Tres veces. Tres veces tuvo que interrumpir su discurso. Y fue la única que puso en pie al auditorio. Era la candidata a la alcaldía de Toreno, un pueblo del Bierzo, que habló de las dificultades por las que atraviesa esa localidad minera en reconversión. De sus esperanzas, depositadas en el grafeno, de cómo se van muriendo los pueblos, de cómo lo defendió y con qué ganas de seguir luchando por su supervivencia.
Al acabar el medio millar de asistentes al acto de Rajoy en un hotel salmantino le aplaudieron conmovidos con la misma autenticidad que tuvo su intervención. Herrera la abrazó y Rajoy dijo luego, mirándola, que haría lo que pudiera, «no más».

Acababa de dar un baño de realidad a los asistentes, donde había una media de edad entorno a los cincuenta años, algo que se antoja un pelín elevado para tratarse de un acto sobre el empleo para los jóvenes.
Muchos de ellos llegaron en siete autobuses desde distintos puntos de la región y del país. La cita era de relevancia. Iban a estar con el presidente y eso siempre impone. ¿Dónde estaban los jóvenes populares salmantinos?
La visita de Rajoy ha sido el plato fuerte de la campaña electoral salmantina, junto con la visita de Pedro Sánchez, el viernes pasado. Ahora ya nos quedan cuatro semanas con actores secundarios, en el mejor de los casos.
El presidente aguantó con estoicismo más de dos horas de intervenciones que le precedieron antes de que llegara su turno. Un juego de niños para lo que está cayendo en la capital.
Hacerle sentir bien
La hinchada local quizá pensó que sería bueno que el presidente se evadiera de sus problemas durante su estancia en Salamanca, o quizá no. No ahorraron lisonjas de esas que si uno las escucha en la oficina piensa lo peor, aunque ellos lo harían para hacerle sentir bien. «Quería hacerte, presidente, un reconocimiento del PP y de los ciudadanos. Son millones los españoles que piensan que Mariano Rajoy lo está haciendo muy bien. Cada día que pasa el PP de Salamanca está y seguirá estando con un gran presidente del PP y gran presidente de España, con Mariano Rajoy». Javier Iglesias dixit.
Y Mañueco, que habló tras él, no quiso desmerecer. Destacó que «su gestión eficaz salvó a España de la crisis», así como «su defensa de España y su ejemplo y valor para creer en la política como servicio a los demás. Muchas gracias, querido presidente, querido Mariano«.
Rajoy estaría preguntándose ya por qué le habrían llevado a un hotel de las afueras, junto al parking de un hipermercado, sin poder ver Salamanca. Ya que había hecho el viaje, podrían haber hecho un hueco para darse un paseo por el centro.
Y más después de ver cómo desde la tarima (ya no hay tarimas, sino banquetas y luego un discreto atril, pero queda mejor) comenzaba una pelea por ver quién tenía la plaza mayor más bonita. Sí. Allí estaban Rajoy y Herrera, y asistimos a una extraña competición sobre la belleza de mi pueblo. La pera patatera, que diría el otro.
La plaza de mi pueblo

Mañueco dijo que la de Salamanca era la más bonita del mundo. A ver, qué va a decir (¿acaso no lo es?). El candidato por Ciudad Rodrigo, también Iglesias de apellido, ya se dio por elegido como alcalde, así como el que no quiere la cosa, y dijo que la mirobrigense era la más bonita de España, para no desmerecer a la más bonita del mundo. El muchacho no desaprovechó la ocasión para decirle a Rajoy que quería «escuchar tus consejos, que son muy sabios», antes de enviar recuerdos al «gran alcalde» que todavía lo es de Ciudad Rodrigo, Javier Iglesias. Glub.
El grado de azúcar en sangre subió algunas décimas más cuando otro candidato de Almanza, un pueblo leonés, que iba de rural con camisa de cuadros poco convincente, se puso a hablar de «innovación y juventud» antes de resaltar las virtudes del lechazo que se cría en su municipio, a falta de la plaza más bonita de Castilla y León, en contraposición con los huevos con farinato que ya había publicitado el que sin querer se presentó como próximo alcalde de Ciudad Rodrigo y que, sin duda, fue el ganador a los puntos del combate.
Cómo sería la cosa que Rajoy, con la que les está cayendo encima, no pudo abstraerse y cuando tomó la palabra dejó las cosas en su sitio. No le pareció mal tanto peloteo y exaltación localista. Ya traía de casa su propio rebozo, con un vídeo sobre la marca España menos cañí que las plazas mayores, los huevos con farinato y el «¡Olé, olé, presidente!»
Nos puso el vídeo con el AVE cruzando España a toda pastilla, el turismo floreciente y los portaviones. Retazos de una España floreciente que se ha salvado de la quema gracias a su gobierno y tras darse autobombo aclaró: «Yo no entro en debates de cuál es la plaza mejor o peor. Aporto el Obradoiro para quien quiera opinar«. Por supuesto, hubo gran algarabía entre la concurrencia. ¡Ay, si llega a mencionar la empanada gallega! Aquello se cae.




















1 comentario en «¡Qué bonito es mi pueblo, presidente!»
Vaya peloteo y jaboneo que se da la cuchipanda. Eso parece un cuento. O una broma. Mariano en la región de los pelotillas.