[dropcap]E[/dropcap]l compromiso a estar enfermo se encuentra en tu conciencia, aunque sin expresarse ni oírse. Sin embargo, es una promesa que le haces a otro de que él te herirá y de que a cambio tú lo atacarás. La enfermedad no es sino la ira que se ha descargado contra el cuerpo para que sufra. Es la consecuencia natural de lo que se hizo en secreto, en conformidad con el deseo secreto de otro de estar separado de ti, tal como el tuyo de estar separado de él» (Un Curso de Milagros)
¿Recuerdas la serie de dibujos animados Mazinger Z? Un clásico de la animación ‘manga’ de los 70 en el que se inspiraron innumerables sagas robóticas posteriores. Mazinger Z era un robot inmenso de poderes impresionantes que luchaba (claro) contra las fuerzas del mal. ¿Era Mazinger quién luchaba? No, realmente no. Si te acuerdas, se trataba sólo de una formidable armadura tripulada (desde un planeador asentado en lo alto de su inmensa cabeza) por el inquebrantable y valiente Koji Kabuto. Koji mandaba sobre Mazinger; es más: Mazinger (sin Koji) no era nada. Ni sentía ni padecía. No oía, decidía, entendía. Nada de nada. No existía en él poder alguno ¿La serie debería haberse llamado Koji Kabuto? Tal vez, pero optó por llevar el nombre de la trepidante y formidable ‘nave’ del valiente guerrero.
Pues eso es tu cuerpo. Tu cuerpo es un Mazinger Z. Por sí solo no es nada. No oye, ni decide, ni entiende. No siente ni padece. No tiene poder alguno ni arde en deseos ni se deprime. Nada de nada. Tú eres (tu mente) el tripulante de esa ‘nave’. Tú eres, en este sueño que te has (nos hemos) montado, un Koji Kabuto que no cesa de dar órdenes. Orden aquí y orden allá. El cuerpo (Mazinger Z) te sigue por los tremendos caminos por los que lo llevas, perdido, arañándolo, destrozándolo. Cada vez un poco más difícil la ruta, cada vez un poco más enrevesado el sendero, cada vez un poco más… ENFERMO. Sí: cada vez un poco peor; vamos a hacerlo cada vez un poco más complicado y vamos a encontrarnos cada vez un poco peor.
¿Para qué? Para huir. ¿De qué? Del amor. Ni más ni menos. Sólo existen dos opciones: o miedo (y separación) o amor (y unión). ¿Cómo intentar escapar de lo que más te aterroriza, esto es: del amor? Pues fabricándote un sueño de película en el que tripulas tu Mazinger (tu cuerpo) y lo enfermas, lo metes en líos sin igual, en historias truculentas y aterradoras que aterroricen profundamente a aquel (o a aquella) que amas para que no se acerque jamás a ti ni tú jamás a ella o a él. Miedo, mucho miedo. «Construyamos otra barrera», le ordenas, cual Koji Kabuto, a tu cuerpo. Y éste, que se limita a obedecer tus órdenes, fabrica una enfermedad, una tristeza, una dificultad, un capricho, un deseo, una ‘imposibilidad’, un ‘sueño de libertad’… un alejamiento más. Y ahí te tienes, echándole la «culpa» a tu Mazinger Z y haciéndote creer a ti mismo que es tu cuerpo quien te ordena a ti y te tiene sumido en ese momento difícil o ‘libre’; de dolor o de placer, que es de dolor al cuadrado igual.
Bien, pues la película está llegando a su final. Falta poco para el The End y para que se descubra el pastel. Para caer en la cuenta que tú, Koji Kabuto, estás dirigiendo una producción propia un poco terrorífica, algo irrisoria y, desde luego, bastante irreal; porque tú, sí tú, estás conectado constantemente con Sayaka Yumi, piloto de Afrodita A. Y que ambos co-protagonizáis esta historia, que de aterradora no tiene nada sino más bien mucho de alegre y victoriosa, fácil incluso y de sólida unidad.
El sueño de separación, querido tripulante de tu Mazinger Z, no existe ni en el cine ya.