El poeta y empresario argentino ha sido nombrado Huésped de Honor e la Universidad Pontificia de Salamanca
Sonriente y emocionado. Así se ha visto a Alejandro Roemmers antes y durante el acto en el que ha sido nombrado Huésped de Honor de la Universidad Pontificia de Salamanca y que ha tenido como escenario el Aula Magna.
Roemmers es poeta y empresario, pero ante todo «mecenas de la ciencia y de la cultura, lo que equivale al desarrollo social», señaló Ángel Galindo, rector de la Pontificia antes de entregarle el diploma.
Galindo comenzó el acto felicitando a los padres de Alejandro Roemmers, presentes en el Aula Magna, por su 60 aniversario de casados y continúo señalando que la sociedad necesitaba a personas como Roemmers, porque «tiene necesidad de lo bello, por eso necesitamos artistas como lo es Alejandro. Además aúna la ciencia, la verdad y la técnica».
Intervino en el acto Cristina Bergoglio, sobrina del Papa Francisco, quién destacó que Alejandro Roemmers es un «curador del alma. Estamos aquí para aprender de él».
Por su parte, el Huésped de Honor destacó que este nombramiento viene a tender «puentes con Argentina e Iberoamérica. Queremos ofrecer becas tanto procedentes de empresas, como de Fundaciones. Se inicia, de la mejor manera posible, una relación, porque ha sido entre personas».
El nuevo Huésped de Honor
Alejandro Guillermo Roemmers nació en Buenos Aires, en 1958. Es mecenas de las artes y se confiesa como absoluto defensor de valores como el amor y la fraternidad e intenta ayudar a mejorar la realidad que nos rodea a través de la educación y la cultura porque, según defiende, “no hay nada que cambie más la vida de las personas que los libros”.
En una entrevista concedida a la revista ‘Compañía’, Alejandro Roemmers realizó un breve recorrido por sus obras y explicó la importancia que para él tiene la figura de Jesucristo, los valores espirituales, la felicidad del hombre o la influencia de España en su vida.
“La figura de Jesucristo para mí es central. Conscientemente no lo fue siempre porque a partir de la adolescencia comencé una búsqueda por todos los caminos posibles: las ciencias médicas (para tratar de entender cómo funciona el cerebro, la mente…), el estudio de las religiones y filosofías orientales… me interesó mucho el Zen, el budismo, el taoísmo… pareció en aquel momento que Cristo estaba ahí, pero no ocupaba el centro permanente de mi vida. Al final del círculo me di cuenta de que el amor es la energía más poderosa y transformadora que existe. Cristo como maestro del amor, no en el dogma ni siquiera en su historia, sino el Cristo místico, como lo que significa él, se ha transformado en una palabra que me va guiando en la vida. Traté de decidir mi vida desde la consciencia egocéntrica al escuchar la palabra de Dios que parece que me hablara en todo lo que me ocurre. Escucho con fe que implica valentía y que, a su vez, implica seguir y obedecer eso que uno escucha y hay que estar disponible”, aseguró Roemmers.