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La fachada del Ayuntamiento.

Los resultados de las elecciones municipales han dejado en manos de los partidos la ejecución del mandato de los salmantinos.

 

Los votantes no quieren mayorías absolutas, ni rodillos, y sí diálogo y más participación para manejar los asuntos municipales.

El alcalde en funciones, Alfonso Fernández Mañueco, no terminaba de creerse las señales que le llegaban y que le indicaban que podría perder la mayoría absoluta que el PP ha dilapidado tras 20 años de un uso indebido.

Disponía de un colchón de cuatro concejales para parar los golpes que se le avecinaban, pero jamás pensó que podría verse desposeído de la mayoría absoluta.

En cuestión de horas se ha quedado sin ella, y lo primero que se le ocurrió, en su comparecencia de la medianoche del domingo al lunes, fue decir que los salmantinos le habían dado el mandato de seguir como alcalde.

Quizá entonces no fue consciente de que así no tendrá nada que hacer, porque por las bravas, le tumbarían cualquier decisión y podrían obligarle a adoptar otras que tampoco serían de su agrado.

Apoyo empresarial y mediático

Eso sí, mantendría el margen de discrecionalidad necesario para seguir atendiendo sus obligaciones con los grupos empresariales y mediáticos aliados a los que se atribuía una influencia superior a la que realmente han demostrado tener en estas elecciones.

Quizá lo dijera porque fue consciente de los obsequios que durante la campaña dedicó a esos partidos en cuyas manos está ahora la gobernabilidad del Ayuntamiento, y ahora podrían echárselo en cara.

O lo dijo por temor a verse en la oposición, cuando está programado para otro rol.

A Mañueco solo le salvaría un pacto del tripartito (PSOE, Ciudadanos y Ganemos) para dejarle gobernar en minoría con la amenaza constante de una moción de censura si sigue haciendo las cosas por las que los electores le han castigado, o un acuerdo con Ciudadanos, la fuerza en teoría más afín, por mucho que el alcalde en funciones la tachó de izquierdosa insistentemente.

Los temores

La otra opción pasa por que se cumplan los temores de Mañueco, pase a la oposición y las otras tres formaciones alcancen un acuerdo de gobierno, en el que el candidato socialista, Enrique Cabero, podría coger al bastón de mando, llevando como socios a Ganemos y Ciudadanos.

Los cálculos electorales (en noviembre están las generales, si no se adelantan) podrían hacer ver que a Ciudadanos no le conviene mojarse ni implicarse demasiado hasta después de esa cita con las urnas.

Lo único que parece evidente es que las relaciones entre Cabero, Virginia Carrera y Alejandro González, se han estrechado durante la campaña, a la misma velocidad que se deterioraban las de todo socon Mañueco

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