Opinión

El populismo, del que tanto se habla (yVII)

pablo iglesias podemos
Pablo Iglesias, durante un acto en la Universidad en marzo de 2014.

[dropcap]A[/dropcap] principios de marzo empezamos la publicación del presente artículo, del que hoy libramos la séptima, pudiendo decir que he recibido una serie de comentarios sobre el tema. Y más que cabe esperar, si se considera por los lectores de La Crónica, que en España hay partidos antisistema y populistas, con no poco riesgo de una cierta estabilidad política.

7. PODEMOS ES POPULISTA: UNA ANTOLOGÍA DE COMENTARIOS

Ya se sabe cómo germinó Podemos, a partir del movimiento de indignados en la Puerta del Sol del 15 de mayo (15-M) de 2011, al que siguieron numerosas autoconvocatorias asamblearias y manifestaciones. Y aquellos que se indignaba por la situación social y económica de España -que en su día mencionó la prensa internacional como la Spanish revolution-, son hoy, en gran número simpatizantes y miembros del partido liderado por Pablo Iglesias.

Igualmente se adhirieron a Podemos muchos de los activistas que se manifestaron ante el Congreso de los Diputados contra los recortes de la austeridad, o que se enfrentaron a la policía con ocasión de los desahucios; sin olvidar a los integrantes de las mareas verdes y blancas, de estudiantes y sanitarios, respectivamente. Todos, o muchos de los que participaron en esos episodios, le dieron el voto a Podemos en las elecciones europeas de 2014: desencantados de otras formaciones políticas generalmente no consideradas populistas.

[pull_quote_left]Podemos es un partido fundamentalmente populista, porque simplifica el análisis -la «casta» es culpable de todo-, y presenta una solución bien sencilla: acabar con la casta.[/pull_quote_left]Podemos no es un movimiento con tradición, a lo que se agrega el hecho de que, como la izquierda, rechaza el actual sistema económico –ma non troppo, últimamente- y preconiza un profuso intervencionismo. Así quedó patente en su primer programa de mayo de 2014. Lo cual se conecta -dice el profesor Carlos Rodríguez Braun– «con la inquina contra la Iglesia católica y el rechazo a la propiedad privada».

Además, Podemos es populista en lo que concierne al culto a la personalidad, al hacer uso y abuso de la imagen de Pablo Iglesias, hasta el punto de que este se vio obligado a aclarar: «Yo no soy imprescindible, soy un militante, no un macho alfa». Pura excusa sin base, pues la campaña de Podemos giró en torno a la imagen personal «de este nuevo héroe de la mitología progresista, que va a limpiar los sucios establos políticos de Augías, y a cambio va a imponer… ¿qué?».

En cuanto al lenguaje actual de los partidos políticos en España, es interesante lo que dice Raúl del Pozo, que no tiene claro aún, «como el resto de los mortales», si Podemos tiene un neolenguaje político que lo diferencia o si es puro populismo:

No sé si Podemos llega con un lenguaje nuevo. Según los socialistas [del PSOE], las soflamas de Pablo Iglesias les recuerdan a los demagogos de los años treinta: populismo simplificador, arrogancia, dogmatismo y amenaza… Claro que, en esto de la oratoria, ser moderno es ser rigurosamente clásico. Estos revoltosos extraños que leen a politólogos del Cono Sur [los del peronismo, chavismo y bolivarianos a gogó] no se parecen a los rojos clásicos que se sabían los maestros de la antigüedad. León Trotsky leía a Mallarmé en el tren blindado, Marx hizo de Aristóteles uno de los escasos héroes de El Capital y los discursos de Cicerón fueron punto de referencia en su obra.

En cualquier caso, a propósito de todo lo anterior, la pregunta de «¿Qué pasaría si Podemos intentara llevar a cabo su programa?», los economistas Juan Ramón Rallo y Lorenzo Bernaldo de Quirós señalan la inconsistencia del populismo en un libro que publicó Ediciones Deusto:

Las consecuencias serían temibles tanto económica como políticamente. En efecto, la enorme expansión del gasto público que requeriría el delirante intervencionismo de este partido no podría ser financiada con deuda ni con los famosos impuestos sobre «los ricos». Por lo tanto, lo que propone Podemos es un quebrantamiento de los derechos y libertades de los ciudadanos incluso mayor que el actual.

Más fuerte aún es la crítica de la revista que preside Alfonso Guerra, Temas para el debate, donde se advierte que Podemos encarna un populismo oportunista que pone la democracia española en riesgo de regresión y utiliza estrategias de comunicación y argumentación similares a las empleadas por fascistas y estalinistas:

Los populismos «se alimentan del catastrofismo y anatemizan a la política». Según indica Temas, el partido de Pablo Iglesias representa «un ultraizquierdismo que puede arruinar la economía» y también «pone en riesgo la democracia porque deslegitima la Constitución y amenaza con destruir el modelo de convivencia democrática y pacífica». El director de la publicación, José Félix Tezanos, asegura en un artículo que el auge de Podemos responde a que en tiempos de «confusión y crisis» surgen «enfoques simplistas, demagógicos y bipolarizadores».

