[dropcap]A[/dropcap]brieron las urnas y comenzó el silencioso ruido. Si hay algo que define el escenario político que nos deja el 24-M es la fragmentación. Una conformación plural de las instituciones que puede dar lugar a una nueva cultura política basada en la negociación, la transacción, el acuerdo y el diálogo permanente entre las diferentes sensibilidades políticas… o no.
Que los ciudadanos y ciudadanas han optado por el cambio político es evidente. Pero erraríamos al pensar que ese cambio es solamente de caras o de políticos. El reto está en sustanciar ese cambio, en dotarlo de contenido y garantizar que merecerá la pena y será en beneficio de la ciudadanía.
Sustanciar el cambio supone concretarlo en nuevas políticas. El éxito o fracaso de semejante aventura no se va a poder evaluar el día 13 de junio (jornada de investidura), sino a lo largo de la legislatura. De nada servirá que exista un pacto entre diferentes fuerzas políticas para elegir un nuevo alcalde si dicho acuerdo no está precedido o cimentado en un programa de gobierno. Igualmente, ese programa de gobierno será estéril si se ha elaborado con un conjunto de buenas intenciones sin sustrato presupuestario o legislativo o, peor aún, sin una garantía de estabilidad que evite convertir la legislatura en una carrera de obstáculos o en una montaña rusa.
Es por esto que cuando hemos mantenido encuentros con otras organizaciones les hemos dicho que antes de situar nombres encima de la mesa es imprescindible debatir sobre presupuestos, el modelo de participación ciudadana, los impuestos, la gestión de los servicios públicos, el albergue o las instalaciones deportivas para saber si hay mimbres de hacer algo de forma conjunta. Lo importante debe preceder a lo urgente.
[pull_quote_left]Los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas son instituciones que gestionan servicios públicos que afectan a los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. En ningún caso son juguetes ni “cuestiones secundarias” y no pueden servir como trampolín para que Albert Rivera o Pablo Iglesias lleguen “inmaculados” a las elecciones generales[/pull_quote_left]Hay quienes, enarbolando la bandera de “lo nuevo”, comienzan este camino con pasos propios del lado más oscuro de la vieja política: los pasos del tacticismo. El tacticismo que se manifiesta en dos procesos paralelos. Por un lado, el empeño en poner sobre la mesa los nombres antes que los programas: hablar antes de “alcaldes” que de “medidas”. Por otro, la osadía de priorizar los intereses de su partido en las elecciones generales antes que los compromisos municipales. Es el caso de la reiterada postura de Podemos (en otros ámbitos, ya que en Miróbriga no tiene representación) y Ciudadanos recientemente secundada también por el PSOE a nivel nacional: no integrarse en ningún gobierno que ellos no dirijan, prácticamente obligando a conformar gobiernos inestables en la mayor parte de las instituciones relevantes del país.
Los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas son instituciones que gestionan servicios públicos que afectan a los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. En ningún caso son juguetes ni “cuestiones secundarias” y no pueden servir como trampolín para que Albert Rivera o Pablo Iglesias lleguen “inmaculados” a las elecciones generales o para que el partido de Pedro Sánchez evite golpes simbólicos a pocos meses de la próxima cita con las urnas.
[pull_quote_left]La ciudadanía no aceptaría que las urgencias electorales de los partidos generasen inestabilidad hasta diciembre. Pero, además, quienes consideramos como positiva la pluralidad y la inexistencia de mayorías absolutas, observamos con preocupación cómo esta estrategia (y el resultado de la misma) pueden avalar reformas electorales o discursos políticos que caminen en la dirección contraria: dando más poder todavía a los alcaldes o incorporando segundas vueltas para ofrecer todo el poder al mismo partido.[/pull_quote_left]La ciudadanía no aceptaría que las urgencias electorales de los partidos generasen inestabilidad hasta diciembre. Pero, además, quienes consideramos como positiva la pluralidad y la inexistencia de mayorías absolutas, observamos con preocupación cómo esta estrategia (y el resultado de la misma) pueden avalar reformas electorales o discursos políticos que caminen en la dirección contraria: dando más poder todavía a los alcaldes o incorporando segundas vueltas para ofrecer todo el poder al mismo partido.
La decisión de apoyar un gobierno u otro o de integrarse o no en el mismo es perfectamente legítima, y tremendamente compleja. Daría para muchos artículos. No es fácil y en el debate hay que calibrar cuestiones que tienen que ver con los elementos programáticos, la capacidad objetiva de las fuerzas políticas de trabajar de forma conjunta y la lealtad que puede esperarse de los otros, la garantía de estabilidad… lo que aquí valga, allí no es suficiente; lo que allí sea evidente, aquí puede ser imposible. Pero lo inaceptable es que la posibilidad de cambio en un lugar como Ciudad Rodrigo se frustre o se vea severamente dañada por la postura inamovible de unas “directrices de partido” que únicamente piensan en mantenerse en la cresta de la ola unos pocos meses más. “Esto o nada” es una postura que se aleja en cualquier caso de la negociación, el acuerdo o la transacción.
Lo cierto es que el cambio solamente será posible si las conversaciones sacan a relucir un programa con claro carácter transformador, que aborde las cuestiones clave y se asuma, por parte de las distintas organizaciones, compromisos presupuestarios, políticos y de estabilidad.
El verdadero reto que tenemos las formaciones de la izquierda no es asumir el gobierno municipal cueste lo que cueste. Al contrario, eso sería una temeridad y una irresponsabilidad hacia los ciudadanos, hacia la institución y hacia nosotros mismos. El reto que tenemos es el de hacer todo el esfuerzo posible por tener la generosidad y la valentía de participar, si es que hay mimbres, en un proyecto de cambio que verdaderamente transforme Ciudad Rodrigo asumiendo desde el principio que ese proceso no va a ser fácil, no tiene por qué acabar bien y necesariamente va a generar desgaste a quienes participen.
Son escasas las ventajas para quienes se atrevan pero si alguien se metió en política pensando que resolver los problemas de la gente era un camino de rosas es que ha visto demasiada televisión.
Domingo Benito
Portavoz de IU en Ciudad Rodrigo y Coordinador Provincial de Izquierda Unida.