Que vienen los rojos

[dropcap]H[/dropcap]an pasado más de treinta y cinco años desde la muerte del dictador y parece mentira que algunos de los que se consideran “partidos democráticos” todavía utilicen las mismas argucias que aquel en los últimos años de su vida para mantener la hegemonía de un régimen con olor a muerto frente aquellos que lo cuestionaban, cada vez más; con el grito “que vienen los rojos”.

No es mera retórica, es una realidad, sólo hay que ver la brecha que el partido más dañado en las pasadas elecciones municipales y autonómicas -Partido Popular- y su prensa palmera, están provocando en la sociedad, descalificando con argumentos falaces a aquellos otros que, representando el sentir de la ciudadanía, pueden quedar al frente de muchos de los consistorios de este país y de sus gobiernos autonómicos.

Resulta patético ver a representantes del referido partido y a algunos de sus candidatos vencidos al ver peligrar su torre de marfil, como tratan de infundir miedo en la ciudadanía hasta llegar a hablar de quema de iglesias y violación de religiosas por un ejército comunista imparable, proponiendo un gobierno de concentración “sin soviets”, para de esta manera excluir a quienes el pueblo de manera democrática han decido poner al frente de las instituciones; lo que evidencia su verdadera catadura moral que no es otra que gobernar a cualquier precio, incluso por encima de la Constitución, con propuestas que sólo pueden defender necios radicales. Ello, sin contar con reuniones de la cúpula militar diciendo que los militares se la juegan si el PP pierde las elecciones. En fin, una auténtica paranoia, fruto de una campaña bien orquestada en contra de la democracia manifestada en las urnas.

[pull_quote_left]Sólo nos queda por ver si aquellos en los que hemos depositado nuestra confianza son capaces de llevar a cabo lo prometido, que se traduce en gobernar por y para los ciudadanos[/pull_quote_left]¿Hacia dónde nos quieren llevar personas tan arpías que habiendo disfrazado de interés general los intereses particulares, han beneficiado a unos pocos gobernando de forma despótica?, ¿por qué no aceptan la ineptitud cargada de arrogancia y soberbia que les ha llevado a cavar su propia tumba política?, ¿por qué fomentan el adoctrinamiento de la sociedad con mentiras que hacen que cada vez sea más grande la brecha que han abierto en la sociedad, manteniendo enfrentada a la ciudadanía? La respuesta es fácil, divide y vencerás; eleva a divino los valores de defensa de lo nacional con argumentos como Dios, patria y rey, que conseguirás que parte de la ciudadanía, no acostumbrada a pensar, vea en aquellos líderes políticos o ciudadanos que defendemos la libertad y la justicia social frente a cualquier divinidad o poder impuesto, al mismísimo lucifer.

Esta es la única estrategia que pueden mantener aquellos que no pueden ofrecer otra cosa más que la propia corrupción que hace que cada día sean más las manzanas podridas que se ven obligadas a comparecer ante la justicia. El país realmente está para barridos, barridos de los frutos podridos que están y han permanecido en las cúpulas de los árboles, porque año tras año, de los muchos que llevan en el poder, se han encargado de tejer una estructura que no nos permite otra visión que la de una parodia nacional, al convertir a los representantes políticos, que se presumen depositarios de la soberanía popular, en verdaderos caciques.

Yo no me resigno frente a esto, igual que no lo ha hecho una gran parte de la ciudadanía que apuesta por el cambio. Sólo nos queda por ver si aquellos en los que hemos depositado nuestra confianza son capaces de llevar a cabo lo prometido, que se traduce en gobernar por y para los ciudadanos; limpiando al país de los frutos podridos a los que me he referido. Somos conscientes que es muy goloso el poder y muy fácil de corromperse frente al poder del dinero y de la fama, verse tentados por privilegios que ellos mismos pueden mantener o quitar. Ojalá que la visión que hemos tenido estos días de ciertos líderes que han protagonizado esa lucha popular por un gobierno para todos, esperando la llegada del metro, se convierta en una costumbre, predicando de esta manera con el ejemplo. Quiero volver a confiar en nuestros representantes, respirar el aire de una auténtica democracia, porque ya es hora y nos lo merecemos. Creo que debemos dar por cerrada una transición de más de tres décadas que lo único que ha hecho ha sido fomentar una oligarquía de partidos, para dar paso al gobierno del pueblo.

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