había descrito.
[pull_quote_left] Creyéndose en posesión de la verdad y con aires de prepotencia, se mostró petulante y soberbio, en vez de limitarse a contestar a las críticas de la oposición.[/pull_quote_left]Aguantar la crítica es parte del trabajo de un presidente del Gobierno, difícil de digerir para un Rajoy que nos demostró poca cintura política. Creyéndose en posesión de la verdad y con aires de prepotencia, se mostró petulante y soberbio, en vez de limitarse a contestar a las críticas de la oposición. Respondió con evasivas para no enfrentarse a los graves problemas que vivimos en nuestro país y, sobre todo, pasó de largo con la corrupción que tan escandalosamente salpica al Partido Popular. Intentó, sin conseguirlo, desgastar la imagen del portavoz de la oposición Pedro Sánchez buscando alguna fisura en el PSOE y, sobre todo, perdió una gran oportunidad de comportarse como un verdadero primer ministro. Le faltó clase, altura y nivel. Dejó escapar una ocasión para recuperar la credibilidad de la actividad política y, desde luego, no contribuyó a calmar el ambiente político en un momento en que se requiere diálogo, sensibilidad y respeto.
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