[dropcap type=»1″]A[/dropcap]lonso de Fonseca III hizo suyas las reivindicaciones de la aristocracia gallega. Se puso al frente de sus reclamaciones pidiendo representación en las Cortes para esta extensa región. Esta postura benefició a Fonseca III, contribuyendo a que Carlos I lo nombrara miembro de su Real Consejo. En las Cortes de Santiago y La Coruña encabezó la protesta. Galicia estaba representada por Zamora, lo que era motivo de rechazo y descontento. Las protestas llegaron hasta las mismas puertas del convento de San Francisco, donde se reunían los procuradores castellanos y flamencos.
El 14 de diciembre de 1520, el arzobispo organizó la Asamblea de Melide, representativa de la clase dirigente del reino de Galicia. En ella se acordaron diversas propuestas: mantener al reino de Galicia al margen de la sublevación comunera castellana, exigir el voto en las Cortes del reino, y solicitar una casa de contratación de comercio para La Coruña. Por encargo del rey, Alonso de Fonseca III realizó también labores de mediación en el levantamiento de las Germanías Valencianas. A la muerte de Cisneros, en 1517, fue propuesto como arzobispo de Toledo, pero el rey nombró a Guillermo de Croy. Guillermo falleció muy pronto, por lo que Fonseca pudo ser nombrado arzobispo en 1523.
Alonso de Fonseca III bautizó a Felipe II y fijó su residencia en Alcalá de Henares, donde falleció el 4 de febrero de 1534. Fue enterrado en Salamanca. Su hijo, Diego de Acevedo, fruto de sus relaciones con la aristócrata Juana de Pimentel, estuvo al servicio del rey y gozó de mayorazgo en Galicia.
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