En un reciente número de Actualidad Económica figura un ensayo sobre «Las raíces ideológicas» de Podemos, realizado por Pedro Fraile Tras, quien sostiene que por debajo de la «simpática demagogia» de Pablo Iglesias late la ideología de los regímenes que causaron el mayor holocausto de la historia. Su propia síntesis:

Desde los soviets rusos de 1905 o los Fasci Italiani di Combattimento de Benito Mussolini de 1919, muchos movimientos populistas totalitarios han querido presentarse como una novedad intelectual rupturista, como una solución nueva nunca antes pensada que nace libre de cualquier lastre y contaminación impura. Tanto el Parlamento Pulito de Beppe Grillo, como Amanecer Dorado, o Syriza, quieren presentarse ante sus posibles votantes como innovadores revolucionarios.

Lo que pretende Podemos es un cambio social drástico -y violento, si es necesario- movilizando elementos transculturales nuevos que vayan desde el pacifismo pasando por el movimiento antidesahucios, el ecologismo, el feminismo o el indigenismo. Pero a pesar de sus intentos de diferenciarse de la izquierda tradicional, es difícil no ver en Podemos la tendencia general hacia el radicalismo de toda la izquierda -la nostalgia y el redescubrimiento de sus raíces leninistas- que lideró en España el señor Zapatero, y que acerca este nuevo movimiento al más rancio totalitarismo.

Pero siendo muy duras las observaciones anteriores sobre Podemos, lo cierto es que la palma se la lleva el sociólogo Amando de Miguel, con el siguiente decálogo:

Resulta asombroso el paralelismo de Podemos con el movimiento nazi de hace casi un siglo. Aportaré diez observaciones para llegar a tal conclusión:

– Los dirigentes de ambos movimientos constituyen un grupo de jóvenes varones descamisados con un lenguaje sexista.
– En los dos grupos se muestra el endiosamiento de un caudillo histriónico, incluso con el aditamento de un capricho capilar. En Hitler fue el extraño bigote, en Pablo Iglesias la coleta.
– Tanto Hitler como Iglesias muestran un extraordinario dominio de la propaganda con las técnicas nuevas: Hitler con la radio, Iglesias con las redes.
– Ambos movimientos apelan al sentimiento de «privación relativa» de las clases medias, aturdidas por las respectivas crisis económicas.
– El éxito de la operación se apoya en inventar un culpable difuso de los reales nacionales: los «judíos» para los nazis y la «casta» para Podemos.
– Los nazis se distinguieron por un símbolo pagano, profusamente repetido: la esvástica. Los seguidores de Podemos lucen otro símbolo pagano, el ouroboros (la serpiente que se muerde la cola), aunque de momento no lo difunden mucho.
– Uno y otro se apropian de la identificación formal con el socialismo, lejos de la socialdemocracia.
– Los nazis asaltaron el poder mediante sucesivas elecciones en las que fueron ganando cada vez más diputados. Podemos se basa en la misma táctica.
– Ambos movimientos se caracterizan por un fuerte voluntarismo. Es evidente en el título de Podemos o «se puede».
– Los nazis gozaron del apoyo de algunos poderosos industriales: Henry Ford, los fabricantes de armas y vehículos en Alemania. Está por ver un parecido engarce en el caso de Podemos. De momento lo sustituyen por el apoyo del régimen de Venezuela.

Y para cerrar la antología de comentarios sobre si Podemos es o no populista, el que desde Hong Kong hace Juan Torras, colega del autor de este libro en el interés por todo lo que sucede en China, y persona que con la distancia pareciera agudizar su análisis:

Podemos es una mezcla de la clásica neurosis revolucionaria del ambiente de burbuja académico (déjà vu… para algunos veteranos); con un marxismo elemental, adobado de populismo cesarista y bien apalancado en redes sociales; siendo ambos elementos fruto de un sistema que pretenden superar en lo que es un intento de que desde un enfoque schumpeteriano cabría calificar de némesis de «des-estructuración no creativa». Al final quizá un buen diagnóstico sería: «Podemos comparte una mala praxis con las peores recomendaciones paliativas».

Y después de todas las apreciaciones hechas, cabe una conclusión: Podemos es un partido fundamentalmente populista, porque simplifica el análisis -la «casta» es culpable de todo-, y presenta una solución bien sencilla: acabar con la casta.

Por lo demás, es un caso típico del «izquierdismo como enfermedad infantil del comunismo», del que proceden muchos de los fundadores del partido, tema que fue analizado por Lenin en su libro de ese mismo nombre. En el cual manifestó su tesis de que el izquierdismo extremo es una forma de oportunismo y socialchauvinismo, al negar toda fórmula de compromiso con otras fuerzas para derrotar a la burguesía. Y ese parece ser el caso del partido de Pablo Iglesias, que se resiste a pactar con el PSOE -pura casta- o con IU (a la que identifica como los compañeros de viaje menores del PSOE), por lo cual lo más conveniente es fagocitar a los seguidores de ambas formaciones.

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