El Lunes de Aguas, el origen de la leyenda

La cita del pueblo salmantino se hacía en los prados junto al Zurguén, durante muchos años Dehesa de la Villa
lunes de aguas puente romano
El Puente Romano continúa siendo, cuatro siglos después, un lugar de referencia para comer el hornazo. FOTO. Archivo.

[dropcap type=»1″]E[/dropcap]l Domingo de Cuasimodo, domingo posterior al de Pascua, el plenario de la mancebía, acompañado por el Padre Putas, pasaba el río para dirigirse a la Catedral Vieja donde las pupilas oían misa, confesaban y comulgaban para cumplir con el precepto de la Iglesia que impone recibir dichos sacramentos como mínimo una vez al año, por Pascua Florida. El lunes siguiente se preparaba la gran fiesta que ha llegado hasta nuestros días y que recibe el nombre de “Lunes de Aguas”.

La cita del pueblo salmantino se hacía en los prados junto al Zurguén, durante muchos años Dehesa de la Villa. Los estudiantes, la población civil y las autoridades, se dirigían con alegría y alborozo al otro lado del río para dar cuenta de los hornazos y el buen vino de la tierra.

Para cruzar el río, que con las crecidas primaverales era muy ancho, se usaban barcas que los estudiantes adornaban con ramas para recibir a las prostitutas. Así se diferenciaban de las embarcaciones utilizadas por el resto del gentío asistente al festejo. Hay quien mantiene que el nombre de “rameras” dado a las mujeres públicas viene de lo de las ramas del Lunes de Aguas salmantino.

La figura del Padre Putas y sus pupilas, así como la de la Lechera, la mujer que amamantaba y cuidaba a los hijos de las prostitutas, se han perpetuado hasta nuestros días en un grupo de gigantes y cabezudos. Durante las ferias recorren la ciudad seguidos por la chiquillería que los provoca e insulta mientras ellos los persiguen a palos. Curiosamente, la fiesta del Lunes de Aguas peligró durante los años de la dictadura franquista, en que se prohibió la denominación de Padre Putas y lo que aquella medida conllevaba. Los niños de entonces corrían tras una gigantilla a la que incomprensiblemente llamaban Padre Lucas.

Pero lo que no se pudo prohibir, por estar enraizado en las costumbres populares, fue la fiesta que, con regularidad y sin interrupciones, viene celebrándose todos los lunes siguientes al lunes de Pascua.

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